Un cuadrante para analizar
Hay una forma de dividir las empresas familiares en categorías. Se trata de una medición que no es objetiva, pero puede resultar de mucha utilidad.
Era 2 de febrero; recién había vuelto de mis vacaciones, y recibí la primera consulta. Mi nuevo cliente era socio de una importante firma local dedicada a la comercialización de marroquinería e indumentaria que, en los últimos tiempos, había adquirido extensa presencia en el mercado minorista y una imagen de marca envidiable. Habían construido una fórmula exitosa con gran potencial para su futuro. A pesar de esto, mi cliente estaba decidido a separarse de su socio y hermano. Me dijo lo siguiente:
“Mi hermano y yo debemos separar el negocio; nuestros intereses se han vuelto incompatibles. Tenemos visiones distintas de lo que queremos de la vida y de los negocios. Vengo a buscar a quien me ayude en la negociación, pero no se trata de una cuestión sólo de dinero. Si fuera así, hubiera buscado un abogado. Lo que quiero es un acuerdo equilibrado en todo sentido. No debo dejar que mi hermano saque ventaja de mí porque, a la larga, me resentiré y todo terminará mal. Tampoco debo sacar ventaja yo, porque a él le pasaría lo mismo. Quiero separarme del socio sin perder al hermano. Que mi madre siga teniendo a sus dos hijos sentados a la mesa en cada celebración y que mis hijos y sus futuros hijos disfruten a sus tíos. Parecería fácil; pero, lograr ese equilibrio entre los intereses de negocios y los familiares no lo es”.
Esa noción de “equilibrio”, ligado a mi observación de la dinámica de los negocios familiares, me permitió imaginar un modelo de cuatro categorías según se focalizaran en (1) el vector del negocio, (2) el de la familia, (3) en ninguno de los dos, o (4). en ambos.
La primera categoría correspondería así a las de (1) SUSTENTABILIDAD DUDOSA, donde los temas relacionados con la familia se abandonan
en función de un gran interés orientado al negocio, que pueden prosperar por largo tiempo y ser difíciles de advertir que corren peligro. Pero en algún momento aparecen las dificultades propias de trabajar con los afectos íntimos, la evasión deja de ser una táctica efectiva y, como no se han hecho las debidas previsiones, se producen serios problemas de gobernabilidad.
En las (2) DECADENTES, predomina la falta de compromiso en todo. La mayoría de las veces se trata de negocios que han sido muy exitosos, han dejado huella en el mercado y, precisamente por eso, dan la falsa impresión de poder soportar cualquier tipo de incompetencia. Pero no pueden. La solución suele pasar por su venta antes de que pierdan su valor. En las (3) REGRESIVAS, los familiares le exigen a la empresa que sea una fuente inagotable de recursos,e para proveerles de una vida cómoda. La forma de gobierno suele ser el nepotismo, con posiciones clave para familiares y amigos, sin reparar en su capacidad profesional y moral para ocuparlas. No establecen una visión de negocios, ni metas, ni se miden rendimientos. Prima la idea de que, por ser de la familia, se tiene derecho a recibir una remuneración y a gozar de privilegios sin tener que dar nada valioso a cambio.
Finalmente, las (4) VISIONARIAS son aquellas en las que los dirigentes prestan similar atención al negocio y a las relaciones familiares. Adoptan procedimientos y prácticas exitosas en ambos temas, trabajan metódicamente con las nuevas generaciones y se ocupan de promover sistemas internos de desarrollo. Según estadísticas, no más de 7% del total de los negocios familiares se comportan como Visionarios, pero suelen trascender exitosamente a través de las generaciones. ¿En qué categoría ubicarías a tu negocio?