Nunca es tarde.
Para muchos, el cese laboral por jubilación es el fin de una etapa. Sin embargo, otros aprovechan esta oportunidad para nuevos proyectos.
María Josefina Moix (67) y su pareja, Horacio Aguirre (68), siempre se dedicaron a fabricar regalos empresariales. Ella, a su vez, es psicóloga y aún ejerce su profesión. Hace cuatro años, la hija de ambos, María Celia Piccoli (39, gerente de producto en Sony) volvió de un viaje por trabajo con dos valijas destruidas y, a raíz de ese incidente, le pidió a su madre que le creara una funda con “diseños copados” para poder proteger y reconocer su equipaje. El pedido de su hija y la motivación de los amigos de la pareja fueron los motores del emprendimiento familiar “Quiero mi valija”, una línea de fundas para equipajes.
Tanto Moix como Aguirre se mantienen en plena actividad creativa y laboral. “Los domingos se transformaron en charlas sobre la empresa familiar. A veces nos ponemos de acuerdo, a veces no. En donde más diferimos es en que María Celia quiere sumar más productos y diseños y yo soy de ir más lenta, no hace falta hacer todo ya”, expresa Moix.
Los tres tienen bien asignados sus roles:
Moix se encarga de la producción –muestras previas a la colección, ajustes, tiempos de fabricación para ventas mayoristas, líneas de nuevos productos–, y Piccoli supervisa al equipo: dos diseñadoras, una persona en atención al cliente, una publicista y un vendedor. Aguirre, por su parte, se encarga de la logística, como traslados de la tela a los talleres y la entrega de los productos luego del control de calidad.
“Con Horacio aportamos sabiduría, conocimiento del rubro textil y mucha paciencia. María Celia tiene más energía que nosotros y sabe mucho de marketing. Al viajar tanto, tiene esa mentalidad de servicio y búsqueda del buen
producto”, comenta Moix y remarca que el equipo de trabajo que formó su hija “tiene una mirada tecnológica e innovadora”.
Los socios de “Quiero mi valija” invirtieron en total $ 140.000, lo que incluyó la participación en la Feria Internacional de Turismo en La Rural “para dar a conocer la marca”, según comenta Piccoli. Ella es la que explica los detalles más específicos del producto: “La funda se coloca como una remera y se cierra con precinto de seguridad en su parte baja.
Esto permite reconocer la valija a simple vista y protegerla de manchas y rayones. También es lavable. Trabajamos con lycra de alta calidad, los diseños son todos nuestros y además se pueden personalizar”.
Las fundas salen desde $ 650 y los kits de viaje –una caja con funda, manta, antifaz, cuello cervical y porta pasaporte, “todo haciendo juego”– desde $ 990. Los productos los venden a través de su sitio web, en el duty free shop del Aeropuerto Internacional de Ezeiza y, desde abril, en Aeroparque. También revenden a locales en distintos puntos del interior del país. Por otro lado, artistas como Facundo Arana, Celeste Cid y Natalia Oreiro posaron con el producto y eso los ayudó también a difundir la marca.
Con respecto a las ventas, del 2016 al 2017 “crecieron un 40% y tienen mucha más proyección”, de acuerdo con Piccoli, que agrega que el fuerte es la venta corporativa. “Son productos muy originales para que las marcas promocionen su firma o hagan un merchandising VIP. Ya fabricamos para Carrier, Surrey Midea, Canal Sony, AXN y varios laboratorios”, comenta.
Para Moix todavía falta mucho por hacer. “Nos escriben de varios países y sabemos que hay más mercados por explorar. Nos gustaría expandirnos, por eso estamos con reuniones acá y afuera. Pero vamos paso a paso, ahora estamos desarrollando nuevos productos para viajeros”, comenta. “Nuestra meta es que las empresas puedan promocionar sus firmas a través de nuestro producto, de una manera más original.”
NECESIDAD
Marcelo Román (56) se jubiló en el 2013 con 26 años de antigüedad en la docencia. Trabajó como profesor de Educación Física en escuelas de la provincia de Buenos Aires; luego fue director del Centro de Educación Física N° 98 de Pilar y alcanzó por concurso el cargo de Inspector de Enseñanza. Su costado emprendedor surgió a partir de una necesidad, cuando se mudó con su familia a su actual vivienda, en Escobar.
“El gas natural llegaba sólo hasta la esquina, así que para la calefacción teníamos sólo una salamandra a leña. Había que encenderla diariamente y muchas veces a mitad de la noche. Por eso es que comencé a buscar una manera rápida
y eficiente para que el encendido fuera exitoso al primer intento”, cuenta. Es así que Román desarrolló el diseño de un iniciador de fuego al que bautizó “Carbolisto”.
El ex profesor de Educación Física necesitaba financiación para poder avanzar con su incipiente emprendimiento. Fue en el 2015 que se agregó un nuevo condimento a su historia: con su hermano Jorge participaron del programa de televisión “Los 8 escalones”, donde ganaron $ 36.000. Román lo utilizó como capital para hacer la primera partida industrializada de “Carbolisto”. Un año más tarde accedió al financiamiento del Fondo Semilla del Ministerio de Producción de la Nación y además lo presentó en el Concurso Innovar, del Ministerio de Ciencia, en el que fue seleccionado para el Catálogo 2016. En la actualidad, el patentamiento del producto como “Modelo de utilidad” está aún en trámite.
Román detalla que el iniciador de fuego está construido en cartón corrugado, reciclado e impreso con tintas vegetales, “sin químicos acelerantes ni impregnantes minerales”. Sus principales ventajas, dice, es que no necesita cuidados especiales de estiba o almacenamiento, es muy simple de usar y las instrucciones son sencillas. “Es completamente ecológico y no es necesario mantenerlo alejado de los niños, ya que no tiene ningún componente nocivo.” Román terceriza la producción con la empresa
A1PACK y recibe financiación de su hermano, quien también es su socio aunque no participa en la toma de decisiones.
“Carbolisto” cuesta $ 25 por unidad, pero “generalmente se vende en packs de cinco unidades a $ 100”, puntualiza Román. Por ahora, lo comercializa por Internet, a través de Tienda Nube, y gracias a otros emprendedores que lo distribuyen por comercios de la zona o a domicilio haciendo una compra mínima. “Hasta el momento, logramos la venta de 20.000 productos en todo el país e incluso enviamos muestras a Japón, que han sido muy bien recibidas. Estamos en proceso de exportar allí, siempre que los costos nos lo permitan. También estamos en tratativas con una cadena de supermercados”, comenta.
Su principal inconveniente para ventas minoristas es que el envío supera el valor del producto. De modo que Román acordó con dos emprendedores de Tucumán, Marcos Robles y Máximo de la Torre, para que “Carbolisto” llegue al Norte con fabricación local. “Tuvimos muy buen recibimiento del ministro de Producción de Tucumán y pronto estaremos haciendo la primera producción, lo que abarata los costos del flete”, agrega.
“No quiero detenerme sólo por haber alcanzado la jubilación”, dice Román. “Ser docente es mi vocación, pero ahora encontré un nuevo camino para desarrollar otras facetas”.
PROCESO INVESTIGATIVO
Hugo Rucci vive en la ciudad rionegrina de General Roca y siempre se dedicó a hacer equipos electrónicos para empresas petroleras y frigoríficos de fruta. La jubilación no le impidió que continúe con un desarrollo que comenzó en 1992: la creación de un sistema reductor de consumo que sirva para cualquier artefacto que use un motor eléctrico, como por ejemplo electrodomésticos, bicicletas, motos, helicópteros, drones, aviones, autos y todo tipo de bombas de líquidos.
“Lo que motivó el desarrollo fue mi inquietud de lograr un sistema propulsor de motores eléctricos de máxima eficiencia, que sea benigno, ambientalmente sustentable y con un sistema simple para dar lo máximo con la mínima complejidad posible. Esto me llevó a experimentar con métodos alternativos a los utilizados tradicionalmente”, explica.
El aspecto innovador es que “en tiempo real puede reciclar energía remanente en distintos tipos de motores eléctricos, lo que permite reducir el consumo de los mismos entre un 30 y un 40%”.
Rucci comenzó ensayos en modo monofásico –motor que tiene una sola línea de alimentación–. El Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) participó en la etapa final del desarrollo del proyecto, evaluando y constatando los parámetros del sistema. Ahora está preparando ensayos en modo trifásico: “El motor se conecta con tres cables a la fuente de energía, lo que permite que se pueda aplicar más potencia eléctrica”.
El desarrollo fue patentado en Estados Unidos en 2015 y está en trámite de concretarlo también en el ámbito local. “El método no es caro, pero no puedo dar precios estimados porque depende del tipo de motor al que se aplique”, aclara Rucci y agrega que el sistema aún no se comercializa, pero que, “en un lapso mediano, lo hará”.
El desarrollador admite que llegó “al final de un largo proceso investigativo” y que su objetivo es que el método se conozca y se utilice.
DEJAR HUELLA
Moix comenta que trabajar después de la jubilación “te rejuvenece, te conecta con el deseo y te estimula constantemente a mejorar”. Aguirre coincide: “Me hace sentir útil y activo, me llena de entusiasmo”. “Cuando surgió Carbolisto decidí tratar de que afecte lo menos posible las obligaciones que tengo como padre de mi hijo de nueve años, como llevarlo a la escuela o a las actividades extracurriculares”, menciona Román.
Rucci comenta que trabaja “más tranquilo”, pero que no siente “mucha diferencia” con respecto a no estar jubilado. En cuanto a las reglas y responsabilidades que implica un trabajo posjubilación, Moix considera que se sienten con más fuerza en esta etapa. “Es algo propio y el resultado depende mucho del esfuerzo que uno le ponga”, justifica. Para Román, las responsabilidades “son las mismas” de siempre, ya que se trata “de tener la misma ética”.
“Ahora trabajo más tranquilo que antes, es verdad. Pero no siento mucha diferencia con respecto a no estar jubilado.”