Internet de las Cosas: los nichos donde hacer negocios.
El mercado de dispositivos conectados entre sí promete crecimientos astronómicos. Pero no para todos. La clave es dar en la tecla con el modelo de negocios.
Cuenta la leyenda que la primera visita de Oscar Wilde a Estados Unidos coincidió con el naciente desarrollo del teléfono. Pero cuando le explicaron que, con sólo discar un número, esa innovación tecnológica le permitía conversar desde Nueva York con una persona de Boston, el autor de El retrato de Dorian Gray se limitó a preguntar: “¿Y hablar de qué?”.
Ese mismo interrogante están tratando de responder los emprendedores cuyos modelos de negocio se basan en desarrollar productos interconectados digitalmente, transformando en realidad la profecía de la Internet de las Cosas (Internet of Things o
IoT, en inglés). Es decir, la conexión de dispositivos, vehículos, edificios y otros artículos integrados por electrónica, software, sensores y conectividad a la Red entre sí, de forma tal que les permita recabar e intercambiar datos.
¿Datos sobre qué?, sería la pregunta en este caso. Las proyecciones, tanto acerca del crecimiento de las conexiones a IoT, como de los desembolsos en esta “próxima revolución industrial”, son astronómicas, pero no está tan claro todavía cuáles son los mejores modelos de negocios. No necesariamente todas las mediciones de un sensor permiten generar información de real impacto y, en consecuencia, tienen valor.
El último relevamiento de Machina Research cuenta más de 6.000 millones de conexiones a IoT ya vigentes –negocios y dispositivos electrónicos de consumo, en su mayoría– y pronostica 27.000 millones para el 2025. Markets and Markets estima que el tamaño del mercado de IoT puede crecer de los US$ 157.000 millones actuales a 661.000 millones en 2021, a una tasa anual de 33%.
¿Pueden aprovechar esa oportunidad los emprendedores argentinos? A juicio
de Lorena Suárez, country manager de Wayra Argentina, la aceleradora de emprendimientos de Telefónica,
“su mayor desafío es que, a partir de la información ofrecida por sus dispositivos, los clientes puedan tomar acciones que impacten favorablemente en sus respectivos negocios”. Según sus palabras, “la tecnología permite desarrollar infinitas soluciones posibles, midiendo casi absolutamente todo, debido a lo joven de esta industria. El reto es entender cuáles de esas mediciones son las críticas para ayudar a los clientes a que mejoren sus gestiones”.
¿EL B2B GANA?
Suárez asegura que las mejores opciones para emprender en IoT están asociadas con el desarrollo de soluciones para mejorar la productividad de los negocios, o bien son distintas problemáticas de las ciudades. “Son dos áreas en las que las empresas pueden crear valor, ya que abordan problemas muy grandes y, por lo tanto, lo percibido por los clientes es mayor.”
Un ejemplo es el de la startup
LESS, que desde 2013 desarrolla y desde 2015 comercializa un desperdigado abanico de soluciones propias de vigilancia de procesos industriales y agrícolas. “Tenemos dispositivos para monitorear la humedad del suelo, con el propósito de optimizar el riego, y también el estado de los silos bolsa y otros tipos de almacenes. También, para detectar heladas en viñedos, o incluso robos, además de distintas aplicaciones de logística industrial y chequeo de factores ambientales en ciudades”, admite Sebastián García Marra, su CEO.
“Todas nuestras soluciones constan de un dispositivo con un conjunto de sensores y conectividad a Internet, y de un sistema en la Nube que recolecta los datos generados, los convierte en información útil mediante algoritmos de inteligencia artificial, y se los muestra al cliente por medio de gráficos, historiales y alertas en tiempo real. De esta manera, le permite tomar decisiones e integrarlos con otros sistemas”, explica.
Se trata, entonces, de productos de IoT por definición. “Resolver el problema de sensado en ambientes industriales y agropecuarios implica un montón de desafíos de ingeniería, como por ejemplo la necesaria robustez ante las inclemencias climáticas, la autonomía de la batería, o los problemas de conexión a Internet. Éstos son los desafíos que tienen por delante todas las soluciones de IoT, en busca de conectar el mundo físico con el digital, para mejorar distintos tipos de procesos”, analiza el emprendedor.
El último relevamiento de Machina Research cuenta más de 6.000 millones de conexiones a IoT ya vigentes: negocios o dispositivos electrónicos.
Con US$ 250.000 de capital emprendedor, levantados de la propia Wayra Argentina junto con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y de los programas trasandinos Startup Chile y Scale, su modelo de negocios consta de abonos recurrentes por el acceso a la información generada. “Nos hacemos cargo de los costos de conectividad, mientras que los equipos pueden adquirirse o alquilarse”, aclara García Marra. Y completa: “Apuntamos al mercado industrial y agrícola regional, para luego expandirnos a otras partes del mundo. De hecho, cerramos nuestra primera venta a Kenia, a pesar de las dificultades obvias de la distancia”.
Otro caso al respecto es el de Spectro, una plataforma de inteligencia de negocios para espacios comerciales, creada en 2015. “Se alimenta de datos obtenidos por sensores propietarios, que se instalan en puntos estratégicos.
Funcionan como radares de tránsito peatonal. Permiten conocer la presencia, ubicación y recorrido de personas y activos dentro de espacios físicos, con la precisión de un sistema GPS”, detalla Ian MacKinnon, uno de los socios.
“Al digitalizar el recorrido y las interacciones de cada visitante, nuestros clientes pueden utilizar técnicas e indicadores de gestión antes sólo reservados para canales digitales, acelerando su ingreso al nuevo paradigma de la omnicanalidad. La información es enriquecida con fuentes de datos adicionales de operaciones, ventas, marketing, tráfico y clima, a la búsqueda de relaciones o patrones ocultos. Finalmente, se emiten reportes con recomendaciones para gestionar de manera más eficaz las operaciones”, indica el vocero de la startup con sede en Buenos Aires y en Santiago de Chile.
Lo notable de la iniciativa, cuyo modelo de negocios es de Software as a Service, con una cuota inicial de afiliación, más otra periódica por el servicio, ambas proporcionales a la superficie cubierta, es que nació con otro propósito: abordar el problema del sensado de
flujo peatonal en contextos urbanos. Sin embargo, pivotear hacia la mejora de la experiencia del consumidor le permitió acceder a una ronda de inversión semilla de parte de Wayra.
En ese sentido, cabe mencionar que los sensores de diseño argentino son fabricados en China e importados nuevamente para completar su ensamblado. El software, en tanto, se encuentra en la Nube, según apunta el emprendedor. “Detectamos una oportunidad local de 42 millones de dólares anuales, pero llega a 1.000 millones en Hispanoamérica y a 30.000 millones en el mundo”, completa.
La propuesta que sí pudo prosperar como solución para que las ciudades puedan gestionar y mejorar de forma inteligente y en tiempo real la movilidad urbana es la de Count.it, otra startup fundada en 2015. De hecho, ya levantó US$ 130.000 en fondos de Wayra Argentina, el Gobierno de la ciudad de Buenos Aires y capital privado. Además, facturó US$ 183.000 el año pasado y prevé llegar a un millón en este 2017.
“Por medio de sensores instalados en la vía pública, recolectamos datos del tránsito, los analizamos digitalmente y los transformamos en información útil. Nuestra tecnología se basa en el procesamiento de imágenes para cuantificar el flujo vehicular y en la detección de señales de smartphones para medir tiempos de viaje, congestión y determinar cómo se mueve la gente. Nuestros sensores se pueden conectar con la cartelería, para indicar sobre un ingreso congestionado; con los semáforos, para ajustar las luces según la demanda del momento; o bien permiten enviar alertas de accidentes a los servicios de bomberos, ambulancias o policía, para una acción inmediata”, detalla Darío Novara, uno de sus socios cofundadores.
A principios del año pasado, vendieron las diez primeras unidades al gobierno porteño. Desde ese momento, fueron sumando municipios, entes gubernamentales como Vialidad Nacional y concesionarios de autopistas a la cartera de clientes. “Les ofrecemos un servicio de consultoría inicial para
conocer sus problemáticas, planificar la red de sensores, y ejecutar efectivamente la instalación. También les brindamos un servicio mensual de datos y ayuda en la toma de decisiones para ejecutar proyectos que mejoren la circulación en las ciudades. El mercado tiene un potencial anual de 128 millones de dólares”, concluye el representante de la empresa con sede en Buenos Aires.
¿EL B2C TAMBIÉN?
Pero la Internet de las Cosas también puede servir para desarrollar artículos de consumo, hoy más bien de nicho pero que, más pronto que tarde, tratarán de transformarse en masivos. Así lo indica Elian Álvarez, cofundador y socio gerente del fondo de capital emprendedor 54 Ventures. “Una de las aplicaciones más interesantes se da en el uso racional de la energía”, apunta. Sobre todo ahora que, a fuerza de tarifazos, los usuarios comienzan a tomar conciencia del gasto en los servicios públicos.
En efecto, desde el año pasado, Wabee ofrece un monitor de energía eléctrica, que permite a los usuarios controlar el consumo, gracias a la información a la que acceden desde su smartphone, por medio de una app. “Es un producto IoT desde su concepción. Además de medir el consumo eléctrico, tiene la capacidad de procesar esa información, con el fin de obtener conclusiones que ayuden a tomar decisiones. Por ejemplo, puede monitorear el consumo eléctrico mientras mide la producción de un panel solar. Con esa información, podría permitirle a otros dispositivos conectados, como un lavarropas, elegir un momento apropiado para encenderse”, señala Claudio Figuerola, su creador.
Su modelo de negocio se enfoca en la venta del producto básico tanto a consumidores finales como a comercios, pymes y organizaciones. “Hoy, existen alrededor de 10 millones de medidores instalados y todos ellos son potenciales clientes. Además, las subas en las tarifas van a incrementar la base de potenciales consumidores”, afirma el emprendedor. Por ahora, proyecta ventas por 1.500 unidades para el 2017, sumando un total de $ 4,5 millones.
Según Álvarez, todos los modelos de negocios diseñados para simplificar la vida cotidiana de los usuarios, en adición, pueden tener un impacto considerable, tanto a escala local como global. Un ejemplo interesante al respecto es el de Gi Fly, la bicicleta eléctrica desarrollada por la cordobesa Bignay, empresa que cuenta también con sedes en Nueva York, Estados Unidos, y en Dongguan, China. El vehículo es capaz de interactuar con cualquier smartphone y, desde allí, conectarse a Internet con el propósito de compartir información.
“La innovación radica en que es la primera bicicleta eléctrica del mundo que sólo puede ser comandada de forma inalámbrica por un smartphone. Al principio, esta interacción le brinda al usuario la posibilidad de bloquearla de forma automática y de compartir la bicicleta o distintas estadísticas y rutas. Pero, en el futuro, se abre un abanico muy interesante, para medir la calidad del aire, el tráfico o las condiciones biomédicas del usuario”, anticipa Lucas Toledo, CEO de la iniciativa considerada por Business Insider como una de las diez mejores del mundo en su tipo.
Con ventas por US$ 500.000 durante el año pasado, que sus creadores prevén cuadruplicar en el transcurso de esta temporada, y US$ 1,5 millones levantados en una ronda liderada por el fondo Incutex, el horizonte parece no tener
límites. “El mercado mundial de bicicletas eléctricas alcanza las 35 millones de unidades anuales y los US$ 10.700 millones de facturación, según Global Navigant Research. Hasta el momento, ya tenemos preventas por casi un millón de dólares, el 45% en Estados Unidos, el 35% en Europa y el resto entre Asia y América Latina, en un total de 44 países. Además, logramos cerrar un acuerdo con Amazon, por el que tenemos acceso a casi 200 millones de potenciales clientes”, puntualiza.
Por eso, el plan consiste en finalizar la producción masiva para despachar las unidades prevendidas y abastecer los almacenes de Amazon. Para el mediano plazo, en adición, la idea es construir una red de distribuidores y locales alrededor del mundo para comercializar y proveer servicios. “Esperamos lanzar una red de accesorios para la Gi y nuevos productos de tecnología”, suma el emprendedor.
Córdoba también alumbró, en 2015, ala startup Curvilux, que en la actualidad ya cuenta con sedes en Colombia y Estados Unidos. Su negocio es el desarrollo y la venta de muebles conectados. “Nuestro producto es de la categoría IoT, porque integra conectividad con el dispositivo móvil de las personas y con otros productos y ecosistemas del mercado. Por ejemplo, con las luces led HUE de Philips”, sostiene Rodrigo Morelli, su CEO.
“El mercado al que apuntamos es el de Estados Unidos, donde se comercializan 100.000 millones de dólares al año en muebles. Es lo suficientemente grande como para que podamos captar una cuota interesante, si todo funciona como lo esperamos”, analiza. De hecho, los números del emprendimiento ya muestran ventas anuales por US$ 40.000, que proyectan ampliar a 500.000 en 2017, más un monto de US$ 150.000 levantados entre inversores ángeles y programas gubernamentales tanto de la Argentina como de Chile y Colombia.
En ese sentido, la compañía prioriza los canales de comercialización online, como el sitio de crowdfunding Indie-
gogo y la web propia. “Además, estamos trabajando para entrar en Amazon y en tiendas físicas específicas para startups, en Estados Unidos. Nuestros ingresos, hoy, provienen de la venta al consumidor final del modelo de mesa de luz, pero también planeamos comercializar nuestra tecnología y abrirla a otros diseñadores y fabricantes”, añade.
Como se ve, parece haber lugar para productos destinados tanto a empresas como a consumidores finales. Por eso, proyectos más incipientes plantean incursionar en ambos mundos, esperando identificar el modelo más adecuado de las sucesivas interacciones, con ambas clases de clientes. Es el caso de Oliver, que todavía no cumple su primer año. Se trata de una tobillera conectada a una aplicación móvil, que es capaz de recolectar datos futbolísticos, atléticos y de salud, mientras su usuario juega al fútbol.
“Proporcionamos un pull de métricas que incluyen mapas de calor y mediciones sobre la fuerza de impacto en la pelota o la velocidad de los sprints. También desarrollamos un sistema que, de forma lúdica, establece una comparación entre jugadores. Pensamos ofrecer el producto a usuarios a un costo aproximado de 99 dólares. Y también brindar un servicio B2B para instituciones deportivas, que puedan usarlo para realizar un seguimiento de sus divisiones inferiores o de las pruebas de jugadores que realizan”, señala José González Ruzo, socio cofundador de la iniciativa, que nació de un acuerdo con la desarrolladora de software Wolox.
“Existen más de 200 millones de futbolistas semiprofesionales en el mundo, que juegan algún tipo de torneo o están inscriptos en alguna organización, sin obtener beneficios económicos por ello. Representan un mercado enorme, en torno a los 20.000 millones de dólares”, asegura el emprendedor. Mientras, con el prototipo y esos números bajo el brazo, ya trajina en busca de financiamiento de aceleradoras e inversores ángeles, para volver realidad, como en el resto de los casos, la promesa de la Internet de las Cosas.
MARKETS AND MARKETS ESTIMA QUE EL TAMAÑO DEL MERCADO DE IOT PUEDE CRECER DE LOS US$ 157.000 MILLONES ACTUALES A 661.000 MILLONES EN 2021.