Un nuevo paradigma productivo
Nuevas formas de fabricación, el rol del Estado y los desafíos laborales: qué retos propone la Industria 4.0 a las pymes. Por walter duer
Estamos ante un nuevo paradigma productivo”. La frase la utilizó Paula Garnero, asesora del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la provincia de Buenos Aires, consultora del BID/Intal y coautora del libro Industria 4.0, fabricando el futuro. Para Garnero, esta etapa de producción es la que sigue a la de la automatización y la computación. “La lógica 3.0 fue ‘menos recursos, más productividad’ –señaló–. En cambio, la Industria 4.0 se destaca por sus pilares tecnológicos: sistemas ciberfísicos de integración, máquinas y sistemas autónomos
(lo que popularmente se conoce como robots), Internet de las cosas, impresión 3D, gestión de enormes volúmenes de datos (big data), computación en la nube, simulación de entornos virtuales, inteligencia artificial, ciberseguridad y realidad aumentada”, enumeró.
Pero la principal diferencia con la anterior etapa no son tanto las herramientas, sino el foco: “En la era de la digitalización se prevé que el cliente sea el centro de valor para las organizaciones: están disponibles las innovaciones que permiten tener feedback en tiempo real para llegar a un producto o servicio completamente personalizado, hasta el punto que el propio consumidor puede participar de la etapa de diseño”, especificó la especialista.
Garnero fue una de las oradoras de la jornada “4ª Revolución Industrial y su impacto en las cadenas de valor”, convocada por la AMIA y el BID/Fomin. Se trata de una serie de encuentros en el marco del décimo aniversario del programa de la AMIA “Valor RSE + Competitividad”, que fomenta prácticas sostenibles en las
empresas pequeñas y medianas a través de auditorías, capacitación y asistencia. A través de este programa, la AMIA y el BID/Fomin trabajaron hasta la fecha con 400 pymes, asociadas a las cadenas de valor de 23 grandes compañías.
HACIA LA FÁBRICA INTELIGENTE
Según Garnero, el combo de nuevas tecnologías y el foco en el consumidor como prioridad lleva a las empresas hacia el concepto de “fábricas inteligentes predictivas”. “Las empresas se integran en redes y colaboran con otros actores del ecosistema estableciendo modelos predictivos, de forma tal que cuando un empleado de una fábrica de Tierra del Fuego saca un repuesto de una gaveta, eso se transforma en un dato que es leído en los servidores de Samsung en Corea, que toman nota para iniciar el proceso de reaprovisionamiento de esa pieza”, explicó.
Los modelos predictivos pueden aplicarse también a los sistemas de detección de fallas de los equipos, de forma que el mantenimiento no se haga de acuerdo con una especificación estándar del fabricante (2.000 horas, por ejemplo), sino con el nivel de uso real y con la probabilidad de que vaya a producirse un desperfecto. “Los niveles de coordinación y trazabilidad pueden ser absolutos”, concluyó Garnero.
En el trayecto hacia el concepto de fábrica inteligente, se produce lo que el informe de BID/Intal define como “management de la improvisación”: es la transición a ciegas, ese momento en el que las empresas gestionan sus actividades con altos niveles de incertidumbre, sufre la falta de capacidades para analizar los datos y de habilidades para tomar decisiones en un contexto competitivo y cambiante.
¿Y SI NOS TOCA A NOSOTROS?
El siguiente turno fue para Ana Inés Basco, especialista en Integración del Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe (Intal, organismo que depende del BID) y coautora del libro con Garnero, junto con Gustavo Béliz, Diego Coatz (Basco, a su vez, es coautora
del trabajo de CIPPEC que transcribimos en esta misma edición). La especialista se ocupó de desentrañar los desafíos y las oportunidades alrededor de esta nueva realidad. “No existe un consenso clave sobre el impacto que tendrá la robotización en el empleo: una postura pesimista habla de una gran baja en la ocupación, mientras que otra, más optimista, asegura que la mayor productividad llevará a un círculo virtuoso de oferta y demanda que generará la necesidad continua de completar nuevos puestos”, afirmó.
Entre los grandes cambios en materia de empleabilidad, la especialista destacó el avance de la gig economy, la modalidad de contratación por pequeños encargos o de manera freelance propia de una economía digital, y las plataformas colaborativas. “La descomposición del trabajo en tareas y la economía colaborativa llevan a la reducción del trabajo asalariado y a nuevas formas de organización laboral”, explicó. Basco advirtió que eso también podría derivar en una “mayor informalidad”.
También destacó la emergencia de un nuevo paradigma de trabajador, el tecno sapiens: ese modelo de capital humano, explicó, deberá combinar los conocimientos STEM (siglas en inglés por ciencia, tecnología, ingeniería y matemática) con habilidades blandas. “Esta revolución genera oportunidades para sectores económicos no siempre beneficiados, como los jóvenes, por ser nativos digitales, o las mujeres, gracias a que las mencionadas plataformas les permiten combinar mejor sus múltiples actividades”, indicó Basco.
La experta hizo un repaso por las distintas revoluciones industriales: “La primera terminó con Gran Bretaña como gran ganadora, la segunda, con Estados Unidos, la tercera, con los países asiáticos… ¿Podría la cuarta ser la nuestra?”, se preguntó. Más allá del optimismo, advirtió que la industria 4.0 se produce a plurivelocidades: “Los sectores más competitivos y exportadores de la Argentina muestran una mayor adopción de las tecnologías, aumentando la brecha de productividad en comparación con los no transables”.
También destacó la necesidad de un Estado presente. “Debe desarrollar las políticas públicas necesarias para que podamos subirnos a la ola y evitar que la brecha con los países dinámicos sea aún más grande”, dijo Basco. “Las barreras son importantes: falta de acceso a la financiación, recursos humanos, cultura empresarial y baja infraestructura en conectividad, pero se trata de una oportunidad única para disminuir la inequidad social”, concluyó.
NO PARALIZARSE
Prodismo es una empresa familiar fundada en Córdoba en 1971 dedicada al diseño y la construcción de medios productivos para la industria automotriz: matrices, moldes y soldaduras de automóviles. La compañía exporta y tiene entre sus clientes a Ford, Fiat, Toyota y hasta Porsche. María Pedrosa, directiva de Relaciones Institucionales de la empresa, definió la tarea de Prodismo como “de triple impacto”; es decir, que apunta en simultáneo al rédito económico, al cuidado medioambiental y a la mirada social en sus acciones. En ese contexto, dijo que el advenimiento de la industria 4.0, les exige definir la “pata ética” relacionada con la incorporación de todas estas nuevas tecnologías, “y entender qué nos pasa como sociedad a partir de este enorme cambio”.
Para la ejecutiva, “es normal que tengamos miedo, pero eso no es excusa para que los empresarios quedemos paralizados: es hora de evaluar las innovaciones disponibles, de comprender si la inclusión de un robot es tan cara como dicen y cómo podemos aportar a la creación de habilidades para esta nueva era”.
Pedrosa dijo que desde el área de RSE de la compañía se lanzó la tecnicatura superior en Matrices, Moldes y Dispositivos, dentro de la Facultad Regional de General Pacheco, de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN). “Tenemos que hacer que las tecnologías sean alcanzables para nuestras empresas, en lugar de temerles”, agregó.
Desde su experiencia cotidiana en la tarea industrial, Pedrosa aseguró: “Faltan dos décadas para que en la Argentina una persona pierda su trabajo a manos de un robot, que todavía se incorpora y utiliza para tareas que los seres humanos no pueden hacer o que no son seguras”. Y que lejos de resultar un panorama tranquilizador, debería servir como disparador de nuevas iniciativas. “Nuestro deber ético es empezar a trabajar desde ahora en analizar qué va a pasar con los chicos de hoy dentro de 20 años. El desafío es generar las condiciones para que los hijos de quienes hoy temen perder su trabajo como consecuencia del avance tecnológico, mañana tengan un puesto laboral ligado, precisamente, a la tecnología”, agregó.
“Cuando en Samsung de Tierra del Fuego sale un repuesto de una gaveta, es leído en los servidores en Corea para iniciar el proceso de reaprovisionamiento.”
PRIMERO, LA FILOSOFÍA
Fernando Peirano, profesor e investigador de la UBA y la Universidad de Quilmes, coincidió en que “cualquier proyecto social de país necesita repensar su futuro”. También señaló que la descripción que hoy se hace sobre Industria 4.0 tal vez ni encaje con lo que ocurre en los países centrales. “Si queremos tener alguna chance en este escenario, necesitamos mirar tanto hacia afuera como hacia adentro, siendo conscientes de la Argentina heterogénea que tenemos, en la que conviven empresas que son de Fórmula 1, con un 24% de la población que come una sola vez al día”, indicó.
La propuesta del docente es, por lo tanto, desarrollar una agenda 4.0 propia. “No debemos comprar la de Davos ni la de China, porque los problemas asociados no son universales”, agregó. “En Alemania y Japón es necesaria la incorporación de robots en el universo industrial porque tienen escasez de mano de obra, mientras que en nuestro país no tenemos un mercado laboral tenso ni una actitud cerrada hacia la inmigración.”
Peirano señaló que el empresario argentino es muy conocedor sobre aquellos aspectos en los que “le aprieta el zapato”: desde los problemas con los proveedores hasta los cuellos de botella productivos, pasando por cuestiones logísticas o de comunicaciones. “Con toda esa información es posible empezar a pensar cuáles son las soluciones tecnológicas que mejor se acomodan para resolver ese conjunto de ineficiencias y paradas productivas que es todavía la industria nacional”, dijo. “Primero hay que atender las cuestiones filosóficas y recién después, ver qué hacemos con los robots”, planteó.
Para Peirano, la Argentina debe combinar sus fortalezas. Por ejemplo, enumeró, el hecho de que las pymes sepan responder a los desafíos de producción. “Por algo a las multinacionales les va bien en el país”, dijo. Otra: el agro y cómo se articula con el resto de la economía, la riqueza natural de la inteligencia social y la estructura de ciencia y tecnología, “que debería ser más
flexible”, dijo. “Debe ser un trabajo en equipo; no se trata de esperar que aparezca un Messi que resuelva todo, sino de generar una trama económica y social, ya que no tenemos opción: este cambio tecnológico dividirá al mundo entre perdedores y ganadores”.
NUEVOS DERECHOS, VIEJOS DERECHOS
Sofía Scasserra, docente e investigadora del Instituto del Mundo del Trabajo de la Universidad de Tres de Febrero, enfatizó el hecho de que hoy los trabajadores pueden realizar su trabajo desde cualquier lugar y exportarlo gracias a las facilidades que aporta la tecnología. “El foco, por lo tanto, no debería ponerse tanto en la pérdida de empleo –porque, por cada puesto de trabajo que se pierde parecerían estar apareciendo nuevas oportunidades satélite–, sino en los ámbitos regulatorios, para evitar la destrucción de derechos, la precarización laboral o la esclavización de la mano de obra en este nuevo contexto”, señaló.
Para la investigadora, debe desarrollarse una estrategia sindical global, de forma que los trabajadores aúnen fuerzas no sólo en el plano local. “Los movimientos sindicales deben explorar nuevos derechos, que van desde el derecho a la desconexión, porque sabemos que la tecnología hace que estemos las 24 horas del día pendientes de temas que pueden ser laborales, hasta la redistribución de las ganancias que genera el movimiento incesante de datos”, apuntó Scasserra.
También enfatizó la necesidad de protección de datos de los trabajadores. “Hoy los empleadores tienen acceso a muchos datos de la vida privada de sus empleados, desde la participación en redes sociales hasta las entidades bancarias que comercializan sus bases de datos, que puede ser usada para apercibir o promover. Ya hay casos de personas que no expresan sus opiniones en las redes por temor a que caigan mal en la oficina”, señaló Scasserra, para quien el Estado debe ser el centro del big data, en beneficio de la sociedad.
“Las reglas que se necesitan para llevar la tecnología adonde la necesitamos deben salir del diálogo social”, concluyó.