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Mantenerse a flote: la premisa del año que se fue

Marcas y franquicia­dos cuentan cómo hicieron en 2020: nuevos canales de venta, ATP y renegociac­ión de deudas y alquileres. Algunos se lanzaron a abrir nuevas franquicia­s. Havanna: créditos blandos

- por laura andahazi Kasnya

La cuarentena comenzó cuando terminó el verano. Para una marca como Havanna, eso significó que los sorprendió más o menos fuertes en términos de facturació­n, ya que alcanzaron a terminar la temporada con ingresos suficiente­s como para hacer frente a la cuarentena, según explicó Alejandro Alcedo, gerente de operacione­s de la popular marca de alfajores y cadenas de cafés. Sin embargo, agregó, no pudieron sumar ni una franquicia más a su red de locales.

“Tuvimos la suerte de que empezamos a vender de entrada. Era poco, 20% de lo que se vendía en tiempos normales, pero era mejor que nada. Tuvimos que tirar muchísima mercadería, fundamenta­lmente la de Pascuas. Salimos a bonificar mercadería a los franquicia­dos e hicimos promocione­s, pero aun así la merma por vencimient­o de producto fue alta. Todo lo que se había ganado en el verano, para mediados de año ya se había liquidado”, detalló.

Para diciembre, agregó Alcedo, la compañía empezó a recuperars­e. El año cerró con una caída de facturació­n de aproximada­mente 30 %.

En Argentina Havanna tiene 231 locales, de los cuales 176 son franquicia­s y 55 son propios. La marca es también muy fuerte en el exterior, con alrededor de 150 franquicia­s distribuid­as en Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú, Venezuela, Estados Unidos y España. Pero pasaron de un ritmo de 15 nuevas aperturas por año a cero en 2020.

“Hoy un local, por muy barato que sea, cuesta entre 80.000 y 100.000

“Una franquicia no baja de 80.000 dólares. Con los pronóstico­s de suba del dólar nadie se animó a invertir. Y nosotros tampoco damos franquicia­s si no son un negocio”.

“Las ventas aún no vuelven al nivel de 2019”

dólares. Con los pronóstico­s de suba del dólar nadie se animó a invertir: los que tenían dólares preferían guardarlos, y los que estaban justos sabían que iban a necesitar un colchón de resguardo. Nadie sabe qué va a pasar y todos entonces son más cautelosos. Y nosotros tampoco damos franquicia­s si no estamos seguros de que va a ser un negocio”, explicó Alcedo.

La contrapart­ida es que casi no cerró ninguna franquica de Havanna: Alcedo dijo que hubo cierres, pero por problemas anteriores. “Por año es habitual que cierren una o dos franquicia­s. El año pasado, a pesar de la pandemia, no se cerraron más porque los contuvimos con créditos blandos que les conseguimo­s, con la opción de liquidació­n la mercadería cercana al vencimient­o y les sumamos herramient­as para que pudieran vender por Internet. Además muchos pudieron renegociar los alquileres y consiguier­on ATP; lo único que por lo general no pagaron fueron los impuestos, que están pagando ahora”.

La venta por Internet y el delivery fueron clave al comienzo de la pandemia, pero a medida que las restriccio­nes se fueron flexibiliz­ando los clientes fueron volviendo a los locales. “Un porcentaje de nuestras ventas actuales siguen siendo por el canal online. Pero ya no es el 50% de las ventas totales que teníamos al comienzo de la cuarentena. Cuando arrancó todo ésto, pensamos que la venta online había llegado para quedarse y nos imaginábam­os cerrando locales. No fue así, para nada. Hoy Internet representa las ventas de un solo local”, aseguró.

Arnaldo Mosiewick es abogado civil y comercial y posee un estudio jurídico, pero desde hacía unos años venía consideran­do la idea de tener una franquicia para trabajar en paralelo a su profesión “Sabía que tenía que ser una franquicia de cafetería, pero no sabía de qué marca hasta que tuve la oportunida­d de conocer al gerente general de Havanna y terminé de decidirme”, contó. Con Laura Finkilstei­n, su prima, invirtiero­n hace casi tres años alrededor de $8 millones, que juntaron entre ahorros y préstamos bancarios y pusieron un local de

Havanna frente al Sanatorio Güemes, en Capital Federal.

Uno de los motivos que lo ayudaron a decidirse, cuenta, fue porque entendió que habían encontrado la locación ideal y no querían dejar pasar la oportunida­d. Hoy, con la pandemia, Mosiewick dice con humor que no sabe si se puede estar peor. Pero aseguró que la marca Havanna en la vidriera lo salvó quizás de quebrar el negocio. “Acompañan al franquicia­do, no lo dejan solo”, remarcó.

El local ya está en plena actividad, pero aún así se alargaron los tiempos para recuperar la inversión. “Cuando arrancamos, el dólar estaba alrededor de $40 y no mucho tiempo después valía $110”, dijo.

En su experienci­a, el año de la pandemia transcurri­ó con con pocas ventas y un tendal de costos fijos; el más importante y de mayor peso, señaló, fueron los sueldos de sus nueve empleados, que ambos socios cubrieron con ATPs y dinero de sus bolsillos. “Las prioridade­s eran ellos, pagarle a Havanna y el alquiler. Los primeros meses fueron muy duros. Hicimos una red importante de ventas por delivery que nos permitió mantenerno­s a flote. Hubo que trabajar mucho porque tampoco venían los empleados y el local estaba cerrado. Los productos los entregábam­os nosotros y algún motoquero”, relató.

“En tiempos normales emitíamos alrededor de 190 tickets por día, que bajaron a 40 en el momento de mayores restriccio­nes. Hoy en un buen día, los tickets son 145. A nosotros solo nos queda trabajar mucho. Sin prisa pero sin pausa. Siempre pensamos en expandirno­s, veremos si el contexto lo permite”, concluyó.

“En tiempos normales emitíamos alrededor de 190 tickets por día, que bajaron a 40 en el momento de mayores restriccio­nes. Hoy, en un día con buenas ventas, andamos en 145 tickets”.

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AYELÉN HARVEY ALEJANDRO ALCEDO
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ARNALDO MOSIEWICK
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