Pymes

Crecer entre desfiles

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“Yo trabajabab­a desde chica con mis padres en La Clocharde, en Juncal entre Uruguay y Talcahuano. Era un local de ropa muy importante en Buenos Aires, con un nivel excelente de calidad, con un estilo bastante marcado y único”, dice Jazmín sobre su infancia. “Yo no tengo mucho que ver con la producción.

Mis papás tenían esta casa de ropa, me crié ahí. Era una cosa mucho más exclusiva, más refinada, de muy alto nivel. Ellos compraban, desde 1970, telas en Europa, viajaban dos veces por año, a mí me llevaban 80 veces sí y otras 80, no.

“La Clocharde era un mito, no era un simple comercio, sino ‘el’ lugar de Buenos Aires”, agrega Drescher. “Yo fui a comprar allí los vestidos de las fiestas más importante­s que teníamos. Y si te atendía la mamá de Jaz, ni hablar. Hay que entenderlo, porque nada que ver con lo que pasa ahora. Cuando a la gente de la clase alta le interesaba vestirse bien, La Clocharde era la referencia. No había 20 referencia­s, era una. El resto no existía. Es importante entenderlo porque, donde se desarrolla Jaz, había un papá de una elegancia y una obsesivida­d por la calidad infernal, y una mamá con un buen gusto impresiona­nte”. Jazmín agrega: “Me crié así, con mi mamá preparando los desfiles. He acompañado a mi papá a Italia a comprarte las, cuando yo tenía 14. Cuando tenía 16 ó 17 me encantaba ir, ver a las modelos, cambiar, me divertía toda la cosa que pasaba. Y apenas terminé el colegio me fui a Nueva York, al Parsons School of Design, a estudiar diseño de moda. Cuando volvía en verano, por un mes, trabajaba con mis viejos”. Tenía apenas 18 años cuando se radicó en Nueva York. Y, al año siguiente, mientras seguía con su escuela de diseño, comenzó la primera de sus dos pasantías. “Yo me quería empapar en lo que era estar cerca de la ropa y el segundo año trabajé en Valentino, atendiendo el teléfono gratis. ‘Valentino, how may I help you’. Era sólo eso, pero yo estaba chocha de entrar a esas oficinas. Al menos, un rato. Y Nueva York era todavía una ciudad artística, por así decir; hoy, es una ciudad de gente rica”, define. “A Broadway, por ejemplo, la fueron arreglando mientras yo estaba ahí. Al principio no se podía caminar, y cuando me volví a la Argentina, había locales de Disney. Viví esa transforma­ción en esos cinco años.”

El cierre de su período como estudiante fue a la par de su segunda pasantía. “Antes de volver, tuve otro trabajo allá, en Donna Karan, una marca que en los ’90 fue muy fuerte. Otra vez, ordenando, copiando moldes. Ése era mi trabajo. Pero ahí estaba fascinada, porque la veía a ella, veía el movimiento”, cuenta. “Cada vez que subía ese ascensor, me parecía lo máximo. Pero nunca me dijeron ’Jamín, diseñá tres remeras’. Iba tres o cuatro veces por semana, después de la facultad. Estaba en Donna Karan, pero sólo estaba como estudiante.”

A fines de 1995, retornó a Buenos Aires y se entrevistó con Drescher. El resto es la historia de cómo ayudó a cambiar el diseño de moda en la Argentina.

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