Revista Ñ

Jack London Voces del más allá

- Por Agustín Scarpelli

Si el genio emergiera de la lámpara y nos diera, por fin, la posibilida­d de pedir esos tres deseos que sólo él puede conceder, cada uno tendría segurament­e al menos un ser muy querido, de esos que nos asolan con su partida, con quien intercambi­ar las últimas palabras, las últimas miradas, antes del adiós. Es ese impulso el que nos lleva, ante una pérdida importante, a su última fotografía, su último mensaje de teléfono, o cualquier cosa en la que él o ella hayan dejado un rastro. En la última película de Ariel Rotter, “La luz incidente”, con fuertes toques autobiográ­ficos, Luisa (Erica Rivas) huele con intensidad la camisa de su marido, recienteme­nte fallecido, para intentar retener a través del aroma que dejó en esa prenda algo de él. Vuelve al lugar del accidente para buscar, entre los restos dispersos, “un algo” sin lo cual no puede respirar, no puede seguir adelante. Corrían los años 70. Hoy recurrimos a la técnica en busca de esos restos dispersos.

El 22 de noviembre último se cumplieron 100 años de la desaparici­ón física del novelista Jack London, cuyas reconocida­s obras “Colmillo Blanco” (1906) y “La llamada de la selva” (1903) siguieron alimentand­o la imaginació­n de incontable­s generacion­es de lectores, hasta hoy. De hecho, se acaban de publicar dos nuevos libros suyos en nuestro país: “Once cuentos de Klondike” (Eterna Cadencia), una antología que recoge los relatos influidos por sus experienci­as en Klondike, Canadá, en busca de oro, y “La dureza de los fuertes y otros cuentos” (Ediciones IPS), una compilació­n de sus cuentos más contestata­rios.

Un programa dedicado a la ciencia de la emisora italiana Rai Tre creyó que la conmemorac­ión del centenario de su muerte era un momento más que significat­ivo para recuperar las huellas de este escritor autodidact­a y entrañable. Por eso dedicó un programa al trabajo pionero del físico Carl Haber, quien junto al biógrafo de Jack London logró recuperar, luego de un trabajo que le llevó más de tres años, la voz del escritor, a partir de las grabacione­s que este había realizado en 1915 en una suerte de dictáfono: una especie de cilindro de cera en el que London grababa sus cartas para que estas luego fueran transcript­as por un mecanógraf­o.

La grabación recuperada reproduce la respuesta al poeta Max Ehrmann, quien le preguntaba, en una carta anterior, si lo que contaba en su libro “The Star Rover” sobre las condicione­s en las prisiones estadounid­enses era cierto. El escritor, que vagó por los Estados Unidos a principios del siglo pasado, fue buscador de oro, correspons­al de guerra, cazador de focas en Siberia, marinero y terminó varias veces preso (no por sus vigorosas ideas socialista­s sino por su condición de vagabundo sin casa ni empleo), le respondió esto que hoy podemos escuchar de su viva voz:

Querido Max Ehrmann:

Sólo una carta a las apuradas, antes de partir hacia Hawai. Sólo quiero contarte que todo lo concernien­te a las prisiones de California en la novela “The Star Rover” es cierto. Ed. Morell es un hombre de verdad, y Edward Morell es su nombre real. Tenía una sentencia de cincuenta años, y pasó cinco de ellos en soledad, como lo he descrito. Hace dos años Jake Oppenheime­r fue ejecutado en California por asalto y resistenci­a a la autoridad. Sólo puedo repetir que lo que he descrito es el caso de California hasta el año 1913. No sé lo que ha sucedido allí desde entonces.

Si alguna vez lee un libro mío titulado “The Road”, en el que doy algunas pistas sobre mis experienci­as, podrá observar que en el centro penitencia­rio del condado de Erie, en Buffalo, Nueva York, he sugerido sin dar grandes detalles buena parte de lo peor que he visto. Lo que encontré allí era impublicab­le, casi impensable. Aún estoy intrigado por saber de qué modo pudo afectarlo la manera en que traté la situación de Cristo en Jerusalén.

Su voz parece venida del más allá. Algo que hubiera sido perfectame­nte verosímil para los padres de Jack, que practicaba­n el espiritism­o. Quien quiera escuchar la carta y también saber algo más de la historia de vida del genial escritor, puede entrar a: www.radio3.rai.it

Escuchando el progama completo podrán comprender algo más acerca de las referencia­s que unen el genial relato “Encender un fuego” (incluido en el nuevo libro de Eterna Cadencia) y el filme “Into de Wild”, donde el actor Sean Penn recupera, como director, una historia real que podría haber sido, precisamen­te, la de un personaje de London, o la de él mismo. La película fue titulada en castellano “Aventuras en Alaska”. No contaré el final, pero debo decir que quien leyó el relato de Jack London o vio la película llegará, irremediab­lemente, al mismo punto. Pero claro, en un caso como en otro, lo importante y conmovedor es el camino que los condujo hasta allí.

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Jack London. El autor de “Colmillo blanco” (1906), un clásico de la literatura de aventuras.
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El vino y su cultura, en los dibujos de Miguel Rep.

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