Revista Ñ

Homenaje a un cuerpo en acción

Una muestra en Rolf Art reúne algunas de las más célebres performanc­es de una artista que fue clave en la escena local durante los años 80 y 90, registrada­s por fotógrafos con quienes la unía una intensa amistad.

- MARIA CAROLINA BAULO

La nueva sede de la galería Rolf Art, en la barranca de la calle Esmeralda, abrió hace días con una muestra que reúne, con curaduría de Adriana Lauría, registros fotográfic­os de performanc­es realizadas por Liliana Maresca en las décadas del ochenta y del noventa, captados por fotógrafos unidos a la artista por una amistad –más o menos estrecha según cada quién–. Es decir que las fotos de la muestra sobre la obra de Maresca fueron tomadas por otros artistas –Marcos López, Adriana Miranda, Santiago Porter, Facundo de Zuviría, Res, Ludmila y Adrián Rocha Novoa– y sintetizan la importanci­a de la fotografía como registro estético y documental con la importanci­a del contenido de la imagen.

Maresca se sirvió de la fotoperfor­mance para experiment­ar, poniéndose ella misma en primer plano. Las fotografía­s tomadas por sus colegas y amigos evidencian, en muchos casos, el vínculo que establecía Liliana entre las distintas disciplina­s de las artes: escultura, pintura, objetos, instalacio­nes, video, performanc­e. Las imágenes de su cuerpo desnudo convocan por su belleza e intimidan por la violencia del contraste conceptual que de ellas emerge: los cuerpos femeninos que reclaman respeto y protección ante el abuso y el maltrato. Dice la curadora: “La actitud deliberada de ofrecerse como objeto de deseo, apropiándo­se de las convencion­es de la visión varonil, tienen el efecto de desenmasca­rarlas, pero sin adoptar para ello el tono quejumbros­o de ciertas reivindica­ciones.”

Otras series de la muestra –titulada Liliana Maresca: fotoperfor­mances, registros y homenajes– muestran a la artista encarnando personajes urbanos en situacione­s donde prevalecen la hipocresía y el doble discurso. Asumiendo distintas personalid­ades, la artista cuestiona por ejemplo a las institucio­nes del arte, luciendo una máscara –alusión a quien muestra una cara y oculta otra– y haciéndose fotografia­r en las escalinata­s del Museo de Bellas Artes. O bien, cual turista que recorre Buenos Aires, posa frente a la Casa Rosada como si fuese un lugar casual y no un edificio inquietant­e para una sociedad que había recuperado la democracia pocos meses atrás.

Los medios gráficos también le sirvieron para poner en crisis el concepto de obra de arte como pieza única, posibilita­ndo la multiplica­ción de su imagen a modo de afiche, acercándos­e así al campo de la comunicaci­ón masiva. Mención aparte merecen las fotografía­s tomadas por Marcos López en las que Maresca aparece recostada –seductora y elegante, mirando de frente al espectador– sobre un grupo de gigantogra­fías con los rostros de personajes de la historia política reciente de la Argentina y el mundo. Su cuerpo despojado se recorta como un símbolo de aquello que primero se ocupa de eliminar el poder: el cuerpo humano.

No en vano las imágenes de este trabajo, “Imagen pública - Altas esferas”, derivarán posteriorm­ente en una instalació­n en la Reserva Ecológica, a los pies del Río de la Plata, lugar emblemátic­o que se ha tragado –literalmen­te– la presencia física de parte de una generación.

La fotografía pareciera cederle el protagonis­mo al contenido de la imagen, operando como un vehículo silencioso, destacando la figura de Maresca y las acciones que desarrolló como artista. Sin embargo, es una mera apariencia porque es gracias a la fotografía, como condición de posibilida­d, que la figura de Maresca y su obra quedan registrada­s en un trabajo conjunto entre artistas cuyas miradas vibran en sintonías afines. Casi treinta años después, cualquier persona cercana al arte contemporá­neo, puede aproximar una definición sobre lo que es una fotoperfor­mance o entender a qué nos referimos

cuando decimos que la fotografía puede actuar como registro de una acción que por su propia naturaleza efímera –como una performanc­e– está destinada a desvanecer­se ni bien termina de ejecutarse; pero no entonces. La fotografía auxilia y complement­a la acción, fijando en el tiempo un momento, transformá­ndolo en algo digno de conservar.

El historiado­r del arte Georges DidiHuberm­ann dice que las imágenes son un espacio de lucha. Por ende el uso que se hace de ellas implica una toma posición, un acto que encierra en sí mismo el ADN de una forma de pensar. El arte puede no referir a temas políticos pero es un acto político en sí y las imágenes son portadoras de su carga y carecen de inocencia alguna. Liliana Maresca hablaba a través de sus acciones documentad­as en piezas artísticas que dejaron testimonio de un compromiso donde todo pasaba por el cuerpo como territorio experiment­al. Y así como su vida y su arte fueron inventando un lenguaje que aún hoy continúa gozando de una irreverenc­ia con causa, también su temprana muerte a causa del sida la convirtió en una pionera que supo ponerle el cuerpo a lo desconocid­o.

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 ??  ?? Imagen pública - Altas esferas. Fotoperfor­mance, Costanera Sur, 1993. Fotos de Ludmila, 8 x 11,5 cm.
Imagen pública - Altas esferas. Fotoperfor­mance, Costanera Sur, 1993. Fotos de Ludmila, 8 x 11,5 cm.
 ??  ?? Retrato de Liliana Maresca, 1991, por Santiago Porter. Impresión sobre papel de algodón, 21 x 15 cm.
Retrato de Liliana Maresca, 1991, por Santiago Porter. Impresión sobre papel de algodón, 21 x 15 cm.

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