JUGOS PRENSADOS EN FRÍO
CURUBA LAB
Diez años atrás, dos jóvenes de Medellín residentes en Buenos Aires empezaron a explorar el negocio de los jugos de fruta. “En Colombia tomamos jugos naturales todo el día, todo lo que sé sobre jugos lo aprendí de mi madre y de mi abuela”, dice Rodrigo Rendón, uno de los fundadores de Curuba Lab. Su socia, Verónica Bustamante, ejecutiva de Universal Music, viajó unos años atrás a California por trabajo y conoció el boom de los jugos prensados en frío, un método de extracción similar al del aceite de oliva. Al mismo tiempo, el marketing de la alimentación sana comenzaba a enfocarse en las bebidas detox. Era el momento ideal para comenzar.
El primer paso fue traer desde Estados Unidos una máquina de prensado en frío, algo casera, para empezar a hacer pruebas en la cocina de la casa de Rendón, diseñador industrial y experto en marketing digital. “Es un proceso lento y meticuloso, pero conserva todos los nutrientes de las frutas”, explica. En aquel momento tomaron la primera decisión estratégica: en lugar de tener un local propio para vender los jugos, el camino más habitual, apuntaron a armar un centro de producción para poder masificarla y vender a restaurantes y otros circuitos gastronómicos.
En ese comienzo artesanal, sin más capital que US$ 5.000 de aportes propios, pudieron validar ante el consumidor sus productos: jugos, limonadas, leches vegetales e infusiones, siempre con la técnica del prensado en frío y utilizando conservantes naturales. Pero no lograban la habilitación. “El Código Alimentario no prevé el prensado en frío y exige que haya conservantes. Seguíamos vendiendo, pero sólo en las redes sociales”, recuerda Rendón.
Hace tres años, de la mano de Eklos, la aceleradora de Cervecería Quilmes, comenzó un trabajo de asesoramiento legal para lograr las habilitaciones, un proceso que llevó un año y medio. “A Eklos le gustó el producto y el equipo nos acompañó para agilizar las certificaciones. Para nosotros fue esencial sentirnos apoyados por una gran empresa de bebidas, tanto que no pensamos en salir a buscar un gran inversor. Ahí empezamos a tener metas más claras en lo comercial”, señaló.
Los jóvenes colombianos sumaron a un tercer socio cordobés, Mario Chalita, que los ayudó a extender los puntos de venta en esa provincia. La máquina hogareña fue reemplazada por otra inglesa de US$ 25.000, con capacidad de niveles industriales. El precio de sus productos supera el precio de una gaseosa, pero Rendón confía en la demanda: “Nuestro consumidor está en un estado intermedio entre el que sólo quiere una bebida rica y aquel que busca algo que sea saludable. Cada blend de frutas que armamos apunta a ubicarse dentro de un balance entre nutrición y sabor. Y probamos nuevos jugos todo el tiempo. Los emprendedores estamos siempre pivoteando”.