Palermo, más allá de Hollywood y el Soho.
En un puñado de manzanas entre Scalabrini Ortiz y Gascón, se armó un nuevo polo gastronómico. Con propuestas menos pretenciosas, atraen cada vez más público. por MARIANA ROLANDI
Parecía que Palermo ya no tenía espacio para nada más. Pero no. Quedaban partes llenas de casitas bajas y frondosos árboles, como las que forman las manzanas de Honduras, Gascón, Julián Álvarez y El Salvador. Con claro protagonismo sobre la calle Gorriti, fueron llegando, casi al mismo tiempo, distintos espacios que transformaron la apacible zona en un minipolo gastronómico con mucha incidencia del boom de las cervecerías.
Uno de los primeros y que se volvió más famoso extendiéndose al barrio completo es Nola, un lugar de cocina cajún, típica de Nueva Orleans (Estados Unidos), de donde es su dueña. Se le suman el llamativo Desarmadero, el restopub Dioses, la Tienda de Alimentos Fortaleza, Clot Bar, el deli La Alacena, la parrilla La Dama Juana, Tribeca, La Peca, el enorme Taco Box de comida mexicana y la pequeña Occo Helados.
No tiene la región el glamour del Soho ni el brillo del Hollywood, pero claro que los precios de los alqui-
leres de los locales en esta parte de Palermo son más económicos, aún no entraron en la movida puramente comercial de las otras zonas mencionadas, y mantienen los costos que solían tener antes de este pequeño armado.
Por otro lado, para los clientes también se vuelven lugares que no son imposibles: ni por los precios de la carta ni por la posibilidad de conseguir una mesa o un espacio en el lugar. Aunque claro que las cervecerías han puesto de moda esto de comer en la calle y pagar como si uno estuviera sentado en la mesa más exclusiva.
En general, los locales tienen pocos metros cuadrados y aun sin comer parado en la calle, los dueños llenan de altos butacones gran parte de la vereda de las esquinas o de la cuadra en la que estén emplazados.
“Cuando comenzamos a armar el proyecto, lo pensamos y lo ideamos para este barrio. Nos parecía que no había nada en esta zona y decidimos aprovechar ese vacío. Vimos el local y dijimos que era sin dudas esta la esquina. Es un hermoso barrio. Tranquilo a la mañana, y a la tarde hay unos atardeceres con los árboles preciosos… ¡a la noche prendemos las luces nosotros!”, cuenta Camilo Kusa, dueño junto a su hermano, de Bar Clot, denominado así por el barrio catalán donde vivieron.
Klusa agrega un dato que suma para los clientes: todavía hay lugar para estacionar.
Julieta Oriolo y Mariana Bauzá, dueñas de La Alacena, tienen muchos años como jefa de cocina la primera y como organizadora de eventos la segunda. Siempre en relación de dependencia y siempre queriendo armar su propio proyecto.
“Lo que teníamos claro es que queríamos que la locación esté alejada de Palermo Hollywood, para hacer algo realmente diferente. A
la vez no sabíamos si este barrio iba a funcionar”, explica Bauzá. Ellas comenzaron a fines de 2014 con el proyecto y sumaron una panadería de venta al público sobre la calle Honduras.
Si bien están pegadas a una de las librerías más famosas de la ciudad, la realidad es que recién después comenzó todo: “Al mismo tiempo, varios amigos eligieron abrir sus locales en esta zona, formando así un polo gastronómico de dueños cocineros • jóvenes”, agrega Oriolo.