“¿Próximos unicornios? Satellogic y Bioceres”
En su libro Argentina innovadora indagan sobre historias de emprendedores locales y el contexto en el cual pudieron surgir. “La mitad de los entrevistados tuvieron educación pública. No son genios ni una elite social, pero aprovecharon al máximo las oport
Silvia Naishtat, periodista especializada en economía y negocios, conoce como pocos el mundillo de las empresas argentinas, sus movimientos, valores y también sus grises. María Eugenia Estenssoro, ex diputada porteña y senadora nacional, también tiene raíces periodísticas: fue editora de la sección Economía de la revista Noticias y editó la revista Mujeres y Compañía. Además, es fundadora del capítulo argentino de Endeavor, la ONG que se dedica a fomentar la tarea emprendedora.
La experiencia de una y otra más el trabajo de investigación que realizaron en conjunto dio como resultado el libro Argentina innovadora (Editorial Sudamericana), donde reconstruyen la historia de aquellos emprendedores, científicos y artistas que, aseguran, están sentando las bases necesarias para entrar a la economía del conocimiento.
Cuatro de los denominados “unicornios” latinoamericanos (empresas con una valuación de mercado superior a los 1.000 millones de dólares) son de origen local: Mercado Libre, Globant, OLX y Despegar; ¿Se perfilan nuevos unicornios? ¿Está la Argentina preparada para ser parte de la revolución de conocimiento? Son algunos de los interrogantes que Naishtat y Estenssoro abordan en su libro.
¿La universidad argentina prepara emprendedores de alto impacto?
Estenssoro: Bueno, muchos de los unicornios argentinos estudiaron en la argentina. Alec Oxenford, de OLX, estudió en San Andrés; Martín Migoya, de Globant, en la Universidad Nacional de La Plata; y Englebienne, también de Globant, en la de Tandil. Luego hicieron posgrados en el exterior, pero sus carreras de grado son locales. Marcos Galperín, de Mercado Libre, creo que es uno de los pocos que hizo su formación en Stanford, Estados Unidos. Para el libro, hicimos como una especie de conteo y lo que descubrimos es que la mitad de los 40 empresarios que entrevistamos hicieron su secundario en colegios públicos y la otra mitad en privados, lo mismo se repite en el nivel universitario. No son genios ni de una elite económica social: lo que hicieron fue aprovechar las oportunidades al máximo. Y tienen una mirada global, trabajan con esa vara: entienden que no tienen por qué aspirar a menos por estar en la Argentina y se vinculan con los centros de producción y de conocimiento del mundo.
Naishtat: Por supuesto hay un deterioro en la educación pública argentina, pero aún genera gente con un talento impresionante. Los responsables de emprendimientos de alta sofisticación tecnológica, como puede ser Bioceres, son todos egresados de universidades públicas. En la Universidad Nacional del Litoral hay una doctora, Raquel Chan, que desarrolló un gen para crear un trigo resistente a las sequías. Bioceres, que se perfila como el próximo unicornio, viene de la universidad pública. Otro caso es el de Emiliano Kargieman, un gran matemático y físico, que estudió en la Universidad de Buenos Aires.
A la vez, el último Unicornio que surgió en el país, OLX, es de 2006.
Naishtat: Por un lado, había un problema de políticas públicas: era muy difícil salir a financiar estas empresas que requieren dinero del exterior. Dicho esto, la afirmación también encierra su propia contradicción porque nuestros unicornios surgieron en lo peor de la crisis del 2001, cuando se creía que acá ya no se iba a poder hacer nada. A pesar del contexto lograron esa primera platita que necesitaban para poder crecer e instalarse en el mundo. Ahora están surgiendo nuevos unicornios. Hay dos casos, quizás hoy no tan descollantes, pero que seguramente lo serán, como Satellogic y Bioceres.
Estenssoro: Una de las cosas que señala la gente de Kaszek, un fondo de capital de riesgo argentino, es que cuando surgen las puntocom a fines de los 90, el país estaba muy abierto al mundo. En cambio, en la última década el país se cerró muchísimo; los que estudiaban afuera tenían el cepo y no sabían cómo pagar sus estudios. Eso cerró mucho a los jóvenes que estaban empezando.
¿Qué aspectos deberían imitar las pymes tradicionales?
Naishtat: Los emprendedores de alto impacto trabajan con todo absolutamente en blanco, para acceder a financiamiento internacional. Eso es en sí una limitación para nuestras pymes, por las exigencias locales.
Otro aspecto de los emprendedores es que también trabajan mucho en red, no están aislados viendo cómo sobreviven sino que están mucho en organizaciones como Endeavor, donde
comparten experiencias y se ayudan. Entienden que si el sector se fortalece, todos ganan. Eso es algo que las cámaras empresariales no terminan de comprender, motivo por el cual cada sector arma su cámara. Para que las pymes puedan potenciarse, éste es un tipo de cultura bien interesante.
¿Cómo estamos regionalmente?
Estenssoro: Estamos en un proceso de bajar barreras, con las leyes de Emprendedores y de Pymes, pero mientras tanto, las barreras son altas: por eso es asombroso el talento argentino. Chile tiene unas políticas perfectas, pero no logra tener la calidad de emprendedores de acá; lo mismo le pasa a Colombia. Mientras estuvimos con los cepos económicos e ideológicos, Brasil estaba empezando a sacarnos un poco de ventaja, pero con la crisis se quedó atrás. En el caso de México, un país con un mercado gigantesco y que podría ser un país ideal por estar al lado de Estados Unidos, su cultura tan jerárquica va en contra de la osadía que tiene que tener el emprendedor.
Salvo Cris Morena, todos los actores del libro son hombres.
Naishtat: Es un capítulo que nos quedó pendiente para un próximo libro, porque teníamos la ilusión de que en economía del conocimiento las mujeres iban a tener mayor participación. Pero al igual que en las empresas tradicionales, en este tipo de empresas también hay una brecha enorme. Nos costó mucho encontrar mujeres, salvo Cris Morena. Hay mujeres dentro de organismos de generación de políticas, como Susana García Robles, en el BID, o Linda Rottemberg, en Edeavor, con una sensibilidad y una cabeza extraordinaria. Pero no las hay en los puestos de comando. Hay quienes dicen que la brecha digital con las mujeres empieza en la infancia, cuando a las niñas se las aparta de los juegos digitales y en realidad se las empieza a apartar también del conocimiento científico; hay un problema cultural. En Estados Unidos están viendo el problema y han armado algo muy interesante: programas especiales para sumar a las niñas al mundo digital.
40 empresarios de “alto impacto” fueron entrevistados para el libro. La mitad se educó en universidades públicas.