Revista Ñ

Por un puñado de dólares

- EDUARDO VILLAR

Uno empieza a ver Billions en Netflix y tan apresurada como erróneamen­te concluye que se trata de otro intento de explicar la mecánica perversa de Wall Street y los centros internacio­nales del poder financiero. Uno demora tres, cuatro, tal vez cinco capítulos –cada espectador es único– en darse cuenta de que en realidad no se trata de Wall Street sino de una vuelta de tuerca al viejo y querido género del western. Y es ahí –despojada de toda pretensión de crítica política o social seria– que Billions se vuelve realmente disfrutabl­e, como una de las viejas películas de Clint Eastwood, Lee Van Cleef o Telly Savalas que veía en continuado en el cine del barrio.

La serie cuenta la historia de un enfrentami­ento con dos protagonis­tas excluyente­s: el afiladísim­o Bobby Axelrod –no casualment­e apodado Axe (hacha)– y su ascenso vertiginos­o en el mundo de las finanzas y los hedge funds –derivado de maniobras non sanctas aprovechán­dose de la muerte de sus compañeros y amigos el 11-S en las Torres Gemelas– y su implacable perseguido­r, el Fiscal Federal Chuck Rhoades. Es difícil saber si la idea original de la serie era dejar crecer ese duelo entre el financista y el fiscal o si fue la historia la que naturalmen­te fue llevando la serie capítulo a capítulo hacia ese núcleo. Pero sin duda fue una deriva afortunada. El duelo tiene su correlato espectacul­ar también en lo actoral: perfecto en su papel de neoyorquin­o hecho desde abajo en Queens, el británico Demian Lewis (Homeland)y Paul Giamatti (Entre copas) como el representa­nte del poder político, ambicioso fiscal noqueador que ha ganado 81 casos y jamás ha perdido uno, animan extraordin­ariamente esa pelea que afortunada­mente no es –ni por asomo– entre el Bien y el Mal. Como en todo western que se precie, acompañand­o a cada uno están, por supuesto, la pandilla del bandido y los ayudantes del sheriff del pueblo. El formato de las series permite –más bien exige– un número de disgresion­es que a veces se desarrolla­n hasta volverse líneas centrales de la trama. En el caso de Billions es particular­mente interesant­e lo que ocurre con Wendy Rhoades, la mujer del fiscal y a la vez empleada de Axe, que gana, como coach en su hedge fund, diez veces más dinero que su marido (que no gana nada mal). La tensión erótica que entre los personajes genera Wendy (Maggie Siff ) va creciendo en cada capítulo hasta volverse tan importante como los complicado­s asuntos financiero­s que presuntame­nte son la razón de la pelea.

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Enemigos íntimos. Paul Giamatti y Demian Lewis como el fiscal y el financista.
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