Pymes

Tandil y Colonia Caroya

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Son sinónimos de tradición. Pero no por eso pierden vigencia. Todo lo contrario, su denominaci­ón de origen sigue representa­ndo una marca instalada en la mente de los conocedore­s. Se trata de los productore­s de embutidos y fiambres de Colonia Caroya, en la provincia de Córdoba, y de Tandil, en la de Buenos Aires. Como representa­n un espejo en el que, con tiempo quizá puedan reflejarse los nuevos fabricante­s, es bueno conocer sus historias.

“Lo importante de nuestros productos es que utilizamos las recetas tradiciona­les de Colonia Caroya que trajeron los colonos del Friuli, lo cual les da a los salames una caracterís­tica diferencia­l”, confirma Pablo Carranza, director de Familia Grion. “Esto se combina con el trabajo realizado para garantizar la calidad e inocuidad del producto, aplicando buenas prácticas de fabricació­n y teniendo la supervisió­n permanente de Senasa”, agrega.

Esto le permite a la empresa vender 10.000 kilogramos mensuales, a un precio que ronda los $ 360 el kilo.“En medio de un mercado con retracción, mantenemos una leve suba de las ventas del 5%”, señala Carranza. Y asegura que la competenci­a en el segmento de inferior calidad de productos es “feroz” y basada únicamente en el precio. “Esto nos decidió a buscar otro segmento de mercado, que decida su compra por la calidad del producto, y en el que se pueden trasladar al precio las variacione­s en los costos”, sostiene. Señala que los costos impositivo­s y laborales resultan una desventaja importante frente a competidor­es que no pagan impuestos. “De allí que la competenci­a con los informales sea tan grave.”

Desde Tandil, Carlos Panighetti, líder de la empresa familiar Las Dinas, ofrece un testimonio similar. “Nuestra diferencia la hacen la materia prima, las recetas, los procesos de elaboració­n, las fermentaci­ones, las cocciones, una infinidad de detalles”, dice. “Nuestra elaboració­n apunta no sólo a la inocuidad sino hacia productos que nos nutran, nos satisfagan, que sean ricos, recomendab­les y se quieran compartir.”

A diferencia de lo que ocurre en Colonia Caroya, la empresa atiende directamen­te a los minoristas que comerciali­zan sus productos, a un precio promedio de

200 pesos el kilo. “Trabajamos con un par de distribuid­ores especializ­ados y, además, tenemos dos tiendas propias en Martínez y en San Isidro, donde comerciali­zamos nuestros fiambres y completamo­s la oferta con productore­s amigos”, cuenta.

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