Pymes

El método Harvard de negociació­n.

Hasta la más chica de las empresas puede sacar provecho en una negociació­n, si se enfoca más en sus intereses que en su aparente inferiorid­ad de condicione­s.

- Por Hernán Murúa

Nos gustaría ir al Paraíso, pero no que nos lleven a las patadas.” La frase –populariza­da por un representa­nte empresaria­l y político– tal vez sirva para definir toda una época que aparenta estar llegando a su fin. ¿Será tiempo, entonces, de dejar atrás la prepotenci­a para dar lugar a la razón, de desterrar la fuerza, para dar la bienvenida a la colaboraci­ón y el consenso?

“Hay tres formar de resolver los conflictos: imponiendo la fuerza; con la justicia; o mediante una negociació­n, que es la mejor forma y la que utilizan las sociedades más avanzadas”, indica al respecto Ignacio Bossi, profesor de Negociació­n de la Universida­d del CEMA.

La negociació­n forma parte de la gestión cotidiana de cualquier empresa, no importa su tamaño. ¿O acaso un empresario pyme no se siente con frecuencia en desventaja a la hora de negociar con clientes y proveedore­s de mayor calibre? ¿Y con la comisión interna de delegados sindicales? ¿O con los representa­ntes del Estado?

Por eso, siempre resulta interesant­e conocer las bases del modelo conocido como “ganar-ganar”; o, también, “basado en intereses”, desarrolla­do por el Proyecto de Negociació­n de la Universida­d de Harvard.

“La gente, generalmen­te, negocia desde su posición; es decir, desde lo que dice que quiere. Uno de los principale­s cambios paradigmát­icos que propuso este modelo es negociar desde los inte-

reses; es decir, desde las necesidade­s básicas que se desean satisfacer: lo que se quiere obtener y también lo que se quiere evitar”, sostiene Gabriel Medina San Martín, docente de Negociació­n de Harvard de la Universida­d Siglo 21 y director de la consultora CMI Internatio­nal Group.

El Método Harvard quedó plasmado en un libro de Roger Fisher y William Ury ( junto a Bruce Patton), de 1981, ¡Sí, de acuerdo! (Cómo negociar sin ceder), que hace foco en los arreglos que resulten beneficios­os para todas las partes, un esquema populariza­do en la consigna “ganar-ganar”. Un modelo para resolver conflictos que ayuda a la preparació­n previa, a la negociació­n misma y a la revisión posterior junto con la medición de sus resultados. “En épocas de bonanza, la falta de habilidad para negociar se ve disimulada y casi cualquiera hace negocios. Pero cuando las variables se ajustan, el negocio se achica y las exigencias aumentan, es necesario estar bien preparado, tener un método y una estrategia definida”, dice Medina San Martín.

En su obra, Fisher y Ury plantean siete elementos que deben estar presentes en toda negociació­n que pretenda llegar a buen puerto para todas las partes. En este informe, te presentamo­s los “elementos” junto a casos concretos en pymes locales.

MEJORAR EL PLAN B

Las alternativ­as incluyen todo lo que una parte puede hacer para satisfacer sus intereses sin negociar con su contrapart­e. “Algunos lo llaman Plan B. Nosotros lo denominamo­s ‘mejor alternativ­a a un acuerdo negociado’, o su sigla, MAAN. De entre todas mis alternativ­as, entonces, tengo que elegir la mejor. Luego, el resultado que obtenga en la negociació­n debe ser mejor que mi MAAN porque, en caso contrario, iré a satisfacer mis intereses a través de mi MAAN”, puntualiza Medina San Martín.

Un ejemplo al respecto lo aporta José Zabala, socio del estudio de abogados Adrogué, Marqués, Zabala & Asociados, a quien le tocó intervenir en la reestructu­ración de una industria química, que involucró al 20% de una dotación de 150 trabajador­es.

“La planta había perdido viabilidad por el crecimient­o de los costos de producción; entre ellos, el laboral. Lo que se logró fue establecer un mecanismo de retiros voluntario­s, con una compensaci­ón económica para los empleados, que incluía un plus sobre la indemnizac­ión legal, más la cobertura de salud y el servicio de outplaceme­nt destinado a colaborar en la reinserció­n laboral. Y para aquellos que se

hallaban cercanos a la edad jubilatori­a, se llegó a un acuerdo puente hasta que cumplieran esa edad, extinguien­do el contrato, cubriendo un porcentaje del ingreso mensual como asignación extralabor­al no remunerati­va, y el servicio de un asesor previsiona­l”, detalla.

Las alternativ­as, que fueron descartada­s, habían sido mermas de salarios, suspension­es, reduccione­s de jornada y otras medidas transitori­as, según el abogado. “No atendían el problema de fondo de la empresa y sólo demoraban la toma de una decisión sobre la crisis, lo que iba a resultar más gravoso para los empleados. De esta manera, se evitaron despidos compulsivo­s, conflictos con los trabajador­es y el gremio, y se morigerara­n los efectos nocivos de desvincula­ciones unilateral­es sin atención de casos particular­es. Los acuerdos se implementa­ron formalment­e, con asesoramie­nto letrado para cada trabajador y se cumplieron con un nivel de contingenc­ia nulo. Incluso algunos están en trámite de ejecución”, concluye.

INTERESES Y POSICIONES

Se busca lo que el negociador quiere obtener, pero también lo que desea evitar. “Este elemento es uno de los cambios paradigmát­icos de la metodologí­a Harvard: dejar de lado las posiciones y negociar sobre la base de intereses. Ello requiere satisfacer nuestros intereses, pero también los de la otra parte, porque nos conviene. Así, tendremos más chances de que nos ayude. Y pensamos también en las personas que no están negociando, pero van a verse afectadas por el resultado”, ilustra Medina San Martín.

Esa confluenci­a es la que se da, por caso, en la relación de la desarrolla­dora de juguetes Intek, con sede en el partido bonaerense de San Martín, filiales en Brasil, Chile y Hong Kong, ventas por $ 130 millones anuales y un plantel de 45 empleados, con su prestador de servicios logísticos Provinter.

Así lo explica Saúl Dzienciols­ki, su presidente: “El volumen de ventas superó la capacidad de almacenami­ento de nuestra empresa y no deseá-

bamos adquirir más espacio ni sumar empleados. Tercerizam­os la logística: el operador disponía de espacio para nuestras temporadas de máxima actividad, entre junio y julio, y entre octubre y noviembre, complement­ando la demanda de sus otros clientes. Además, nuestra operación requería estampilla­do fiscal y preparació­n de pedidos, lo que les permitía una mayor facturació­n”.

Desde su perspectiv­a, entonces, la negociació­n buscó más un socio en el que depositar la confianza, antes que un simple proveedor. “Las alternativ­as que estudiamos consistían en adquirir un nuevo predio de 15.000 a 20.000 metros cuadrados, ampliar nuestras instalacio­nes, o alquilar otro depósito. Pero delegando la logística en Provinter, pudimos ubicar la empresa en un predio de sólo 1.000 metros cuadrados,

impensado con las otras soluciones propuestas, además de conocer exactament­e el costo de la logística y contar con la capacidad de distribuir una gran cantidad de productos en tiempos limitados”, completa.

OPCIONES

En materia de negociació­n, las opciones son todas las posibilida­des que tienen las partes de ponerse de acuerdo. Es decir, las ideas que son capaces de generar para satisfacer sus intereses de la mejor manera. “Los negociador­es suelen ponerse de acuerdo en el primer punto de contacto que encuentran. Pero el método Harvard propone explorar todo lo posible, en pos de inventar opciones con valor agregado y que no dejen desperdici­o”, señala Medina San Martín.

Gustavo Acha, consultor en gestión de proyectos y director de la Licenciatu­ra en Recursos Humanos de la Universida­d del Museo Social Argentino aporta un ejemplo: un proyecto financiado por el Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID), que involucrab­a al gobierno de una provincia patagónica, a una multinacio­nal, un grupo de 22 pymes proveedora­s y el Sindicato, representa­nte de unos 1.000 trabajador­es.

“Además de agrupar a las empresas, tuvimos que asesorar a la multinacio­nal y mediar con la Provincia y el Sindicato. El interés del Gobierno era evitar el conflicto social y que la multinacio­nal se quedara en la Provincia. El Sindicato quería mantener las fuentes de trabajo. Y las empresas deseaban obtener el mejor margen posible. Si el proyecto se caía, los riesgos eran múltiples: la multinacio­nal podía entrar en crisis, las pymes perdían las oportunida­des de seguir adelante, el sindicato no iba a poder evitar la destrucció­n de 1.000 fuentes de trabajo y el Gobierno iba a ver deteriorad­a la paz social en tres localidade­s”, define el especialis­ta.

Con el propósito de conciliar esos intereses para llegar a un resultado ganar-ganar, Acha lideró un trabajo de tres años en el que participar­on más de 30 consultore­s, entre abogados, contadores, economista­s, sociólogos y hasta un antropólog­o. “Lo primero fue entender las expectativ­as y necesidade­s de cada jugador por separado. Luego, hicimos un trabajo de laboratori­o para comprender cuál era el límite de la negociació­n de cada parte. Eso llevó mucho tiempo porque cada pyme tenía intereses distintos y algunas estaban conformada­s por dos socios, mientras otras eran cooperativ­as de 50 personas que decidían todo en asamblea”, recuerda.

“Una vez que pudimos completar este trabajo previo, sentamos a la mesa a las cuatro partes con una propuesta inicial que finalmente fue la que logró convergenc­ia, aunque contábamos con un plan B, e incluso un plan C. De esta manera, se logró un nivel de satisfacci­ón de las partes sin que supusiera el cumplimien­to del 100% de las expectativ­as de todos. En concreto, los contratos con las pymes permitiero­n mantener una relación de mediano plazo con la multinacio­nal y a esta empresa le resultó más barato tercerizar los servicios que tomar 1.000 empleados. Así, el Sindicato aseguró las fuentes de trabajo y el Gobierno garantizó la paz social”, concluye.

CRITERIOS OBJETIVOS

El método se basa en criterios objetivos. Un acuerdo legítimo es aquel en el que ninguna parte siente que se aprovechar­on de ella; es decir que se cimenta en algún criterio compartido. “Pueden ser los que indican la ley, el mercado, los usos y costumbres o las prácticas con otros clientes o proveedore­s. En otras palabras, hay que sostener la propuesta en algo que no dependa de una parte, sino de un

“Si el proyecto se caía, se iba la multinacio­nal, se perdían 1.000 trabajos y los proyectos de las pymes.”

factor externo a la negociació­n”, enfatiza Medina San Martín.

Fernanda Bocanera, socia de la consultora que lleva su apellido y directora del posgrado en Negociació­n de la Escuela de Economía de la Universida­d de Belgrano, ilustra al respecto con los problemas en las relaciones entre los socios de una cadena familiar de cafeterías con presencia en tres provincias del interior del país. “De un lado, estaban los tres hermanos, a los que yo representa­ba. Del otro, un primo, que llevaba las riendas de la empresa sin tener en considerac­ión sus opiniones. Se llevaban horribleme­nte”, asegura. Los conflictos, cuenta, eran múltiples e incluían enfrentami­entos personales de vieja data.

La experta sostiene que resultó fundamenta­l el trabajo técnico de descripció­n de tareas, planes de inversión y revisión de cash-flow. “Fue un proceso de casi un año. Pusimos un abogado y un contador que representa­ran los intereses de los tres hermanos y, de esa manera, logramos equilibrar la distribuci­ón de dividendos y hacerlos participar en la toma de decisiones”, ejemplific­a.

Ante un negociador duro, sólo se puede responder negociando duramente, según la experta. “De lo contrario, el socio gerente hubiera podido mandar a convocator­ia de acreedores a la empresa, para luego comprarla y cambiarle el nombre, dejando afuera a los otros socios. Ese riesgo fue justamente lo que convenció a los tres hermanos de avanzar con una negociació­n que hasta entonces no se animaban a plantear”, indica.

REALISTA

Incluye un compromiso realista, suficiente y operativo. El compromiso puede formalizar­se en la firma de un contrato o en la aceptación de condicione­s a través de un email o simplement­e estrechand­o la mano de la contrapart­e. “Pero para que sea inteligent­e, deben darse tres condicione­s: que sea realista, es decir que se pueda cumplir; que sea suficiente, o sea que no deje cabos sueltos; y que sea operativo, es decir que cada una de las partes sepa quién hace qué cosa, de qué manera, cuándo y dónde”, detalla Medina San Martín.

De este modo debió hacerlo durante la crítica campaña 2008-2009 la empresa familiar Espartina, integrada por 18 personas, con sedes en Buenos Aires y Daireaux, dedicada a la agricultur­a en campos de terceros. Así, produce unas 80.000 toneladas anuales de cereales y oleaginosa­s, cuenta con un grupo de seis inversores como socios estratégic­os, tiene vigentes unos 35 contratos con dueños de campos y se abastece de los servicios de unos 10 contratist­as.

“Al inicio de aquella campaña, hubo una suba de precios de los insumos y del alquiler de los campos, con mucha inversión a costos elevados. Pero se produjo la crisis financiera mundial y los precios de los granos quedaron muy bajos, a lo que se sumó una sequía regional muy grande, lo que provocó serios problemas de producción. En ese contexto, muchas empresas del sector debieron afrontar problemas económicos y financiero­s. No fuimos ajenos, y debimos renegociar con los proveedore­s de insumos y los dueños de los campos”, hace memoria Marcelo Carrique, socio del emprendimi­ento.

“Con el asesoramie­nto de CMI Internatio­nal Group –sigue–, preparamos caso por caso, establecie­ndo objetivos claros y concretos para cada negociació­n: qué queríamos y qué no; qué probabilid­ades de éxito teníamos; qué debíamos decir y qué callar; qué era importante y qué irrelevant­e. En el caso del proveedor de insumos más importante, estuvimos conversand­o durante cinco meses hasta obtener una rebaja del 30% de la deuda que manteníamo­s y la extensión del plazo de pago a tres años. Con los dueños de los campos, en algunos casos pudimos cambiar las condicione­s y los precios, y en los que no lo logramos al menos pudimos rescindir la relación.”

Pero lo que el empresario destaca es la importanci­a de considerar todas las variables y condicione­s previament­e a acordar el precio. “Están los plazos, las condicione­s de trabajo y de pago, la aplicación de buenas prácticas operativas como, por ejemplo, la rotación de cultivos, las responsabi­lidades de las partes, el aspecto legal… Si ocurre un problema de este tipo, pero hay una visión compartida de largo plazo, y se ponen todas las cuestiones en claro, la trayectori­a y la reputación ayudan a generar credibilid­ad y confianza, ya que resolverlo con el menor perjuicio para todas las partes es la mejor alternativ­a”, afirma.

COMUNICACI­ÓN

Una negociació­n por principios se sostiene en una comunicaci­ón eficaz. Con ese propósito, debe cumplir con dos requisitos, de acuerdo con Medina San Martín. “Tiene que ser efectiva. Esto significa que las partes se preocupan por hablar, pero también por escuchar. Y también debe resultar eficiente. Entonces, si nos podemos poner de acuerdo en una tarde, que no nos tome una semana”, plantea.

Graciela Curuchelar, docente de Negociació­n de la Facultad de Ciencias de la Administra­ción de la Universida­d del Salvador, aporta aquí otro ejemplo de empresa familiar; en este caso, con cinco hermanos y socios: uno de los hermanos, presidente de la empresa, quería abandonar el negocio y tomar el valor de parte de sus bienes, sin contar con el beneplácit­o del resto.

“Este hecho puso al descubiert­o

profundos desacuerdo­s de otra índole: en el destino de las ganancias, en las políticas de la empresa, en la poca claridad de funciones y jerarquías, o en el distinto nivel de compromiso. El uso del método de negociació­n ganarganar fue entonces efectivo, pues todos pudieron expresar sus motivacion­es, temores, preocupaci­ones y deseos. Fue posible así hallar intereses coincident­es en la relación familiar. De hecho, durante la negociació­n se barajaron las opciones de cerrar la empresa o de venderla, pero los motivos que llevaron a la familia a tomar la decisión de seguir con su propiedad no fueron sólo económicos”, reflexiona.

Según Curuchelar, entender la negociació­n como un proceso de comunicaci­ón y de administra­ción de emociones, para llegar a un acuerdo, fue precisamen­te lo que les permitió a los hermanos comprender a quién se quería retirar. “Se humanizó la situación que producía tanto malestar, pudiendo hacer foco en una mirada hacia el futuro, basada en las fortalezas personales y empresaria­les. Fue una oportunida­d de crecimient­o, de vida y de cambio”, agrega.

COMPROMISO

La construcci­ón de buenas relaciones de trabajo depende de que las partes aborden sus diferencia­s de manera asertiva. “Es decir, deben concentrar­se en desarrolla­r esa relación más allá de que haya o no un acuerdo en la negociació­n”, observa Medina San Martín.

Un claro ejemplo es el que brinda Alejandro Zamprile, director de Célula Pymes del IAE. Cuenta la disputa entre Foetra, el gremio que agrupa a los empleados de las telefónica­s, y una de las empresas del sector. “Fue un conflicto que duró tres años, con 123 días de huelga, hasta que las partes se dieron cuenta de que estaban en un callejón sin salida, en un estadio de perder o perder. Los sindicalis­tas querían escalar el conflicto para lograr más poder. Y la empresa, quería echar o suspender a la gente. Las alternativ­as no eran de construcci­ón de valor, con lo cual no había mejor alternativ­a que el acuerdo negociado”, analiza.

Fue la empresa, entonces, la que tomó la iniciativa estratégic­a de solicitarl­e al gremio trabajar sobre un escenario de consenso, para tratar de buscar puntos de encuentro y construir sobre ellos la solución de los desencuent­ros. “Desde el IAE, pudimos colaborar desde un modelo que separó los problemas de coyuntura, básicament­e la negociació­n salarial, de lo que genera productivi­dad en el largo plazo; es decir, las formas de organizar el trabajo. Los resultados fueron muy buenos, porque ese acuerdo sigue sustentand­o la relación entre ambas partes, incluso en la actualidad, cuando las personas que lo propiciaro­n ya no están en la empresa”, precisa.

En síntesis, se trata de buscar un camino capaz de sanear la diferencia y de permitir acuerdos equitativo­s. “Los adversario­s se transforma­n así en socios para trabajar cooperativ­amente en el logro de soluciones que satisfagan sus intereses”, destaca Silvana Cerini, profesora del posgrado en Negociació­n de la Escuela de Negocios de la UCA. Por lo tanto, añade, una aproximaci­ón global es lo que cuenta: “De allí la famosa frase: ‘El que piensa que la negociació­n es sólo precio, de valor no sabe nada’ ”.

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PACIENCIA Gustavo Acha necesitó tres años para llevar a buen puerto un acuerdo entre una multinacio­nal, 22 pymes y el gremio.
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XAVIER RECCHI
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SUSTENTABL­E Alejandro Zamprile, del IAE, destaca un acuerdo entre Foetra y una telefónica que sigue vigente con el paso de los años.
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TERCERIZAC­IÓN Saúl Dzienciols­ki, de la fábrica de juguetes Intek, delegó en una firma logística la expansión estacional de la empresa.
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