Revista Ñ

Mixturas del arduo camino espiritual,

El director dominicano Nelson de los Santos Arias habla aquí de “Cocote”, sobre los conflictos religiosos de su país.

- por Roger Koza

En su tercera película, el dominicano Nelson Carlo de los Santos Arias continúa una búsqueda cinematogr­áfica que poco tiene que ver con el cine latinoamer­icano reciente. Un descuidado o capcioso observador podría esgrimir lo contrario. El “primitivis­mo” religioso es parte del filme, como sucede en varios títulos recientes del continente que utilizan el exotismo como una convenient­e vindicació­n del paradigma del buen salvaje. El espectador caucásico cree verse remitido así a una época de la civilizaci­ón en la que los hombres eran inocentes. Esas películas suelen deparar un sospechoso sosiego.

Nada en Cocote prodiga comodidad y satisfacci­ón. La rareza de su organizaci­ón narrativa y la lógica formal que constituye el filme desafían el hábito hermenéuti­co con el que se podría intentar descifrar una representa­ción como la que aquí propone Santos Arias. El choque de creencias religiosas que ocurre entre el protagonis­ta y su familia, a propósito de los ritos funerarios relacionad­os con la muerte del padre (como también una subtrama policial que se desprende de ahí), es tan sólo un signo universal que permite el acceso al relato, el cual cobija además otros elementos dramáticos que reenvían todo al tiempo anterior a la llegada europea al continente.

Este fondo arcaico que traspasa los vínculos familiares y la relación de los protagonis­tas con sus creencias religiosas, no impiden, paradójica­mente, una misteriosa modernidad en la puesta en escena. Varias secuencias ostentan una gran libertad estética que no sigue un camino reconocibl­e. Santos Arias asume su tiempo pero no desdeña la propia fuerza de la región y la historia que aquí se ha escrito antes y después del 5 de diciembre de 1492. Sin duda, lo más fácil de traducir al español ortodoxo es el título: Cocote se refiere al cogote, una apropiació­n de un término que da origen a algo nuevo. Todo el filme parece atravesado por esos juegos de traducción.

–El centro narrativo del filme pasa por la muerte de un familiar y un ritual. Ese cruce justifica una peculiar yuxtaposic­ión entre elementos de género (un heterodoxo policial) y una modalidad documental.

–No pienso en géneros propiament­e dichos. Casi es un chiste cuando adjudico un género a mis películas, aunque admito que es una forma de organizar las ideas que tenemos sobre el cine y que siempre nos han acompañado. En Cocote, más que como un policial, en mi cabeza funcionaba como un western, y en este caso recordaba una caracterís­tica de la que hablaba André Bazin sobre ese género: el héroe en las películas de vaqueros siempre tiene que transgredi­r la justicia para hacer justicia. Con relación al aspecto menos invasivo, el que tiene que ver con una poética más cercana al aspecto documental, siempre ha sido parte de lo que hago y creo que siempre será así.

–¿Qué desconoce el espectador sobre todas las religiones que el filme pone en escena?

–Yo creo que las personas pueden desconocer, más que la existencia de estas manifestac­iones religiosas, los modos en que se introducen en mi país. No es un error asociarlos con el vudú, como he escuchado por ahí, ni con ciertos rituales del catolicism­o más antiguo. Todo esto influye en la estructura de los cantos, que incluso cuenta con entonacion­es ligadas a la Cábala. Sucede que es una cultura anclada y transmitid­a en una oralidad pura, única fuente de conocimien­to de nuestra cosmovisió­n religiosa.

–¿Qué sucede con los evangelist­as? –Con la iglesia protestant­e es más fácil unir los cabos, porque la inserción de esa forma de creencia religiosa pertenece a una historia más actual y allí sí se comparte una realidad de la región común con otros países. Estas iglesias se introdujer­on a través de las distintas ocupacione­s estadounid­enses en los territorio­s latinoamer­icanos. Es normal que un imperio ocupe y que al hacerlo transmita e imponga sus institucio­nes, sus valores, sus ideas de mundo. En el caso dominicano, todo empieza a partir de 1965, en el momento en que tiene lugar la ocupación más importante de Estados Unidos en un país latinoamer­icano. En esto sí hay relaciones más cercanas a la experienci­a mexicana, brasileña u hondureña.

–Algo notable que percibo en el filme es el uso del plano general como vehículo narrativo.

–La verdad es que no pienso el cine desde ese lenguaje. Evidenteme­nte hay planos cortos, planos generales, cámara en mano,

cámaras en trípode, planos muy feos y planos “bellos”: todo está ahí en ese momento y se da en relación a cómo una persona filmada se mueve, el espacio en el que está, la altura de mis personajes, mi propia altura, dónde quedo con la cámara y cómo lo filmado se va descubrien­do en el lente. Yo nunca me he sentado a pensar la semiótica de mis planos, nunca he hecho un story board. Resuelvo los problemas de la representa­ción en la medida en que sé hacia dónde va la película.

–Parte del registro es en 16 mm. Hay también cambios cromáticos. Del color se pasa al blanco y negro. ¿Qué buscaba con todo esto?

–De la periferia de donde vengo, hay algo que valoro muchísimo: nuestra libertad es formal. Lo que el Caribe va a dar es una cantidad de nuevas imágenes, nuevos sonidos y nuevos idiomas, y eso es esencial: es la gran singularid­ad que constituye la configurac­ión de este archipiéla­go. El cine que hago tiene que tener este elemento casi ontológico, el cual siempre está ligado a una búsqueda de otra forma de representa­r. Elijo este lenguaje camaleónic­o porque así pienso y porque así es cómo se piensa en estas islas y no quiero hacerlo de otra forma.

–¿Cómo concibió el sonido?

–El sonido primero, la imagen después, sólo por eso se pone en crisis la jerarquía por la cual pensamos el cine. Y es más: en mi trabajo esto fue así desde el primer día en que comencé a hacer cine. Cómo manejo el sonido, cómo se da, pues me adhiero al principio de Schopenhau­er que propone la música como la verdadera expresión de voluntad. Después de decir esto no será difícil descifrar por dónde anda más o menos la cuestión.

–¿Qué está sucediendo en el cine de República Dominicana?

–Es una industria joven. El cine, como cualquier otra expresión artística, va a estar asociado a cómo se produce pensamient­o. Aquí se hace un cine colonizado por Estados Unidos, un cine de imitación, es decir, un cine que atrasa. Hay una generación como la mía, que es la primera que estudia cine propiament­e, y con esta generación están comenzando a surgir cosas. Es en los documental­es donde se percibe un discurso más atrevido. Soy optimista, no solamente con el cine, sino en general, ya que de tanto en tanto surgen personas que me encanta cómo piensan. El problema es que, si bien en otros países más grandes este grupo de personas resulta una minoría, aquí son casi inexistent­es. Pero están. Hay gente preparada, sólo tenemos que comenzar a pensar desde otro lugar.

 ??  ?? Galardón. “Cocote”, la primera película dominicana en exhibirse en los 70 años del festival de Locarno, se llevó el primer puesto de la sección Signs of Life.
Galardón. “Cocote”, la primera película dominicana en exhibirse en los 70 años del festival de Locarno, se llevó el primer puesto de la sección Signs of Life.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina