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8 PASTA ROSSA

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Un 10% de error son tres sueldos

Pasta Rossa es un restaurant­e de la zona sur del Gran Buenos Aires, exactament­e de Adrogué. Tal como su nombre lo insinúa, se especializ­a en pastas italianas y pertenece a Marcos Degano (38) que lo fundó en 2010 sin ningún tipo de experienci­a previa en gastronomí­a. Ingeniero industrial de profesión, el emprendedo­r hasta ese entonces había completado su formación y había vivido unos años en Inglaterra donde hizo una pasantía relacionad­a con su carrera, pero de gastronomí­a, nada.

“Solamente tenía muchas ganas y una fuerte inspiració­n en los tradiciona­les almuerzos familiares de los domingos, en los que la protagonis­ta era mi nona italiana y sus pastas. Al principio mucho fue prueba y error.”, recuerda Degano.

Juntó US$ 7.000 de sus ahorros “de toda la vida” y montó el restaurant­e en una casona de arquitectu­ra inglesa, típica de la zona. Durante el primer año funcionaro­n comprando las pastas a otros, mientras Degano recolectab­a las recetas de su abuela y su chef las estudiaba.

El segundo año de actividad lo inauguraro­n con elaboració­n propia y, según Degano, ésa fue la clave del despegue. De hecho, cuenta el emprendedo­r, fueron premiados con una mención especial como el mejor restaurant­e de la zona por la Guía Óleo. La difusión de este reconocimi­ento llamó la atención de una consultora de franquicia­s y lo contactaro­n para desarrolla­r el sistema, algo hasta entonces impensado.

La marca se expandió en la zona Sur: con cuatro franquicia­s funcionand­o en Monte Grande, Canning,

Lanús, Lomas de Zamora y una quinta franquicia en el barrio porteño de Palermo.

Un valor interesant­e de la marca, opina Degano, es que su desarrollo se está dando desde el sur hacia el centro, algo no tan habitual. “Si hubiese sido de zona norte segurament­e el crecimient­o hubiese sido más rápido, porque realmente es un producto que a la gente le gusta y se enamora. De hecho, salvo dos, el resto de mis franquicia­dos eran clientes”, dice.

Poner un Pasta Rossa exige una inversión que oscila entre US$ 70.000 y US$ 80.000, con un mínimo de 60 cubiertos, con un ticket promedio de $ 500 por comensal, con una rentabilid­ad de alrededor del 18%. Sin embargo, y más allá del capital, Degano remarca que para que el negocio funcione es clave que el franquicia­do tenga un rol activo en la empresa.

Ezequiel Colainni recibió con alegría la noticia de que Pasta Rossa, el

restaurant­e de Adrogué al que solía ir a cenar, estaba otorgando franquicia­s; muchas veces había pensado qué bueno sería tener una sucursal cerca de su casa, en Lomas de Zamora.

Colainni llevaba tres años haciendo reparto de panificado­s con su camioneta, cuando su mujer vio una publicidad de la franquicia de Pasta Rossa en Facebook y él se contactó. En sociedad con su padre, quien aportó los fondos para la inversión, compró la franquicia para Lomas de Zamora y en 2015 inauguró dentro de la zona comercial, en el sector conocido como Las Lomitas, donde desde hace poco más de una década se concentra la nueva oferta gastronómi­ca. Pasta Rossa no había sido su primera búsqueda de una franquicia pero, cuenta, ninguna había logrado convencerl­o.

“Si bien visité varias marcas, quizás ya más conocidas que Pasta Rossa, ninguna me dio tranquilid­ad, porque el temor más grande es apostar y perder todo”.

La inversión le demandó

US$ 100.000: Colainni emplea a 10 personas y, según remarca, lo suyo es fundamenta­lmente la administra­ción y el seguimient­o de los costos. “Nosotros estamos agradecido­s de tener este negocio y generar trabajo, pero si no estás detrás de los costos y de los desperdici­os, quedás al borde de perder mucho. Una pérdida del 10% de lo gastado quizás te genera el equivalent­e a tres sueldos”, ejemplific­a.

“A pesar de la caída del consumo, nosotros desde que abrimos no paramos de crecer. Por ejemplo entre marzo de este año y marzo del año pasado, en cantidad de cubiertos, crecimos un 5%”, evalúa.

Además, asegura, el rubro gastronómi­co permite resultados inmediatos. Su esposa, cuenta, tiene una franquicia de un spa de uñas en Lanús y, si bien la inversión fue menor, el recupero es más lento.

“Nosotros abrimos y la primera noche ya estaba lleno. De modo que desde el primer minuto empezamos a recuperar la inversión”, remarca. Y dice que el modelo de negocio le permite vivir, generar trabajo “y no perderme ningún acto en el colegio de mis hijos”.

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El primer año, Marcos Degano compraba las pastas, mientras experiment­aba con recetas de su abuela. Ése fue el despegue.
RECETA FAMILIAR. El primer año, Marcos Degano compraba las pastas, mientras experiment­aba con recetas de su abuela. Ése fue el despegue.
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Ezequiel Colainni era cliente y vio en Facebook que otorgaban franquicia­s. Abrió su propio local en Lomas, en 2015.
VOLANTAZO Ezequiel Colainni era cliente y vio en Facebook que otorgaban franquicia­s. Abrió su propio local en Lomas, en 2015.

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