Revista Ñ

Romance de bandoneón en honor a Troilo. Entrevista con Osvaldo Piro

A 80 años de la creación de la orquesta típica de “Pichuco”, el compositor le rendirá un homenaje junto con la cantante Susana Rinaldi en el CCK.

- SANDRA DE LA FUENTE

Fue de los más grandes intuitivos. Pichuco estaba tocado por la varita mágica”, afirma el bandoneoni­sta Osvaldo Piro y su cuerpo se yergue un poco más en la silla del bar del teatro El Picadero, casi como un soldado fiel frente a su general. A cien años de su nacimiento, Aníbal Troilo sigue siendo una figura poderosa, el más sensible de nuestros bandoneoni­stas, una fuente de enseñanzas continuas, de quien aprender a componer y a celebrar la vida y la amistad en esta ciudad.

Como homenaje a ese hombre que refinó el sonido de Buenos Aires, Osvaldo Piro dirigirá a Susana Rinaldi frente a una orquesta típica en el CCK bajo el título A Troilo con amor. También estarán José Colángelo –último pianista de la orquesta de Pichuco– y Juan Carlos Cuacci, eterno arreglador y director de Rinaldi.

“Es cierto que Piazzolla nos obligó a estudiar a todos. Pero vos analizás a Troilo como compositor y te das cuenta de que tenía una capacidad increíble. Cómo escribió tan bien, cómo compuso tanto. Te digo más, si Troilo no hubiera sido así, Piazzolla no lo hubiera querido nada, lo habría matado. Pero Pichuco fue el mejor y además tan generoso que hizo que el mismo Piazzolla empezara a darse a conocer, primero como arreglador y después como compositor. Cuando todos le aconsejaba­n que no estrenara “Tanguango”, por ejemplo, porque a la gente no le iba a gustar, el tipo se empecinó y lo hizo. El Gordo era de mirada amplia y generoso como ninguno”, subraya Piro.

–Decís que era un gran intuitivo. ¿Sabés cómo componía?

–Él contaba que memorizaba las letras y después, ya con la letra en la cabeza, empezaba a cantarlas hasta que le salían las cosas. Así surgieron “María”, “Romance de barrio”, “Malena”. Y escribió con los mejores poetas de su tiempo: Homero Manzi, Cátulo Castillo, ¡con Cadícamo! –¿Te acordás del día en que conociste a Troilo, que tuviste un contacto personal con él?

–Sí, yo había empezado a tocar a los 14 años en esas orquestas-talleres, que hacían los cambios en las orquestas de primera línea. Porque las orquestas que estaban contratada­s en cabarets y cafés con espectácul­os durante toda la semana, cuando llegaba el fin de semana se iban. Entonces los sábados y domingos había que reemplazar­las. Empecé con eso. Cuando tenía 16 años, Alfredo Gobbi llamó a mi profesor, Domingo Mattio, un bandoneoni­sta rosarino que vivía pe- gado al Gordo Troilo. ¡Estuvo más de treinta años en la orquesta! Bueno, resulta que Gobbi le pidió a Mattio un bandoneoni­sta y fui a debutar en esa orquesta de primera línea en radio El Mundo. Fue ahí que me crucé con Troilo por primera vez. Apenas lo vi me puse colorado. Cuando íbamos camino al estudio, el Gordo le dijo a Gobbi: “Qué pinta de bandoneoni­sta tiene este pibe”. Imaginate lo que fue para mí oír eso. Lo había escuchado mucho en vivo, había ido a los carnavales de Racing y River. En esos tiempos Troilo era un ídolo absoluto. Siempre pienso que en los años 40 y 50 se convocaron a tantos músicos y poetas de importanci­a porque el mundo estaba en guerra y no importaba nada lo que pasaba acá, por eso pudimos ser nosotros. Pero cuando se terminó la Segunda Guerra y se acomodaron los tantos, empezaron a mirar para acá a ver qué negocios podían hacer. Y uno fue dominarnos culturalme­nte. Porque un país se domina sin disparar un solo tiro. Esto pasó en Latinoamér­ica. De todos modos, el que se defendió maravillos­amente fue Brasil, porque no lo pudieron voltear. Cuando en el 45 Perón puso la Ley de Música Nacional se armó un escándalo terrible, pero en Brasil durante el 76 el 85% de la música era nacional.

–Esa fue un ley impuesta por la dictadura brasileña. De cualquier modo, Brasil también tuvo un movimiento enorme de pop y rock.

–Sí, pero no pudieron con la tradición brasileña.

–Sin ánimo de molestar, creo que acá pesó más la cerrazón de nuestros tangueros que las ansias de invasión de un supuesto enemigo. En los años 50 y 60 el tango estaba más que vivo, pero Piazzolla fue el enemigo porque coqueteaba con el pop. No pudieron sobreponer­se, no supieron incorporar lo nuevo.

–¿Vos pensaste en esta lógica? En la década del 50 la gente entendía la poesía de Manzi y Castillo, pero en el 60 saltamos a la idiotez de cantar “La felicidad jajajaja”. No hablo de Palito, hablo de la producción. El movimiento de la Nueva Ola fue todo así.

–Pero eso sucedía en el mundo. Los Beatles también cantaban “Te amo, te amo” y no mucho más que eso. Antes que decir que los ingleses salieron a dominar Latinoamér­ica, deberíamos decir que los Beatles dominaron el mundo con su música. ¡Hasta la Reina de Inglaterra estaba fascinada por esos cuatro tipos!

–Sin embargo, creo que a una generación la formás o la deformás. En la cultura pasa esto por la influencia que tienen los

medios. Los poderosos se adueñaron de los medios masivos. La radio y la televisión empezaron a estar en manos de intereses privados. Para ellos todo son números. Sos importante si vendés, si no, qué me importan tus delirios.

–Pero la música de Troilo le daba de comer a RCA y también a las productora­s privadas.

–Claro, Troilo le daba de comer a todo el mundo.

–¿Cómo te relacionas­te con Troilo? –Debuté en Patio de Tango –donde ahora está el Centro de Abogados, al lado de La Giralda– con una orquesta numerosa. Y vino un tipo del Festival de la Falda a contratar músicos. Todavía el tango tenía un peso de convocator­ia enorme. Hice la apertura del festival porque, claro, nadie quería abrirlo, todo el mundo quería actuar en el cierre. Pero lo mío fue un éxito importante y en el segundo día ya me pusieron para el final. Fui revelación de ese año y ese festival me abrió muchas puertas. Cuando formé la orquesta y debuté en 1965, el locutor de ese espectácul­o, Roberto Giménez, me dijo: “¿Sabés que Pichuco te está escuchando atrás de esa columna?”. Imaginate la emoción. Nos quedamos charlando hasta cualquier hora. Pichuco era un bicho muy nocturno. Después, Bragato, que era director de un sello chico, me convenció para que grabara ahí y me dio la sorpresa de que Pichuco me apadrinarí­a. No sabés cómo me sentí. Nunca me hubiera atrevido a pedirle algo así al Gordo, por la distancia que había entre él y yo. Ahí empezó una relación maravillos­a.

–¿En qué consistía ese apadrinami­ento de Pichuco? ¿Ayuda económica? –No, eso no. No porque él no lo hubiera hecho gustoso sino porque yo no lo hubiera aceptado, pero ademas era una época de muchísimo trabajo. Estaban las tres Richmond, en Suipacha, en Esmeralda y Florida. Había varios turnos, desde las 5 de la tarde hasta la 1 de la mañana. Las orquestas no paraban nunca. No eran boliches para bailar, eran para escuchar. Había también cafés como el Marzotto, donde ahora está Arturito. Ese mercado se fue muriendo de a poco y también se limitó el trabajo. Eso vino con la invasión del pop. Entiendo tu idea de que el tango se cerró, pero fijate que a España no le pasó eso. España mantuvo viva su tradición flamenca. –Los españoles cuentan que el flamenco durante el franquismo no tuvo visibilida­d. Fue bajo el gobierno de Felipe González que empezó a levantarse, del mismo modo que nuestro tango. Música española como la copla aparecía en el siglo XIX y principios del XX reescrita por los compositor­es españoles residentes en París e incluso por compositor­es franceses.

–Y sí, París es una ciudad abierta al mundo. Es que yo no digo que sea bueno cerrarse

sino que es importante cuidar las tradicione­s. Y lo que pasa es que a este país no vino precisamen­te lo mejor. Imaginate que soy de una generación que tuvo la suerte de escuchar por radio y de tener referentes como Gobbi, Troilo y Pugliese. Eran todos decarianos, pero el más parecido a las formas decarianas fue Pugliese.

–¿En qué consiste el estilo decariano que mencionás?

–Los hermanos De Caro, Julio y Francisco, empezaron a darle forma al tango, porque hasta ese momento todo era muy intuitivo. Ellos escribían, componían. Pugliese escribía y en su orquesta escribiero­n todos los que pasaron por ahí: Balcarce, Caldara, Binelli, Mederos.

–Troilo hizo lo mismo.

–Nada más y nada menos que con Piazzolla. El tango “Lo que vendrá” lo dio a conocer Troilo. El gran mercado era el baile, la orquesta no podía parar. Después, con los compositor­es, el tango fue música de una élite, para escuchar. Este país tuvo una gran inmigració­n a principios del siglo XX, con grandes maestros de música. El tango tiene una formación académica muy buena.

–Por otra parte, muy europea.

–Claro. Una formación que tenía que ver con la música de cámara. Escribir para esa formación te hace olvidar un poco del bailarín. El Gordo tenía mucha visión en eso, sabía que si se alejaba de ese mercado se quedaba solo. No obstante, de los primeros discos a los últimos había evoluciona­do muchísimo. La orquesta de Troilo, la del 40, era prolija y bailable, se veía que era un tipo talentoso, pero nada que ver con la del 50 y 60. De aquellos tangos con Goñi en el piano a lo que fue con Berlingier­i. Pero él los dejaba lucirse, los dejaba crear. La generosida­d del Gordo era increíble. Cuando se iba un cantor para comenzar su carrera lo despedía con una medalla y una fiesta en su honor. Hablaba con distintos productore­s para que contratara­n al cantante. Era un elegido total. Un ídolo absoluto.

–Ese es otro gran tema, el de los cantantes de Troilo. Quedaron muy pocos y de tono más intimista, parecen haber desapareci­do junto con él. Tu nombre aparece cuando el tango empieza su retirada.

–En esos años grabé “Verano porteño”. Era un arreglo que duraba cinco minutos, era importante y quería tocarlo. Gracias a eso, Piazzolla me dedicó la partitura de “Adiós Nonino”: “por la buena versión de ‘Verano porteño’”. Esos años fueron el epicentro de mi carrera.

Ficha

A Troilo con amor

Osvaldo Piro y Susana Rinaldi

Lugar: CCK - Sala Sinfónica (Sarmiento 151) Funciones: 19 de noviembre a las 20 Entrada: gratis

 ?? FEDERICO KAPLUN ?? Apadrinado. Los comienzos de la carrera de Piro estuvieron signados por la mirada del gran Troilo.
FEDERICO KAPLUN Apadrinado. Los comienzos de la carrera de Piro estuvieron signados por la mirada del gran Troilo.

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