La pyme familiar.
Los premios Propulsar buscan estimular proyectos requieren poco capital para consolidarse: en su última edición fueron distinguidos desde una textil hasta una app. por wAlter duer
Aveces, es necesario apenas un pequeño empujón para que sea posible dar rienda suelta a la capacidad emprendedora. Así lo entienden desde hace ocho años los premios Propulsar, una iniciativa de Citi Argentina, Fundación Avina y Fundación La Nación: año a año, reconocen un conjunto de proyectos que requieren de bajos niveles de capital para poder consolidarse.
En esta edición, hubo 209 postulantes de seis provincias (históricamente, el número de participantes ya superó los 1.700).
Los ganadores se repartieron los 220.000 pesos disponibles: 100.000 pesos para el microemprendedor del año y 60.000 pesos cada uno de los microemprendedores que salieron victoriosos en las categorías “Servicios” y “Producción”. Además, los quince finalistas recibieron una capacitación en educación financiera brindada por un consultor de la Organización Internacional del Trabajo.
También se entregó el premio “Impulsando ideas innovadoras”, orientado a organizaciones
sociales que se hayan especializado en finanzas, con un fondo de 150.000 pesos. Se premió, según los organizadores de la iniciativa, la capacidad de pensar, diseñar, estructurar y aplicar ideas nuevas que respondan a problemas reales y generen productos o servicios nuevos que puedan replicarse en la sociedad civil de Argentina. Por último, el premio “Emprendedor joven”, que se otorgó por segunda vez, está dirigido a jóvenes de entre 18 y 29 años que desarrollan soluciones a problemas sociales. Estuvo dotado de 50.000 pesos y la participación del ganador en una semana de aceleración de Socialab, Ashoka y Unesco.
A veces, un pequeño empujón puede ser el origen de un enorme impacto.
BUENA PASTA
¿Usar los últimos ingresos para cubrir las necesidades básicas por un par de meses o apostar ese pequeño capital en un nuevo emprendimiento? En enero de 2011, la salteña Alina Varela Pantaleón se enfrentó a esa disyuntiva. Acababa de tener su primer hijo, no tenía trabajo y los ingresos como electricista que venía consiguiendo su marido habían menguado por falta de obras.
La duda duró poco: se inclinó por la segunda opción. Los fondos disponibles alcanzaron solo para comprar dos moldes para fabricar sorrentinos. Un almacén amigo fió un paquete de harina y dos envoltorios de espinacas. Una pizarra con lucecitas de colores montadas gracias a las artes del esposo se convirtió en la primera marquesina. “Primero le vendimos las pastas a algunos familiares y amigos, pero tuvimos la suerte de que la aceptación fue inmediata”, evoca Varela Pantaleón, ganadora del premio a microemprendedora del año.
De pronto El Árbol Pastas Ricas dejó de ser una herramienta de supervivencia y se convirtió en un emprendimiento hecho y derecho. Los pocos clientes que tocaban timbre los primeros días se transformaron en una cola cada vez más larga. Y no habían pasado dos meses desde la fundación cuando llegaron los primeros encargos de restaurantes. “Cuando vimos que aparecieron pedidos de locales de Jujuy, supimos que nos teníamos que dedicar de lleno a esto”, cuenta Varela Pantaleón.
El premio sirvió para adquirir una moto para delivery, la adquisición de máquinas para mejorar la producción y para mejorar el packaging: pasaron de cajitas grises estándares, compradas al por mayor, a otras que tienen impreso el nombre de la fábrica.
“No ponemos aditivos ni conservantes, nuestras pastas son completamente artesanales, caseras y sanas: las puede comer un bebé de seis meses y un adulto mayor”, cuenta la emprendedora. “Además, no hacemos alta cocina: nos dedicamos a los sabores clásicos, con productos que no se consiguen en otros lugares, como las pastas rellenas de espinaca y seso”, concluye.
UNA AGUJA EN UN PAJAR
Liliana Barrera, ganadora en la categoría “Servicios”, nació y vivió en el Tigre rodeada de hilos y agujas: su mamá era modista y siempre trabajó en su casa cosiendo para afuera. Cuando su madre falleció, hace dos años, su casa quedó vacía. Y no hubo mejor homenaje que reciclar
esa suerte de templo de la costura en una escuela. Hoy, desde Amasol Escuela, enseña el arte a otras personas de su zona.
“La idea no es enseñar técnicas convencionales de corte y costura, sino algo más informal, más libre”, destaca Barrera, que cuenta graciosa que una de las asistentes regulares a sus clases dice que asiste a “costuraterapia”.
Las agujas y los hilos se convirtieron, con el tiempo, en la punta de la madeja. Barrera decidió ampliar el espectro de capacitación
(“no a todos les gusta la costura”, se defiende) e incluyó cursos y talleres de belleza, primero, y luego de estudiar en la Fundación de los Colores, también de maquillaje, con una derivación impensada. “Ahora también nos están saliendo trabajos de maquilladora”, dice.
Desde un primer momento recibió el apoyo de Mujeres 2000, una ONG que impulsa iniciativas de mujeres, jóvenes y familias en la zona norte del Gran Buenos Aires. “Me dieron un crédito para la instalación eléctrica cuando nadie más creía en mí”, recuerda Barrera. Mujeres 2000 también postuló a Barrera para el premio Propulsar, cuyo importe le permitirá dividir las aguas. “Hasta ahora, daba el taller de costura por la mañana y los cursos de estética por la tarde, todo en el mismo espacio, ahora puedo hacer un salón de belleza y que cada especialidad tenga su propio lugar”, explica.
NO ESTÁ EN LA CÓMODA
La noticia, hace cinco años, trajo en simultáneo alegría y preocupación: su esposa estaba embarazada de trillizos que, sumados al primogénito, duplicaban el número de bocas a alimentar. Luciano Costa, de Tres Arroyos, trabajaba en relación de dependencia aunque ya asomaba desde hacía un par de años antes en su horizonte Multimuebles, su emprendimiento de muebles a medida, de melamina o madera.
“Como necesitaba más ingresos, fui al Centro de Formación Profesional de mi ciudad e hice los cursos de carpintería”, cuenta Costa. La primera iniciativa quedó en el marco familiar: su hermano, mecánico dental, necesitaba un mobiliario específico para desarrollar su actividad. El resultado fue tan bueno que decidieron fotografiar los productos y publicarlos. El garaje paterno donde había dado los primeros pasos comenzó a quedar chico y debió mudarse primero a un galpón cercano y luego a una carpintería alquilada, con herramientas y materiales. Hace un
año trasladó su taller a la parte trasera de su casa.
Costa ganó el premio “Microemprendedor” en la categoría “Productos”, un galardón que “cayó inesperadamente, pero en el momento indicado”, dice Costa, que destinó el premio a mejorar la carpintería propia. Asegura que la clave distintiva de su negocio es que hace todo a medida y que no repite diseños. “Siempre trabajé solo: a lo sumo, pido ayuda para trasladar un mueble grande, nada más”. Por lo general, en un mes puede producir el mobiliario de una casa, aunque el crecimiento experimentado en los últimos tiempos lo está motivando para dar el siguiente paso: generar empleo para dar respuesta a la creciente demanda.
CRÉDITOS QUE DEJAN HUELLA
La confianza siembra más confianza. Esta parece ser la premisa de Nuestras Huellas, una asociación civil sin fines de lucro que trabaja desde 2002 otorgando microcréditos y capacitación a mujeres emprendedoras en barrios vulnerados de la zona norte del Gran Buenos Aires, con la meta de que puedan salir adelante, lo que impacta de manera positiva en su autoestima. Lo hace a través de un mecanismo conocido como “bancos comunales”: grupos de siete o más personas de un mismo barrio que, basadas en la confianza y sus propios ahorros, autogestionan microcréditos destinados a sus emprendimientos y a los de sus vecinos. Se trata de préstamos que arrancan en los 3.500 pesos y que, luego de varios escalones, alcanzan un máximo de 25.000 pesos.
“Buscamos que esos grupos generen su propio capital a partir de la mejora en su trabajo”, señala María Paz González, directora ejecutiva de la entidad. A la fecha, la organización dio apoyo a 625 emprendedores (de los cuales el 96 por ciento son mujeres) y la tasa de recupero de los microcréditos es del 99,60%. Los importes fueron destinados mayormente a compras de mercadería (69%), mejora de la vivienda (19%), compra de materias primas (11%) y adquisición de maquinarias (1%).
La entidad desarrolla una actividad territorial en nueve distritos, que venía plasmando en papeles. El objetivo en 2017 fue reemplazarlo por una app, idea que obtuvo el premio “Impulsando Ideas Innovadoras”. “Quien visita podrá relevar los datos directamente desde el teléfono, lo que generará un doble beneficio: para Nuestras Huellas es la posibilidad de mejorar la gestión, agilizar los procesos y optimizar el proceso de toma de decisiones; para la emprendedora, la posibilidad de obtener reportes sobre la evolución de su negocio”, concluye González.
LA MIRADA PUESTA EN LA TECNOLOGÍA
Todo comenzó con una baja de presión, en abril de 2016. “Se me nubló la vista por la falta de azúcar y me resultó imposible enviarle mensajes desde mi teléfono móvil a mi novia”, recuerda Juan Manuel Jacinto, nacido en 1994, creador de la app Brailling y ganador del premio “Emprendedor joven”. “Me pregunté, entonces, cómo harían los ciegos para utilizar sus teléfonos”.
Ese fue el punto de partida para una investigación que derivó en Brailling, una aplicación nativa del sistema Android que funciona como asistente para las personas con problemas de visión. “Nuestra aplicación resuelve todas las etapas prematuras y avanzadas de una persona ciega”, explica Jacinto.
La investigación abarcó un gran número de entrevistas específicas. “Aplicamos un modelo de design thinking que nos permitió entender la problemática a la que se enfrentan las personas con disminución visual cuando necesitan usar su smartphone y diseñar las soluciones adecuadas”, dice Jacinto, quien cuenta que utilizará el premio para cubrir costos fijos del producto. Además, el galardón lo vinculó con la “aceleradora” Socialab, y con entidades como Ashoka y la Unesco. La app está en período de testeo. “El objetivo es que quienes tienen alguna discapacidad visual puedan utilizar sus teléfonos como cualquier otro y que nuestra
Jacinto.• aplicación sea como sus ojos”, agrega