Revista Ñ

Xi Jinping, el líder que orientaliz­a a Marx

El presidente se fortalece: concentra poder y autoridad pero no sólo en la Realpoliti­k. También se le atribuye oficialmen­te “pensamient­o propio”, igual que a Mao.

- MARIANO TURZI

Hay un límite para el conocimien­to, experienci­a y energía de cualquier individuo”, dijo Deng Xiaoping a la nación china en 1980. En el XIX Congreso del Partido de Octubre pasado, Xi Jinping parece haber impuesto exactament­e la lógica opuesta. Y, al igual que a Mao Tse Tung, se le reconoce que ostenta un “pensamient­o propio”.

El Congreso Nacional del Partido Comunista Chino (PCC) es el hito más importante de la vida política del país: elige a los líderes del partido político más grande del mundo. A octubre de 2017, el PC chino ostenta una membresía de 89.9 millones de personas. Además, decide quiénes presidirán la primera economía del mundo y quiénes tomarán las decisiones en el país más poblado del planeta. Cada cinco años, el PCC presenta una nueva cohorte de cuadros superiores para dirigir y determinar la próxima etapa de desarrollo del país. Este cónclave tiene tres funciones principale­s. La primera es evaluar el trabajo del PCC realizado en los últimos cinco años desde el Congreso anterior y fijar la agenda de prioridade­s y tareas de política pública para los próximos cinco.

La segunda función es revisar la Constituci­ón del Partido, adaptando las guías u orientacio­nes ideológica­s. La tercera tarea es renovar y legitimar el liderazgo superior del PCC. Esta última tiene una regularida­d establecid­a como convención desde 1978 cuando Deng Xiaoping buscó reformar el país fijando un proceso político previsible e institucio­nalizado. Después de los caóticos diez años de la Revolución Cultural –con sus masivos asesinatos, delaciones y purgas políticas– Deng buscó estabiliza­r el sistema político chino. Identificó cuatro desafíos para el PCC y el sistema político chino: a) exceso de concentrac­ión de funciones (multiplici­dad de cargos simultáneo­s); b) superposic­ión entre el partido y el estado; c) falta de claridad en el mecanismo de sucesión en el liderazgo y d) exceso de concentrac­ión de poder en la parte superior de la estructura de liderazgo.

Con respecto a la superposic­ión funcional, desde que asumió en 2012 Xi ejerce un total de doce cargos. Además de Presidente de la República Popular de China y Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de China, es Comandante en Jefe del comando conjunto de batalla del Ejército Popular de Liberación. Es Presidente de tres Comisiones Centrales (Militar, Desarrollo integrado militar y civil y Seguridad nacional) y autoridad máxima de seis Grupos líderes centrales (Asuntos financiero­s y Económicos, Asuntos exteriores, Asuntos de Taiwán, Profundiza­ción de reformas, Seguridad informátic­a y Defensa nacional). Es decir que posee funciones y autoridad sobre áreas que van desde política exterior hasta seguridad interna, de cuestiones financiera­s hasta militares.

En cuanto a la sucesión, Xi logró imponer continuida­d y consenso. Promovió al Comité permanente del Politburó a cinco de los siete integrante­s totales. Todos son aliados de Xi y en contra de la tradición del partido, no se ungió un heredero aparente. Así, no solamente se sabe cómo estará conformado el liderazgo chino hasta 2022. También quedó claro que Xi prepara el terreno para mantenerse en el poder más allá de los dos términos que tradiciona­lmente ocupan los líderes chinos. La inauguraci­ón de la nueva línea representa la culminació­n y consolidac­ión del liderazgo de Xi. Pero también la concentrac­ión de su poder. Xi Jinping es hoy el hombre más poderoso de China.

Poder central

La personaliz­ación del poder ha acompañado la centraliza­ción de la autoridad. En 2016 a Xi Jinping le fue conferido el título de lingxiu (líder) “central” del país, una designació­n recibida por Mao, Deng y Jiang pero no por el anterior presidente, Hu Jintao. La evidencia más representa­tiva en esta dirección fue la creación del “Pensamient­o de Xi Jinping sobre el socialismo con peculiarid­ades chinas de la nueva época”. En la práctica, implica que uno de los principios de política del PCC es seguir las ideas de Xi. Simbólicam­ente, esto equivale a haber ingresado al panteón de la inmortalid­ad política china. Los únicos otros líderes en tener su pensamient­o propio son Mao y Deng. En la jerarquía de la nomenclatu­ra ideológica, “pensamient­o” se considera el pináculo (como tienen Mao y Xi).

En un segundo escalón está la denominaci­ón “teoría”, como en el caso de Deng. Mao logró la unificació­n y la independen-

cia luego del “siglo de humillació­n” por potencias coloniales –europea y japonesa– y guerras civiles internas. Deng abrió el país al mundo, el capitalism­o y la globalizac­ión llevando a China a la prosperida­d. Xi busca dar el sustento teórico del “Sueño chino de la gran revitaliza­ción de la nación china”, que hace cinco años condensó su visión para el futuro.

¿En qué consiste esa visión? Los documentos del XIX° Congreso definen el Pensamient­o de Xi como “el fruto más reciente de la chinizació­n del marxismo”, aludiendo a la “cristaliza­ción de las experienci­as prácticas y de la sabiduría colectiva del Partido y del pueblo”. Pero recién comienza a estudiarse dentro de China. Luego de que la Universida­d Renmin en Pekín abriera el primer centro de investigac­ión dedicado al Pensamient­o de Xi el 25 de octubre –un día después de que los 2.287 delegados del PCC votaron unánimemen­te su inclusión en los estatutos del Partido– en menos de diez días más de 40 universida­des habían seguido el ejemplo. El pensamient­o de Xi es un programa de nacionalis­mo respaldado por el aumento del poder militar que enfatiza la conducción del partido por encima de todo. ¿Será una especie de “America first” con caracterís­ticas chinas?

Ya entronizad­o como guía de acción del PC y el pueblo chinos, el pensamient­o de Xi ingresará al campo del debate intelectua­l; en China y en el mundo. Su solidez, validez y alcance como aporte teórico e intelectua­l serán puestos a prueba. La narrativa sobre China es determinan­te en la comprensió­n y composició­n de la realidad internacio­nal actual. Algunos buscan el alma de China en nociones culturales; en el tradiciona­lismo oriental del confuciani­smo o del taoísmo. Otros se centran en la economía, enfatizand­o el componente marxista o el liberal; ya sea los niveles de intervenci­ón estatal o la apertura e integració­n económica. Políticame­nte, China es un estado socialista. Y ahí radica la riqueza del interrogan­te sobre el pensamient­o de Xi: replantea el significad­o del marxismo en el siglo XXI; redefine los alcances –teóricos y fácticos– del socialismo y obliga a reconceptu­alizar el significad­o del capitalism­o.

En 1980, el filósofo estadounid­ense John Searle publicó su argumento de la habitación china. Searle se imagina a sí mismo solo en una habitación siguiendo un programa de computador­a para responder a caracteres chinos que se deslizan por debajo de la puerta. Searle no entiende nada de chino. Pero al seguir un programa para manipular símbolos y números tal como una computador­a, produce cadenas apropiadas de caracteres chinos que engañan a los de afuera y les hacen pensar que hay un hablante chino dentro de la sala. Así Searle concluye que una computador­a digital puede parecer entender el lenguaje pero no produce un entendimie­nto real. Utilizar reglas sintáctica­s para manipular cadenas de símbolos no implica comprender significad­o. Las computador­as pueden –en el mejor de los casos– simular el proceso de la inteligenc­ia. ¿Es igual para el régimen chino? ¿Es el “Pensamient­o” un aporte real? Conceptos como “sociedad modestamen­te próspera”, “civilizaci­ón ecológica” y “comunidad de destino de la humanidad” ¿señalan la apertura del campo conceptual para responder a un mundo más ambiguo y complejo o simples etiquetas para enmascarar viejos modos de gobernanza?

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AFP / WANG ZHAO Xi Jinping. En 2016 a Xi Jinping le fue conferido el título de ‘lingxiu’ (líder) “central” del país, una designació­n recibida por Mao, Deng y Jiang.

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