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Gimnasios recargados

Ya se acercan a los 8.000, entre los gimnasios de barrio, las modernas cadenas y el furor por el crossfit. Van captando nuevo público, cada vez menos “golondrina”. por

- marianela lavate

Son casi 8.000 en todo el país y captan 2,8 millones de personas. Los especialis­tas aseguran que hay lugar para más.

durante mucho tiempo, desde su irrupción masiva en la década de

1980 y hasta hace pocos años, los gimnasios colapsaban en la primavera y languidecí­an durante el otoño y el invierno. Y si bien hoy sigue habiendo clientes “golondrina”, dentro de estos establecim­ientos es visible un cambio de hábito: la demanda ha dejado de ser estacional, con un público más permanente, que se toma la actividad física más como una disciplina­da tarea, que como un escape. Un cambio que difícilmen­te pueda ser separado de tendencias sociales como la lucha contra el sedentaris­mo y el tabaquismo, a la par del incremento de competenci­as masivas de running, aguas abiertas o triatlones.

En la Argentina, hay en funcionami­ento alrededor de 7.900 gimnasios y clubes deportivos a los que asisten cerca de 2,8 millones de personas. La cifra, relevada por la revista especializ­ada Mercado Fitness, parece significat­iva. Pero, a la vez, representa apenas un 6,4% de los habitantes del país, lo que marca que queda un gran mercado potencial por atender en un sector que, en 2015, tuvo una facturació­n aproximada de $ 13.400 millones; y que abarca un segmento que desembolsa unos $ 4.800 anuales per cápita para ejercitars­e.

En ese contexto, los gimnasios se adaptan a las nuevas exigencias de los socios, brindando,

por ejemplo, asesoría en nutrición; y crecen otras disciplina­s que, si bien no son recientes, van cobrando creciente notoriedad, como el crossfit. Más allá de que las demandas de los clientes sean diversas –sea por el rango etario o por los objetivos con los que entrenan–, los dueños de los establecim­ientos reconocen en ellos una búsqueda común: socializar, al estilo de los ya casi olvidados clubes de barrio: organizan grupos de running, competenci­as entre sedes y hasta fiestas exclusivas.

JUGAR DE LOCAL

Cuando el barrio “tira”, generar pertenenci­a es clave. Y eso es lo que lograron, con una buena relación precio/calidad, Valeria Staffolani y su marido, Flavio Rey, en San Telmo. Hace ocho años decidieron montar un gimnasio en Chacabuco al 1000. Con una inversión inicial de US$ 37.000, pusieron la piedra basal de Bayres Gym, que hoy ya cuenta con otra sede a cinco cuadras, sobre la calle Cochabamba, y un espacio de pilates a pocos metros de la avenida 9 de Julio.

“El que está arraigado al barrio busca un gimnasio en su zona. Aquí no había un espacio bueno y lindo, excepto donde lo conocí a

Flavio, pero cerró al tiempo de que arrancamos nosotros, así que recibimos a la gente que migró de allí. Esto explotó, a los pocos meses estaba lleno: musculació­n, clases, todo. Estaba bien para empezar, pero con 250 metros cuadrados, quedó chico rápido”, relata Valeria. “Había más demanda y pensamos en pasarnos a un lugar más grande. Pero veíamos que los socios, unos 400, estaban muy cómodos y conformes y tampoco queríamos abandonar Chacabuco, porque quedaba listo para que se instalara un posible competidor.”

Salieron del laberinto por arriba: en vez de mudarse, sumaron un nuevo espacio de 1.000 metros cuadrados sobre Cochabamba, donde funciona la segunda sede, que ya cumplió un año y medio, y cuenta con 700 socios. “La pata débil es sostener semejante superficie. Tenés que estar arreglando constantem­ente, por lo que tenemos una persona enfocada en el mantenimie­nto. Por otro lado, las máquinas implican también costos considerab­les, pues el uso es muy intenso, casi todos los días, de 7.30 a 22”, explica.

Guillermo Vélez, director de Mercado

Fitness, cuenta con un relevamien­to propio entre dueños de gimnasios: “Más de un tercio (33,8%) de los encuestado­s dijo que el ‘aumento de los costos operativos’ es su principal dificultad hoy; el 22,1% señaló los ‘precios de equipamien­tos’; el 15% dijo ‘caída en las ventas y/o renovacion­es’; el 10,8% habló sobre la falta de actualizac­ión de las cuotas; y un 10,6%, sobre la ‘falta de personal idóneo’”.

Staffolani asegura que ya no hay clientes

golondrina: “En septiembre era pico, todos se anotaban en esa fecha como para llegar bien al verano. Ahora, la demanda es pareja todo el año. Es menos estacional, la gente entrena todo el tiempo y está buenísimo, porque se traduce en salud”. Staffolani­a, además de ponderar a su equipo de “profes”, pone el acento sobre el plus social, más allá de la actividad física: “Se valora mucho la personaliz­ación, porque no sólo es un gimnasio: es una comunidad”. Cuenta que la fiesta de fin de año se ha convertido en un exponente de los “mimos” al cliente.

Distinta es la propuesta que han encarado las cadenas, donde, si bien importa el sentido de comunidad, juega un rol clave la accesibili­dad y la cercanía. Lo explica Alejandro Rodríguez, doctor en Ciencias Sociales e Investigad­or del Conicet, especialis­ta en deporte, consumo y estilo de vida saludable. “Los gimnasios, en comparació­n con otras disciplina­s, como crossfit, son más bien ordenatori­os, por la forma en que se dictan las clases, rutinarias y sistemátic­as, y las divisiones por género o edad. En los grandes establecim­ientos, hay un rango muy marcado de 20-40 años y prima, por la mañana, la presencia femenina. Se suma, también, el público mayor, “ALL INCLUSIVE” Dardo De Marchi y el ex Puma Serafín Dengra (izq.) en la sede de SportClub de Obras Sanitarias, en el barrio de Núñez. con actividade­s específica­s para ellos y que evita el estilo boliche de la noche, con música fuerte y un ritmo más vertiginos­o. La sala de musculació­n sigue siendo terreno masculino y el hombre suele ‘esquivar’ pilates y zumba”.

AL ALCANCE DE LA MANO

Con 30 sedes y seis nuevas sedes en carpeta, Megatlon dio origen a una categoría que no existía antes en el país, la de cadena. El negocio nació en 1991, cuando su dueño, Fernando Torchi, administra­ba canchitas de fútbol y un gimnasio en Flores. Según cuentan en la empresa, la chispa para armar la cadena fue a partir de una oportunida­d accesible en

Villa Devoto, y desde ahí fueron por más locales. En 1996, nace la marca y, recién en 1999, pasaron a

llevar todos los espacios el mismo nombre.

Fue entonces cuando se consolidó la red, caracteriz­ada por un sistema de membresías que, con el mismo carnet, les permite a sus más de 130.000 socios asistir a diferentes sedes.

La estrategia de la compañía es “gestionar la puesta en valor de gimnasios barriales o clubes que quedaron desaprovec­hados, donde la parte social ya está abandonada y las deudas y pérdidas calan hondo en el negocio”, explica Mario Balestrini, gerente de Comunicaci­ón de la cadena. “Se hace un contrato, se reequipa, se ofrecen nuevos servicios y se los explota. Es una forma de acceder a espacios grandes. Es un esquema win-win”, agrega. Balestrini describe el negocio según etapas: “El desembolso de dinero más fuerte es la inversión inicial, ya que los centros tienen superficie­s superiores a los 1.000 metros cuadrados. El equipamien­to consiste en vestuarios muy confortabl­es y máquinas de última tecnología y de altísima calidad, por ahora, principalm­ente, todo importado. En algunos casos, hay desarrollo­s nacionales, que también son muy buenos. Por último, está el mantenimie­nto y las reformas”.

¿Y la rentabilid­ad? ¿En cuánto tiempo se recupera la inversión? Según Balestrini, la concepción del negocio se rige bajo la premisa de que el recupero es a largo plazo. “Te podés quedar con el recupero o seguir, aquí la política diseñada por Fernando (Torchi) es que la mayoría de las utilidades van al crecimient­o. Es un buen punto a tener en cuenta para el emprendedo­r el preguntars­e cuánto va a destinar a crecer. La compañía vive por otra misión, que el dinero ayuda a llevar adelante.”

Balestrini asegura que no ven en otros gimnasios, o cadenas, a competidor­es. “Nuestra competenci­a es contra el sedentaris­mo; a los demás gimnasios, los vemos como colegas nuestros. En Estados Unidos, se ejercita un 16% de la población; en Europa, entre 12 y 14%; y en la Argentina, apenas un 6,5%”. Pero, a la

“En el crossfit no cuenta sólo lo deportivo. Lo que suma es que es entretenid­o y genera una pertenenci­a, más allá de las cuatro paredes del gimnasio.”

vez, asegura que están atentos a las nuevas tendencias, como las que denomina “nuevas presentaci­ones”, como “Megacross” oferta que sumaron en 2014 en las sedes de Barracas, Villa Devoto, Rosario, entre otras. “Como se deduce del nombre, toma mucho del crossfit, pero se hicieron modificaci­ones y fue adaptado por especialis­tas al perfil local. La gente se enganchó y funciona muy bien, porque es buen complement­o del gimnasio”. Lo mismo ocurre con los “Running Teams” (cuentan con 22), que buscan estar en sintonía con una actividad que convocó, sólo para la media maratón de Buenos Aires, más de 22.000 inscriptos. En cuanto a los docentes, asegura, son todos profesores de Educación Física que deben cumplir con una capacitaci­ón adicional. “Hay un sistema de selección, de capacitaci­ón (cumplen tres módulos de formación), para que el profe no sea solamente simpático y buena onda, sino que ayude a los objetivos de la persona. Es sumamente importante lo que se invierta en este rubro.”

La otra gran cadena de gimnasios es SportClub, con un plan de expansión también “agresivo”, tal como lo define uno de sus dueños, Dardo de Marchi. Hoy, cuenta ya con 41 centros en funcionami­ento y aperturas inminentes para Capital, Nordelta y La Plata. Sportclub comenzó con la concesión de las instalacio­nes del Club Almagro, sobre avenida Medrano, en 1993, con un formato por entonces novedoso: un pase “all inclusive” que contenía el gimnasio, la pileta y activides recreativa­s.

“Hoy, el desafío es grande; la tecnología y el equipamien­to juegan un papel clave en la forma de ejercitars­e. Se incorporar­on los millenials, y es importante entender cómo piensan y sienten y, en nuestro caso, cómo quieren y se ven entrenando, ya que nos exigen y evalúan cada vez más. Todo esto, claro, sin descuidar al público que nos vio nacer y que nos llevó adonde estamos”, plantea De Marchi, acompañado por su director de Relaciones Públicas Deportivas, el ex Puma Serafín Dengra.

“No tenés máquinas, que pueden costar $ 30.000 cada una. No es que los materiales sean baratos, pero la inversión es flexible: puede ser chica o enorme.”

De Marchi coincide con sus colegas de Megatlón en el hecho de que, en la Argentina, el público que asiste a gimnasios no llega a dos dígitos. “Los gimnasios all inclusive siguen siendo los de mayor aceptación. Sin embargo, fuimos viendo en los últimos años la aparición de estructura­s de nicho que también supieron cautivar a la gente. Por eso, la innovación nunca fue tan importante”, agrega el empresario. “Estamos constantem­ente viendo cuáles son las últimas tendencias para poder ofrecérsel­as a nuestros más de 100.000 socios”. La tarifa promedio de los planes ronda los $ 1.150 por mes, con descuento sobre los planes anuales

(los más elegidos en las cadenas, con 52,2% de incidencia, según Mercado Fitness), donde pagan un 20% menos y hay hasta 10 cuotas sin interés. En Sport Club, al igual que en casi todos los casos, el principal costo fijo suelen ser los sueldos de los docentes, junto a la inversión en infraestru­ctura y equipamien­to. “Siempre teniendo en considerac­ión la cantidad de superficie a construir, cuesta aproximada­mente US$ 700 el metro cuadrado”, agrega De Marchi.

Sobre el desembolso inicial, José Alberto Torres, presidente de la Cámara Argentina de Gimnasios y Natatorios, resume: “Un gimnasio pequeño-mediano puede empezarse con una inversión de US$ 100.000; uno más grande, con natatorio incluido, es el que necesitarí­a al menos US$ 400.000”.

“CROSSFIT”

Entre las nuevas tendencias de los gimnasios, hay un furor por el crossfit. Según estimacion­es

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crossfit ya captan 10% de la oferta.
ANDRÉS D’ELÍA 04.2017 PATAS PARA ARRIBA En el gimnasio Licanos, convocan a un público que no busca las clásicas máquinas. Los crossfit ya captan 10% de la oferta.
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04.2017
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