Pymes

7 NAILS & CO.

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En 2012, cuando la manicuría aún era un servicio que se brindaba en un pequeño rincón de las peluquería­s, Paola Ochoa abrió en Córdoba un negocio exclusivo para la belleza de manos, Nails&Co.

“En aquel entonces nadie hacía esto. Yo conocí el concepto en Miami, no podía creer la cantidad que había, cada dos cuadras tenías un local que decía nails. Así que traje la idea y puse un primer local en el Cerro de la Rosa, un barrio residencia­l de la ciudad”, cuenta. Ese primer año le fue muy mal. “Sin embargo, en

2013 empezamos a crecer y en 2014 teníamos que dar turnos a diez días porque no dábamos abasto”, cuenta.

Cuando las agendas de turnos ya no pudieron estirarse más, Ochoa puso en marcha lo que hasta ese entonces sólo había sido el tema de su tesis en su licenciatu­ra en Administra­ción de Empresas: las franquicia­s. La decisión de lanzarse al franchisin­g la obligó a organizar y ordenar bien los procesos.

“Por ejemplo, tenemos un sistema único que facilita los pedidos, los turnos y brinda estadístic­as de los locales. Toda esa informació­n, además, nos permite pensar promocione­s especiales. Ésta es una herramient­a muy importante tanto para el franquicia­do como para mí”. Al día de hoy, la empresa cuenta con dos locales propios y 20 franquicia­s.

Los primeros locales se fueron abriendo en Córdoba y luego en Rosario, Neuquén y en el barrio bonaerense de Nordelta. Pero tras una expansión veloz, la última franquicia vendida fue hace un año, en agosto de 2018.

“Si bien nos siguen llegando consultas, el que tiene plata para invertir lo piensa 55 veces”, dice Ochoa. “Habitualme­nte con una reunión lográbamos cerrar un acuerdo de venta, nunca nos ha costado tanto vender como ahora”.

El temor de los inversores, explica la empresaria, es que la crisis haga que la gente deje de consumir un servicio que no es de primera necesidad. “El problema es que nosotros tampoco podemos ya presentar un escenario claro. Y aunque no bajó la cantidad de clientes, sí bajó el valor del ticket promedio y encima los costos fijos se fueron por la nubes; estamos pagando boletas de luz de $ 8.000”, lamenta. En ese contexto, la empresa redobló la apuesta con promocione­s más fuertes y más publicidad.

Apostar en la crisis hace la diferencia

Para abrir una franquicia Nails &Co, el monto estimado de la inversión va de los $ 800.000 al millón, dependiend­o del formato del local, la zona y la obra a realizar.

Teniendo en cuenta el contexto, el tiempo de recupero de la inversión, ahora, Ochoa lo estima en tres años; antes era en dos. “Yo no soy una fanática del modelo de franquicia­s. Si bien es cierto que hay marcas con modelos exitosos para ambas partes, creo que muchas veces se montan marcas que son negocios a mediano plazo. Muchas se ponen de moda, empiezan a franquicia­r, el dueño se llena de plata y después resulta que no son rentables en el tiempo y desaparece­n arrastrand­o a todos sus inversores”, dice Melisa Naranjo, una empresaria cordobesa. Lo asegura luego de haber invertido en la franquicia de una panadería cordobesa que mantuvo durante seis años, tras lo cual abrió su propia panificado­ra, con cuatro panaderías propias. Pese a que dice haber quedado desilusion­ada con aquella primera franquicia, decidió insistir con Nails&Co.

¿Qué fue lo que no funcionó aquella vez? Dice que invirtió en un modelo que fue mutando a medida que la empresa fue creciendo y se encontró con condicione­s que ella no había aceptado en el inicio. Y fundamenta­lmente, cuenta, se le fueron cerrando los canales de comunicaci­ón y fue sintiendo cómo de a poco le iban soltando la mano. ¿Y ahora? Adquirió dos franquicia­s de Nails&Co.

“Es una marca muy bien armada”, dice. “A diferencia de mi experienci­a anterior, no tengo la necesidad de hacer algo diferente a lo que propone la empresa, que tiene todo muy bien resuelto”.

A la hora de elegir una franquicia, dice Naranjo basada en su experienci­a (y en su título de Administra­ción de Empresas) es prioritari­o salir a buscar la opinión de los clientes. “Esto es fundamenta­l porque hay marcas muy grandes con esquemas de franquicia­s que tienen mucho marketing y trabajo de imagen, pero con un producto o servicio de poca o mala calidad. El problema es que después es el franquicia­do el que tiene que dar la cara. Son cuestiones que no maneja, pero que igual hay que salir a responder como representa­nte de la marca”.

En ese sentido, ella era clienta de Nails&Co., Melisa y se contactó con Paola Ochoa para contratar una franquicia en un centro comercial de Valle Escondido, en 2017, con una inversión de alrededor de US$ 100.000.

“Yo soy de las que cree que las diferencia­s se logran apostando en las crisis y que quienes subsisten tienen muchas más posibilida­des de éxito”, opina.

Un año más tarde se desocupó un local en Nueva Córdoba, frente al Palacio Ferreyra, una zona céntrica muy valorada y Naranjo puso allí su su segunda franquicia. Ya emplea a seis personas. “Todavía no vivo de los Nails porque estoy reinvirtie­ndo el capital, pero si quisiera podría asignarme un sueldo”, remarca.

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ADAPTACIÓN. “Antes, la inversión en el negocio se recuperaba en dos años, ahora hacen falta tres años”, dice Paola Ochoa. MODELO. Melisa Naranjo puso dos locales en Córdoba. “Es una marca muy bien armada, lo tienen todo muy bien resuelto”.
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HORACIO LEONARDI

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