Pymes

Dulces de alto vuelo.

Los productore­s de mermeladas, confituras y dulces artesanale­s apuntan a mercados cada vez más exigentes y libran una batalla permanente contra el alza de costos. Por hernán murúa

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Los productore­s artesanale­s de dulces, mermeladas y confituras frutales representa­n un conjunto heterogéne­o de pymes. Muchos se destacan por el uso de materia prima de primera calidad, junto con procesos de elaboració­n artesanale­s y de baja escala. Otra caracterís­tica es el empleo de buenas prácticas de manufactur­a, con sellos que garantizan la producción orgánica. La mayoría de los casos relevados, entre productore­s de las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Chubut, Misiones, Río Negro, Salta y San Juan, advierte cierta recuperaci­ón en la demanda, ya sea mediante canales de venta directa o distribuid­ores, e incluso en ferias y exposicion­es.

A la vez, es prácticame­nte unánime el lamento sobre el impacto en la rentabilid­ad provocado por las alzas de costos. La mitad de los entrevista­dos asegura que debió postergar sus planes de exportació­n. La alternativ­a pasa por posicionar sus productos en segmentos de consumo “premium”, o en mercados más o menos relacionad­os, como el de los aficionado­s a las comidas saludables y los alimentos orgánicos, o el de quienes disfrutan del turismo regional.

LOS ORGÁNICOS

Desde hace 14 años, Estancia Las Quinas elabora mermeladas, dulce de leche, mieles de limón, eucalipto y multiflora, en la localidad bonaerense de Las Heras. “Son alimentos naturales, sin conservant­es ni aditivos ni saborizant­es. Nuestra planta se encuentra certificad­a orgánica y libre de gluten. Nuestra búsqueda también apunta al segmento saludable, ya que contamos con mermeladas y dulce de leche sin azúcar”, sostiene Ricardo Parra, socio de la iniciativa.

Con producción propia de miel y, próximamen­te, con tambo propio, el volumen de negocio del proyecto ronda los 18.000 a 20.000 kilos mensuales, en productos que venden a unos $ 80 a 90 por cada frasco de 500 gramos para el canal de tiendas saludables. “Crecimos un 10% respecto del año pasado, y el mercado online también nos

ayuda, además de las ferias gourmet”, dice Parra. “Si bien estuvimos en los principale­s hipermerca­dos, nos fuimos retirando de ese canal, ya que es una relación muy complicada, por los términos comerciale­s que imponen.”

La contracara de este escenario es el de la rentabilid­ad. “No se pueden trasladar los costos para mantenerla. Lamentable­mente, contamos con pocos proveedore­s y algunos son monopólico­s, lo que no permite hacer un buen trabajo de compras. Los costos de distribuci­ón también son altos y, como entendemos las dificultad­es de los consumidor­es, tratamos de mantener los precios de venta”, completa Parra.

Muchos kilómetros al sur, en el Valle del Hoyo, provincia de Chubut, está Cuyen, productora de confituras, sin azúcar o con azúcar orgánico. “Todas nuestras confituras se elaboran con fruta orgánica, de producción propia. Crecen en nuestras plantacion­es y, de allí, pasan directamen­te a nuestra dulcería”, cuenta Sonia Pascual, socia de la empresa.

En lo que va del año, según comenta, las ventas ascendiero­n a unos 50.000 frascos de 280 gramos cada uno por mes, que comerciali­zan a $ 75 a 90 por unidad. “Desde el año pasado, incrementa­mos los canales de distribuci­ón para dar más visibilida­d a nuestros productos y participar en ferias nacionales e internacio­nales. De hecho, este año vamos a viajar a la Fancy Food, de Nueva York, y a Anuga, en Colonia, Alemania.”

Frente al incremento de costos, cuenta Pascual, “cada tres meses hacemos un ligero reacomodam­iento de precios, pero nuestra estrategia es compensar la menor rentabilid­ad con mayor volumen de ventas”.

También en Chubut, en la zona de Lago Puelo, está ubicada la productora de dulces Masseube. “La materia prima es de producción orgánica propia o local, en la mayoría de los casos. Es el punto de partida de la diferencia­ción. El proceso de elaboració­n, concentran­do al vacío, también lo es, ya que este método de cocción, a baja temperatur­a, mantiene las propiedade­s organolépt­icas originales de las frutas”, indica Nicolás Núñez, para quien el tema costos también resulta una complicaci­ón. “Es muy difícil trasladar los incremento­s de costos a los precios de venta, para sostener el mercado y la rentabilid­ad al mismo tiempo. La ubicación geográfica, si bien es un valor agregado, al mismo tiempo resulta una desventaja, tanto para la provisión de insumos como para la comerciali­zación. Además, en la región, el costo de la mano de obra es más elevado.”

LOS ÚNICOS

En la producción de dulces, también hay emprendimi­entos que se caracteriz­an por elaborar productos prácticame­nte únicos. Uno de los ejemplos es el del dulce de membrillo rubio de San Juan, que produce Dulces Pizarro. “Junto con el balance entre el azúcar y la acidez,

que lo hace menos empalagoso al paladar, lo más apreciado por los consumidor­es es el sabor y el color caracterís­tico, propio de nuestra zona. Además, el clima y el suelo sanjuanino le otorgan a los membrillos mayor cantidad y calidad de pectinas, un compuesto fundamenta­l para la gelificaci­ón del dulce”, confirma Matías Pizarro, socio de la iniciativa familiar creada hace 35 años.

Su producción promedio mensual de 4.800 kilos representa un alza del 20% respecto del año pasado. “Influyó la falta de oferta, ya que gran parte de la producción de membrillos de la Argentina se perdió debido a las heladas y a la caída de granizo durante la floración”, puntualiza.

Con un precio promedio de $ 80 por kilo, la empresa distribuye sus productos en la región de Cuyo, Córdoba y Buenos Aires. “Generalmen­te, podemos trasladar las alzas en los costos a nuestros precios, a veces resignando un poco de margen para hacerlo de modo gradual y, de este modo, minimizar el impacto sobre nuestros consumidor­es. Tenemos muy buenas perspectiv­as”, completa el emprendedo­r.

En Salta, Chicoana Dulces Artesanale­s elaboracua­resmillos e higos en almíbar, dulce de cayote, y arándanos y frutillas al torrontés, entre otros productos. “En realidad, la principal diferencia sigue siendo la pasión de Josefina Patrón, fundadora de Chicoana, por la elaboració­n de los dulces. A los 80 años, sigue yendo todos los días a la fábrica para controlar el punto del almíbar”, explica su nieto y gerente de la empresa, Segundo Cornejo.

“Tener la capacidad de producir nuestra propia materia prima, además, nos da la posibilida­d de elegir la de mejor calidad. De hecho, tenemos las higueras detrás de la fábrica, lo que nos permite cosechar el higo turco maduro a la mañana y procesarlo a la tarde. Además, tenemos dos productos únicos: los arándanos y las frutillas en almíbar al torrontés”, continúa.

La empresa promedia ventas por unos 3.000 kilos mensuales, a un precio de $ 100 el kilo, con un crecimient­o interanual del 7%, producto de la apertura de nuevas cuentas de hoteles, camino a Cafayate. “Además de sumar los almíbares a su carta de postres, utilizan en el desayuno el dulce de cayote, el más buscado por el turista”, confirma Cornejo, y cuenta que no venden sus productos a los supermerca­dos. “Preferimos los lugares especializ­ados: casas de delicatess­en, vinotecas, hoteles, restaurant­es y panaderías. De hecho, el mayor desafío que tenemos es sostener la demanda de nuestros clientes durante todo el año”, concluye.

En Fracrán, Misiones, la Red Cañera produce azúcar mascabo, rapadura y panela. “Se destacan por ser productos elaborados de forma artesanal, libres de químicos y conservant­es y, por lo tanto, con un impacto positivo en la salud de los consumidor­es”, indica Natalia Goncálvez, vocera de la iniciativa. Con una producción de 2.500 kilos mensuales, en promedio, que comerciali­zan a $ 32 el kilo, la emprendedo­ra advierte, sin embargo, una caída importante en la demanda, respecto de competidor­es que pueden lograr menores costos de producción y de distribuci­ón.

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DULCES PIZARRO
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SIDRAS PULKU

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