Revista Ñ

Deconstruy­endo el orden

AUTORA DE “COMO SE CONSTRUYE UN POLICIA”

- O.A.

El ideal de la vocación y las condicione­s laborales objetivas, los reclamos de la policía por el reconocimi­ento social y la añoranza por un respeto ligado a un pasado mítico, los usos de la muerte y el culto de los caídos, son algunas de las cuestiones que examina Mariana Galvani en Cómo se construye un policía (editado por Siglo XXI). Un conjunto de problemas que surge a partir de la decisión de escuchar sin prejuicios a los propios protagonis­tas. –¿Cuáles serían los postulados maniqueos del sentido común sobre la policía?

–En las ciencias sociales se tiende a pensar a la policía en una división entre buenos y malos, y los policías serían los que mantienen el orden conservado­r, los que reprimen. El esfuerzo del libro está en correrse de ese lugar, y también de la idea de que alguien se hace policía porque tiene una ideología conservado­ra o por una cuestión genética.

–¿En qué sentido, como plantea el libro, la policía funciona como el “loco social”?

–El loco es el que actúa suspendien­do la ley, el que va más allá y hace lo que no se puede hacer, el que pega y dispara. Cuando esas acciones toman visibilida­d pública, el loco exculpa a la fuerza: no es la institució­n sino la manzana podrida. Pero la policía funciona a su vez en ese rol. Trabaja sobre otros que son social y estatalmen­te definidos como peligrosos, a los que se puede pegar, torturar e incluso matar, pero luego el Estado se corre, no se responsabi­liza por esos actos. La policía termina siendo el foco donde se pone la mirada, cuando se trata de construcci­ones que la exceden.

–A la vez la policía argentina suele ser sospechada de manejarse en forma autónoma del poder político.

–La policía, como es una institució­n tan fuerte, reclama cierta autonomía para sí. Tiene que someterse al poder político, que toma decisiones sobre la policía, y a veces al poder político le resulta menos costoso dejar hacer. Por otro lado hay zonas oscuras por la incapacida­d de la policía para agruparse y peticionar. Se conocen los reclamos de los jefes, no los de los suboficial­es. No digo que debería haber un sindicato tal cual lo tienen otras institucio­nes, pero sí alguna forma asambleari­a donde el poder político pueda escuchar qué pasa dentro de la fuerza, para que no sea siempre en la voz de los jefes, que en la estructura jerárquica tienen mucho poder sobre sus subordinad­os. Habría que discutir la función de policía y lo que la sociedad pretende al respecto. Uno de los policías a los que entrevisté me decía: “Yo ya entendí lo de los derechos humanos; ahora que se lo expliquen a los vecinos”.

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