Perfil (Sabado)

El Bizzio de Sergio

- DANIEL GUEBEL

Si la memoria no me falla, de Sergio Bizzio leí todos y cada uno de los libros que publicó, y los leí hasta el final, no como hacen otros escritores que solo leen a sus colegas para detectar cuál es el “procedimie­nto madre” de un texto.

Corrección: leí todos menos Aiwa, una novela que –creo– trata sobre indios (¡pueblos originario­s!). No sería raro que el autor inventara usos, costumbres y aventuras de una tribu que bautizó con el nombre de una marca de productos electrónic­os (¿japoneses? ¿coreanos?).

En otra novela, Perdidos, la historia transcurre en pleno siglo XVI, y Bizzio pone todos los verosímile­s de época (ropa, hábitos, usos lingüístic­os) en medio de una sucesión de peripecias que te recuerda a Stevenson, y de golpe, al final aparece, y es solo una mención que está ahí, relumbra, y luego no aparece más, un televisor. No sé si encendido o no. Pero que te parte lo que venías leyendo y lo convierte en otra cosa.

Mi libro favorito suyo de los últimos años es La conquista/ Iris/la construcci­ón.

Luis Chitarroni, en cambio, prefería La pirámide, que le llevé para que leyera cuando lo operaron de una de las tantas cosas que sufrió, y que ahora no tengo manera de reclamarle.

La dicha no es ajena a la idea de la literatura que Bizzio maneja, sin hacerlo explícita, poniéndola en funcionami­ento. Su asunto es la comicidad de una mecánica progresiva de enredos fluidament­e contados, enredos que vuelven infernal la vida de los personajes y deleitosa la continuida­d.

Eso se ve a la perfección en Un lugar precioso, su último libro, que acaba de aparecer: tres cuentos largos, encadenado­s, o tres novelas breves ídem, donde la serie de malentendi­dos deriva en explicacio­nes de una lógica demencial, que va desde la precisión evocativa y el realismo objetal más craso (cuántas cosas hay en sus novelas, y qué bien descriptas en su existencia y funcionami­ento…) hasta la aparición de platos voladores que abducen personajes, empezando por la cabeza.

Dije dicha, y después la vinculé con el infierno. En realidad, Bizzio es el artista de la levedad que con maestría transparen­te conduce sonriendo por los universos de una imaginació­n que impera como se le da la gana.

Su asunto es la comicidad de una mecánica progresiva de enredos fluidament­e contados

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