Revista Ñ

El escenario como campo de batalla.

Sobre la obra de teatro El mundo es más fuerte que yo

- MERCEDES MENDEZ

Buscar algo que esté vivo. Si a gran parte de los artistas del último siglo los desveló hallar la verdad en el arte, ahora algunas obras insisten con algo todavía más directo: encontrar la vida, es decir, oponerse a todo lo que está muerto. En general, estas experienci­as llegan del circuito más independie­nte y experiment­al. Un ejemplo de eso es lo que pasa los sábados por la tarde en la sala Roseti, en el corazón de Chacarita. El espectácul­o El mundo es más fuerte que yo no se parece en nada a lo que se suele ver en los teatros y eso, en sí mismo, ya es algo a su favor.

Unas sillas tiradas y desparrama­das por el espacio. No hay dónde sentarse. En un sillón, una mujer mira al público y le sonríe. Entre el desconcier­to y el desorden, los espectador­es ya tienen que accionar: agarrar una silla y ponerla sobre una tarima. Se escucha “Notturno” de Schubert. Una vez que el público está acomodado, la actriz Victoria Roland se presenta y anuncia lo que será la génesis del espectácul­o, que escribió junto a Juan Coulasso, quien también dirige la obra y aparece en escena oficiando de lo que es: el director.

“El escenario es un campo de batalla. Ustedes, los espectador­es, contra nosotros, los artistas. En apenas unos instantes, cuando esa batería suene bien fuerte, vamos a dar inicio a la representa­ción, a esta guerra cuerpo a cuerpo entre realidad y ficción, todo lo que no es contra todo lo que es”. De esta tesis parte lo que sucede en el espectácul­o: ¿Qué es lo que está vivo? ¿Dónde encontramo­s la realidad en la ficción? ¿Cómo se construyen las ficciones? ¿Qué sabemos de esta actriz que dice que si no actúa no existe? ¿Qué lugar ocupa el ego y la necesidad de deslumbrar al público? ¿Cuáles son las insegurida­des de un director?

En un intento arrollador por superar las convencion­es teatrales, El mundo es más fuerte que yo invita al espectador a mirar con sospecha todo lo que se plantea. Pero no desde un lugar de mentira. Al contrario, los propios artistas se muestran vulnerable­s, desconfian­do de lo que ellos mismos hacen. Un ejemplo: el ba- terista y la asistente tienen una remera que indica su función, pero con las letras escritas al revés. De ahí a situacione­s más sutiles, las condicione­s de representa­ción se ponen en jaque. La insegurida­d que implica encontrar la realidad en la ficción aparece en la obra con frases como éstas: “Soy solo una actriz: repito las palabras de otros”, o “El público exige explicacio­nes sobre el argumento. Una deus ex machina hará su aparición desde el pisito de arriba, será mujer y diosa y dirá: “¿A quién se le ocurrió esta mierda de obra?”. Inventar una ficción para sentirse vivo, recrear un terremoto para que algo empiece a moverse; ésos son los intentos permanente­s de esta actriz sobre el escenario, con la compañía cuidadosa y también insegura de su director, una asistente que la ayuda, la estimula y la hace vibrar, y un baterista que invade el espacio de una energía punk poderosa.

“Nuestra intención, que puede parecer pretencios­a, es la de inaugurar un gesto de ruptura. Frente a convencion­es instituida­s que nos parecen desgastada­s, queremos introducir una transforma­ción en las formas de representa­r, que está muy atenta al lugar que ocupa el público en el teatro”, dice Colulasso, director también de otra obra imponente como fue Cinthia interminab­le. Desde el comienzo hasta un final arrasador, que mejor no contarlo sino vivirlo como se busca en esta obra, el público debe tomar decisiones sobre lo que ve: elegir una silla, creer en la interpreta­ción, participar de algunas invitacion­es y hacerse cargo de esa mirada intimista y profunda que la actriz le dedica, en un momento, a cada uno de sus espectador­es.

Su director vuelve a la idea de lo vivo: “Nuestra obra es un viaje hacia la imposibili­dad de su realizació­n. Un accidente. Pero sentimos que el público agradece esa sacudida, que pueden ver algo de la crisis que enfrentamo­s cuando ensayábamo­s la obra y que tenemos todo el tiempo con nuestra profesión, que pueden sentir que hay riesgos que son reales, que hay cosas que no manejamos, que igual que ellos, queremos sentir mucho y que, aunque fracasemos, estamos tratando de producir esa magia, encontrar la alquimia de la ficción”.

 ?? NORA LEZANO ?? Performanc­e. La obra invita al espectador a tomar decisiones sobre lo que vivencia. Ficha El mundo es más fuerte que yo
Autor: Juan Coulasso y Victoria Roland Dirección: Juan Coulasso
Lugar: Roseti (Roseti 722)
Funciones: sábados a las 18.30
NORA LEZANO Performanc­e. La obra invita al espectador a tomar decisiones sobre lo que vivencia. Ficha El mundo es más fuerte que yo Autor: Juan Coulasso y Victoria Roland Dirección: Juan Coulasso Lugar: Roseti (Roseti 722) Funciones: sábados a las 18.30

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