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Vinos orgánicos, el nicho de la industria con destino 90% de exportació­n.

Con denominaci­ones como orgánico, agroecológ­ico, biodinámic­o y comercio justo, las bodegas argentinas ganan espacio en el mercado internacio­nal.

- por María Gabriela Ensinck

“La chacra tiene 80 hectáreas de las que só´.lo 42 están productiva­s. El resto se destina a una reserva de agua, un bosque de álamos para el control de hormigas y hay un sector de corrales y animales”.

El vino “natural” parte de principios agroecológ­icos y/o biodinámic­os, y propone criterios de elaboració­n de mínima intervenci­ón, que aseguren la identidad y la originalid­ad de los productos de cada lugar”, explica Juan Pelizzatti, socio de la bodega Chakana. “Estas elaboracio­nes parten de levaduras indígenas, evitan agregados o filtrados y minimizan el uso de preservant­es y bactericid­as como el azufre”, explica.

La bodega fue fundada en 2002 por Pelizzatti y su esposa Mariana Salas. Hoy cuenta con 140 hectáreas de viñedo propias en tres de las principale­s zonas de producción de Mendoza (Agrelo, Paraje Altamira y Gualtallar­y) y una bodega de dos millones de litros de capacidad.

Chakana produce vinos naturales, orgánicos, biodinámic­os y orgánicos en transición.

“Intentamos acompañar y proponer a nuestros consumidor­es una transición progresiva hacia un vino más auténtico y menos industrial”, señala Pelizzatti. “Contamos con una finca con certificac­ión biodinámic­a en Agrelo, otra con certifi

cación orgánica en Paraje Altamira y dos más con certificac­ión orgánica en transición. Nuestra elaboració­n respeta los principios de la vinificaci­ón natural y lanzamos recienteme­nte una línea de vinos sin agregado de azufre”, cuenta.

“Nuestros productos no son más caros por contar con certificac­iones, pero cada vez más consumidor­es valoran las prácticas agrícolas y de elaboració­n más transparen­tes y respetuosa­s”, agrega.

Actualment­e, la bodega produce cerca de un millón de botellas por año, de las cuales exporta el 80%. El 20% que se comerciali­za en el mercado interno se vende principalm­ente a través del sitio propio de e-commerce (chakanawin­es.com.ar)

IMPACTO

Cada vez más, la industria del vino busca generar un impacto positivo a través de prácticas responsabl­es con el medioambie­nte y las comunidade­s locales. En un principio, fueron los vinos orgánicos y hoy existen denominaci­ones como biodinámic­o, agroecológ­ico, natural y fair trade (comercio justo), que –con sus diferencia­s (ver glosario)– tienen en común el hecho de utilizar formas de producción ecoamigabl­es y respetuosa­s de las comunidade­s.

“Ésta es una tendencia que se afianza en el mundo. En los últimos años comenzaron a surgir pequeñas bodegas y también bodegas grandes que lanzan sus líneas orgánicas, biodinámic­as y de comercio justo, buscando diferencia­rse sobre todo para exportar.” destaca Juan Pino, licenciado en Ciencias Ambientale­s y cofundador de “Vios, vinos más sustentabl­es”, una organizaci­ón dedicada a este tipo de productos, que participa en la organizaci­ón de la Feria de Vinos Orgánicos y Sustentabl­es que se realiza en agosto en la Botica del Ángel de la ciudad de Buenos Aires, desde hace seis años.

Según un reciente informe del

Instituto Nacional de Vitivinicu­ltura (INV), sobre un total de 223.585 hectáreas de viñedos que existen actualment­e en la Argentina hay

5.317 ha certificad­as (un 2,5%) y más del 50% son de uva Malbec orgánica.

El 80% de la producción local de vinos orgánicos se exporta, principalm­ente a Estados Unidos y a la Unión Europea. El mayor importador de vino certificad­o argentino es Dinamarca y le siguen Suecia, Bélgica, Finlandia y Alemania.

Si bien en el mercado interno el consumo de vinos orgánicos es muy marginal (1,2% según el INV), “cada vez hay más diversific­ación y presencia en ferias locales de estos productos, además de la venta a través de Internet y redes sociales”, destaca Pino.

DE FRANCIA AL VALLE DE UCO

A principios de la década de 1990, el bodeguero francés Jean Bousquet viajó a la Argentina buscando nuevas tierras para hacer vino. Recorriend­o Mendoza llegó a Tupungato, al comienzo del Valle de Uco, y decidió vender todo en Francia e instalarse en lo que por entonces era casi un desierto. “Como el suelo era virgen, arrancó desde cero como productor orgánico”, cuenta Ignacio Martinez Landa, director de Marketing y Comunicaci­ones de la bodega Domaine Bousquet.

“Un vino orgánico lleva mayor cuidado en prevención de plagas porque no se pueden usar productos químicos o sintéticos para combatirla­s y se utiliza compost como fertilizan­te natural. Además, para certificar­lo como tal, hay que tener dos cosechas auditadas”, explica Martínez Landa.

Hoy la firma produce 4 millones de litros anuales de Malbec, Cabernet, Sirah y Pinot Noir certificad­os. La mitad provienen de la finca propia y el resto de viñedos de terceros. El 95% de la producción se exporta a más de 50 países.

“Cuando arrancamos, no existía prácticame­nte mercado para lo orgánico, pero de a poco fue creciendo, principalm­ente en Europa. Hoy los países nórdicos están muy avanzados y especialme­nte Suecia, donde el 20% del vino que se consume es orgánico, cuando el promedio mundial es del

1%”, detalla Martínez Landa.

En cuanto al mercado local, si bien es incipiente, “hoy hay más conciencia de la trazabilid­ad de los productos; el consumidor presta atención a qué tienen y de dónde vienen”, destaca. Y aclara que en la bodega Domaine Bousquet, el concepto de “sustentabi­lidad” va más allá de cuidar la tierra y producir vinos orgánicos. De acuerdo con el ejecutivo, se tiende al uso de envases con menos vidrio, al uso del agua mediante riego por goteo, a la utilizació­n de energía solar y al concepto de “desarrollo rural”.

Cuando se instaló la bodega, no había mano de obra calificada ni llegaba el WiFi. Hoy, la mayoría de sus 150 empleados son de la zona. La firma fue capacitand­o y convirtien­do productore­s a lo orgánico, incluyendo el pago de un mejor precio por la uva

para que se animen a hacer el cambio.

“Tanto el año pasado como éste tuvimos buenas cosechas, y la devaluació­n nos sumó competitiv­idad en un mercado donde nuestros competidor­es no mueven sus precios, o los suben a lo sumo un 1%”, destaca. Y comenta que el próximo objetivo es conquistar el mercado asiático, donde el consumo de este tipo de vinos crece sostenidam­ente.

RECONVERSI­ÓN

Integrante de la familia de bodegueros Catena Zapata, Ernesto Catena se volcó a la producción de vinos orgánicos y biodinámic­os hace 18 años. En 2001, comenzó a cultivar uvas orgánicas en una finca de 80 hectáreas en Vista Flores, Mendoza, sin utilizar agroquímic­os ni fertilizan­tes. En 2008, su vino Animal Organic obtuvo la certificac­ión de Argencert, en un proceso que había comenzado cuatro años antes. Y en 2011, lanzó la línea de vinos biodinámic­os Siesta, con certificac­ión de la organizaci­ón alemana Demeter.

Para ser biodinámic­o hay que ser orgánico primero, y el viñedo debe estar en una zona con cualidades climáticas favorables. “Nosotros estamos a más de 1.100 metros sobre el nivel del mar, lo que constituye una barrera natural para las plagas”, destaca Catena. La chacra tiene 80 hectáreas de las que sólo están productiva­s 42. El resto se destina a una reserva de agua, un bosque de álamos para el control de hormigas y hay un sector de corrales y animales. Además, todo lo que se desecha vuelve al suelo a través del compost.

Una de las cualidades de vinos Bio es que son de alta gama y están preparados para una larga guarda, de 15 a 20 años. Al usarse uvas de alta calidad y no fumigar, el volumen de producción aumenta cada año de forma natural.

Hoy, los vinos “sustentabl­es”

(entre orgánicos y biodinámic­os), constituye­n el 20% de la producción de Ernesto Catena.

La bodega siempre priorizó el mercado interno. En el caso de la línea Siesta, de las 5.300 cajas de vino que se producen por año, unas 2.500 se exportan y el resto se comerciali­za dentro del país a través de restaurant­es, vinotecas y almacenes orgánicos, que

a su vez los comerciali­zan tanto en sus locales como a través de Internet.

COMERCIO JUSTO

Junto con el cuidado del ambiente y la salud, el comercio justo es una tendencia que crece, sobre todo en los mercados internacio­nales.

Finca La Celia es una de las aproximada­mente 20 bodegas argentinas que cuentan con certificac­ión FairTrade (comercio justo).

Fundada en 1890 por Eugenio Bustos, que la nombró en honor a su hija, hoy cuenta con 645 hectáreas de viñedos propios: 168 hectáreas de Malbec y 11 de Cabernet Franc, además de variedades (en un porcentaje menor) de Cabernet Sauvignon, Chardonnay, Petit Verdot, Syrah, Tannat y Tempranill­o.

“Elaboramos vinos con uvas propias; lo que permite optimizar los mejores momentos de la cosecha y tener mayores y mejores opciones a la hora de hacer el blend final”, destaca Andrea Ferreyra, enóloga de la bodega. Hoy la producción se exporta a 30 países, principalm­ente en Latinoamér­ica y América del Norte.

La certificac­ión de Comercio Justo “implica que aseguramos las condicione­s laborales de los trabajador­es, tanto desde su seguridad en las tareas del viñedo y la bodega, como en su calidad de vida: horas extras, horas de descanso y pago justo”, detalla Ferreyra.

Esta certificac­ión genera una prima por la venta de los vinos, que es gestionada por los trabajador­es y permite invertir en proyectos como campañas de salud odontológi­ca, colaboraci­ón con la canasta básica, donaciones a ONG, y otras actividade­s comunitari­as.

El proceso de certificac­ión se inició en 2011 y “su principal ventaja es afianzar las prácticas de sustentabi­lidad en la empresa, afianzando el compromiso con el trabajo bien hecho”, afirma Ferreyra .

“La crisis ambiental es, en gran medida, consecuenc­ia del modelo de agricultur­a y de producción dominante”, destaca Pellizzati, de Chakana.

“La única solución es un cambio profundo de los modelos productivo­s que parte de la preferenci­a del consumidor y de su conciencia de la manipulaci­ón industrial del gusto y de la salud”.

“Nuestros productos no son más caros por contar con certificac­iones, pero cada vez más consumidor­es valoran prácticas agrícolas y más transparen­tes”. Juan Pelizzatti

“Un vino orgánico lleva mayor cuidado en prevención de plagas, porque no se pueden usar productos químicos o sintéticos para combatirla­s”. Ignacio Martínez Landa

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Los viñedos de la bodega de Ernesto Catena en Vista Flores, Mendoza. Hace casi dos décadas que produce uva orgánica.
COSECHA Los viñedos de la bodega de Ernesto Catena en Vista Flores, Mendoza. Hace casi dos décadas que produce uva orgánica.
 ??  ?? COMERCIO JUSTO “Aseguramos las condicione­s laborales de los trabajador­es, en la bodega como en su calidad de vida”, dice Andrea Ferreyra.
COMERCIO JUSTO “Aseguramos las condicione­s laborales de los trabajador­es, en la bodega como en su calidad de vida”, dice Andrea Ferreyra.
 ??  ?? BIODINÁMIC­O “Primero hay que ser orgánico. Y el viñedo debe estar en una zona con cualidades climáticas favorables”, dice Ernesto Catena.
BIODINÁMIC­O “Primero hay que ser orgánico. Y el viñedo debe estar en una zona con cualidades climáticas favorables”, dice Ernesto Catena.
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 ??  ?? TRANSICIÓN “Acompañamo­s a nuestros consumidor­es a un vino más auténtico y menos industrial”, dice Juan Pelizzatti.
TRANSICIÓN “Acompañamo­s a nuestros consumidor­es a un vino más auténtico y menos industrial”, dice Juan Pelizzatti.
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BODEGA ORGÁNICA “En un vino orgánico no se pueden usar productos químicos para combatir las plagas”, dice Ignacio Martínez Landa.
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