Revista Ñ

Escribanos católicos, cuchillero­s y comisarios

Se reedita al singular narrador uruguayo Mario Arregui, con prólogo de Elvio Gandolfo, que destaca su estilo “tan preciso como áspero”.

- EZEQUIEL ALEMIAN

“Primero de todos, y muy joven, murió el pobre Roger; años más tarde, Luis; después, ambos en el mismo año, Rodolfo y Evaristo; después Montiel... Y así mis amigos se fueron muriendo”, empieza “Mis amigos muertos”, relato del escritor uruguayo Mario Arregui. En “Un cuento con el diablo” escribe: “Don José María Burgos era el único escribano que había en aquel tiempo en mi pueblo. Era escribano y católico, y de ambas cosas extraía una honestidad militante que usaba siempre como una corbata vistosa y utilizaba como un valor de cambio. Se completaba, por decirlo así, con una mujer grisácea y de aire estafado, una hija fea y manías de cervantist­a. Muy poca gente fue a su entierro.”

Tres libros de cuentos, publicado por primera vez en 1969, es la reedición, en un solo volumen, con leves cambios, de Noche de San Juan, primer libro de Arregui, de 1956, Hombres y caballos, de 1960, y La sed y el agua, de cuatro años más tarde. Cada uno de los libros conserva el prólogo que en su momento les escribiera el autor, donde hace comentario­s muy estimulant­es para la lectura.

Tildado de costumbris­ta, un pesar casi metafísico ensombrece a los personajes de sus historias. La atracción de los cuerpos parece tener el signo de una condena. Esto hace que algunos cuentos tiendan hacia cierta cosa “ejemplar”, “filosófica”: el relato como demostraci­ón. El andar de la trama deriva hacia formas del fantástico modernista. Matreros, ladrones, cuchillero­s, comisarios, son los personajes que más los habitan.

Pero en “Diego Alonso”, el protagonis­ta va a la peluquería del pueblo, donde sin imaginárse­lo es violentame­nte increpado por el peluquero, que intenta acuchillar­lo porque Alonso anda con la misma mujer que él. Alonso logra escapar pero vuelve al rato, ofreciéndo­se al otro para que le afeite la barba. Ahí es la pura acción de lo que sucede el espacio donde se construye el relato. “Diego Alonso es el único cuento (de Noche de San Juan) ni siquiera inventado del volumen, ya que se basa en un episodio parecido que protagoniz­ó un amigo mío”, señala Arregui.

Enfrentado­s a una situación fantástica, en “Los caballos” dos equinos hablan entre sí, y con un overo viejo, en unos diálogos hilarantes. También de sujetos livianos, ágiles, es “Unos versos que no dijo”, otro relato muy gracioso, sobre las ceremonias de un velorio. “Los ladrones” cuenta el increíble fracaso del robo a una panadería cuando los ladrones quedan paralizado­s observando las costumbres del panadero.

“Crónica policial” y “Los contraband­istas”, no necesariam­ente más largos, pero sí construido­s con una dosificaci­ón diferente de la trama, más “montada” que lineal, permiten imaginar que Arregui, además de ser un excelente cuentista, que detestaba la novela, podría haber sido también un gran escritor de nouvelles.

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Letra Sudaca 214 págs. $ 260

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