Emprendimientos bahienses
Son cuatro los emprendimientos que dirige, o en los que interviene como socio Leonardo Valente, en su Bahía Blanca natal. Creó una consultora de investigación de mercado, Livepanel, junto a Agustín Elissondo y Tomás Gennari en 2013, donde trabajan seis personas. Es socio también de la proveedora de equipamiento e insumos para rotulación industrial GenTecnológico, cofundada con Maximiliano Di Federico y Diego Laurella allá por el 2000, que cuenta con cuatro empleados y una facturación anual de $ 5 millones. Tiene en desarrollo una empresa de baterías, Innobattery, junto a Laurella, Marcos Chaparro y Maximiliano Córdoba. El cuarto emprendimiento es un marketplace de servicios agropecuarios, La Rotonda, lanzado junto con Cristian Ruiz y Verónica Morales en 2015, con dos empleados.
Encarar el emprendimiento propio, desde su punto de vista, constituye una necesidad en un sitio como Bahía Blanca. “No tenemos un sector público importante ni una gran corporación cuya casa matriz esté radicada en la ciudad y demande trabajo local. De modo que el bahiense es emprendedor por definición”, dice. Y asegura que sus emprendimientos se diferencian justamente por la incorporación de ese talento disponible. “En Bahía Blanca existen muchos y muy buenos profesionales calificados, que nos brindan innovación, capacidad de desarrollo, promoción y también herramientas de gestión administrativa, con unos costos extremadamente competitivos respecto de la ciudad de Buenos Aires, y ni hablar en comparación con el exterior”, subraya.
A su juicio, además, todo eso se conjuga con la mejora del apoyo institucional, a partir de la creación del primer Club de Emprendedores de la ciudad. “Esperemos que siga contando con el apoyo de la política local. Sabemos que siempre está la tentación de usar los fondos con fines más demagógicos. Pero es una iniciativa de largo plazo que ya financió muchos emprendimientos, y genera vínculos a escala nacional”, destaca.
Reconoce también el potencial de los claustros académicos de la ciudad. “Es enorme, pero las universidades deberían acercarse más al sector privado, y reconocer mezquindades que generan atraso. Es impensable que, en 2018, la UTN no ofrezca aún una Ingeniería en Informática, sólo para no disputar espacios con la Nacional, cuando apuntan a públicos muy diferentes. El resultado es que los jóvenes de menos recursos, que necesitan trabajar, no pueden estudiar esta carrera clave”, analiza.