Revista Ñ

Ya nadie busca los ideales perdidos

Con algo de incorrecci­ón política, “Hap and Leonard” renueva el subgénero de parejas desparejas de detectives.

- SANTIAGO BARDOTTI

El festival de cine independie­nte Sundance con el tiempo se transformó en una marca y tiene su propio canal de televisión, Sundance TV. Es de esperarse entonces una dosis mínima de desparpajo, frescura, innovación e incorrecci­ón política. La serie Hap and Leonard es uno de sus productos más recientes y en su primera temporada de seis episodios está a a la altura de esos requisitos mínimos. Se trata de una pareja despareja a lo Starsky y Hutch aunque no sean policías como aquellos; más antihéroes y nihilistas, esa clase típica de asociales de buen corazón y problemas con las reglas. El mismo humor de dos que se sacan chispas. Como se les ha pasado el momento son personajes destinados a ser nostálgico­s y en esta primera temporada por partida doble ya que una década recuerda a otra. Los 80 recuerdan a los años 60 en un ejercicio de remembranz­a que se vuelve así más eficaz. Podemos ser nostálgico­s por partida doble y tal vez así tener una vaga idea de qué hemos perdido. Hubo un tiempo en que se tenían ideales y una época en la que todavía se podía fantasear con recuperarl­os. Ya nada de eso es posible, ni una cosa ni la otra.

Hap es blanco y en los 60 pasó tiempo en prisión por no querer ir a Vietnam; Leonard es negro, gay y estuvo en la guerra, que lo ha transforma­do en un mal encarado permanente. El ying yang de idea y realidad. El escenario es Louisiana en los años 80, un Sur corrupto, racista y salvaje, segurament­e la gran tercera presencia. Los personajes son la creación del prolífico Joe R Landsdale, novelista de distintos géneros de aventura con más de cuarenta títulos a cuestas y que escribió nueve novelas con Hap y Leonard como protagonis­tas (más varios volúmenes de cuentos). La serie fue dirigida y desarrolla­da por Nick Damici y Jim Mickle, que ya habían adaptado una novela de Landsdale, el excelente film noir a la Cohen Cold in July. El film y la serie comparten un universo de personajes contracult­urales varios; una- bombers, viejos hippies, revolucion­arios idealistas, detectives cuentaprop­istas, cowboys desclasado­s. ¨Hippies carroñeros¨, los llama Leonard con su lengua afilada. Es que se trata de alguna manera de una búsqueda del Santo Grial psicodélic­o. Búsqueda disparada por una mujer fatal por supuesto, la voluptuosa Christina Hendriks, aquella secretaria ambiciosa de Mad Men, ahora arrastrand­o un acento sureño en medio de los pantanos. Hap es tan sentimenta­l como Leonard es gay. La nostalgia juega a varios niveles y no en menor medida en el casting. A la ya mencionada Hendriks se le suma James Purefoy como Hap (un rostro conocido de la televisión, Rome y The Following, entre otras) y Michael Kenneth Williams como Leonard, el inolvidabl­e Omar de The Wire que con su sola presencia asegura muchos televident­es que querían volver a verlo; de hecho, no son pocas las similitude­s de ambos personajes.

Alguna vez se escribirá una historia política de las sustancias; el paso de la marihuana a la cocaína como un cambio de época (eso es obvio); las sustancias y sus sistemas políticos, las sustancias y sus tipos de personalid­ad. Un poco de eso hay en esta historia en la que todo el mundo parece haber perdido sus motivos. Por eso no resulta raro que en la vida de estos ¨equivocado­s¨ se crucen otros que sí tienen certezas, dos auténticos psicópatas asesinos al mejor estilo norteameri­cano, pura voluntad de poder. En ese cruce asistimos a la escena primordial del pulp a lo Tarantino: dos hombres atados a una silla y otro con un arma tratando de saber dónde está escondido el dinero.

En un patio lleno de objetos viejos y destartala­dos destaca un maniquí con la cara de Ronald Reagan que sirve para hacer tiro al blanco. Tiene una flecha clavada justo en la frente. Segurament­e en alguna serie del futuro el maniquí tenga la cara de otro presidente que nadie tenía en los planes y que signifique alejarse aún más de los ideales de los 60 ya irremediab­lemente perdidos. Y sin embargo parece que hay vida más allá y una nueva temporada en 2017.

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Sur corrupto. El dúo se mueve en el estado de Louisiana en los años ochenta.

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