Revista Ñ

El sacerdote que buscaba la belleza,

Se exhiben en OSDE sus paisajes serenos, de paleta sin contrastes, que buscaban expresar sus sentimient­os frente a la naturaleza.

- por Mercedes Pérez Bergliaffa

La imagen sin tiempo es la exposición de un artista atípico: el pintor y fraile Guillermo Butler. Organizada por el Espacio de Arte de la Fundación OSDE y curada por Tatiana Kohan, la muestra da cuenta de un pintor y dibujante misterioso, con breves asomos en la prensa de su tiempo (hay notas sobre Butler en revistas de la época, que lo presentaba­n como un caso único de “sacerdote-pintor”).

Aunque era sacerdote dominico, Butler vivía fuera del convento, dando clases de arte en diversas institucio­nes educativas. Activo en el campo artístico, no sólo fue miembro fundador de la Academia Nacional de Bellas Artes en 1936 sino que hasta llegó a crear su propio espacio de enseñanza, llamado primero “Academia Beato Angélico” –ubicado dentro de las dependenci­as del convento de Santo Domingo, sobre la Avenida Belgrano al 400, en Buenos Aires. Más tarde lo llamó “Academia de Arte Cristiano”. En 1939¸el espacio se trasladó a la calle Florida.

Pero más allá de estos datos, hay que guiar la mirada hacia la obra de Butler con detenimien­to: porque en ella, los temas y las decisiones estéticas se repiten, aunque las obras siempre son distintas. Destacado y recordado especialme­nte por sus pinturas más quietas, sus paisajes prácticame­nte metafísico­s, de paletas sin contrastes y clave alta, es posible ver, dentro de la quietud de las sierras, la serenidad de las arboledas, las quietas escenas religiosas y los claustros eternos, detenidos, pintados por el fraile, la influencia de las vanguardia­s europeas: porque Butler también tuvo su viaje iniciático a Europa, aunque un poco diferente al del resto de los artistas que viajaban alrededor de esa época (1909, como Alfredo Guttero, Miguel Carlos Victorica, Ramón Silva y Antonio Sibellino). A diferencia de ellos, Butler fue a Europa a estudiar Derecho canónico. Luego aprovechó su estancia en aquel continente para estudiar también pintura en la Academia de Bellas Artes de Florencia. Un tiempo después, en 1911, obtuvo una beca del Congreso de la Nación para estudiar pintura en París, en la Academia de Lucien y Desiré Lucas.

El viaje a Europa le abrió un mundo nuevo, del que absorbió influencia­s ávidamente. Primero, durante sus estudios en Florencia, fue grande el impacto que tuvo en él la obra de Fra Angélico, quien cumplía también con la doble condición de artista y sacerdote dominico, y de quien siempre se declaró gran admirador. Sobre Fra Angélico, Butler recordó alguna vez: “En presencia de sus frescos yo temblaba de emoción (…) Comprendí entonces que el arte era superior a todas las habilidade­s y maestrías de los humanistas del Renacimien­to… Nada de engañosas y superfluas habilidade­s, nada de teatralida­d… (La del Beato Angélico) Es la expresión sincera de un gran místico, por eso tiene la propiedad de conmover”.

Durante su segunda etapa del viaje a Europa, Butler descubrió a los franceses Puvis de Chavannes y Maurice Denis, es decir, a los artistas nabis. El caso de la influencia de Denis en Butler es especial, ya que uno de los principale­s puntos en torno a los que Denis trabajó fueron los temas religiosos, las escenas en que Denis destaca las caracterís­ticas de las familias cristianas. Sus compañeros artistas llamaban a Denis “el nabi de los bellos íconos”. Los nabis (derivado de la palabra hebrea nebiim, profeta, por lo cual el gru- po se autodefini­ó como un “grupo profeta” en cuanto a sus propuestas estéticas), fueron un grupo de pintores franceses de finales del siglo XIX, cuya preocupaci­ón principal fue la utilizació­n del color y la comprensió­n del arte como una forma subjetiva de expresar las emociones a través del color. Paul Sérusier, Odilon Redon, Edouard Vuillard, Pierre Bonnard y Félix Valloton, entre otros, se destacaron como nabis. Los climas que crearon es posible verlos en muchos de los trabajos de Butler expuestos ahora en el espacio de OSDE: “La pirca”, de 1923, una témpera sobre cartón; “Crepúsculo”, de 1922, acuarela y pastel sobre cartón; “La fuente de Saint-Cloud”, de 1917, temple sobre madera. Algunos de ellos se cruzan también con la técnica y posición de los neoimpresi­onistas, quienes utilizaban trazos aislados del pincel, provocando que el color se produjera gracias a su mezcla óptica, el resultado visual.

En la muestra hay una sección que expone un montaje diferente: allí las obras fueron colgadas para ser observadas tanto de frente como por detrás. Esto permite al espectador conocer el material sobre el cual Butler estuvo trabajando (cartón, tela, madera); los caminos que la obra fue siguiendo (por cada exposición por la que

pasó debe llevar o mostrar un sello); pruebas, errores, mucho de oficio… Esta forma innovadora de montaje de obras fue inaugurada hace décadas en el MASP de São Paulo, en Brasil, y siempre es fascinante observarla.

Otra área especial de la exposición es el hall central: vacío de obras, proyecta

sobre el piso el reflejo de uno de los vitrales que Butler diseñó. Los vidrios de la cúpula que rodean el espacio central llevan, también, impresos pegados sobre un vitraux de gran escala. El clima en estos espacios es diferente, especial, con mucho de sagrado. Como la emulación de una capilla.

En aquellos trabajos de Butler en que podemos observar figuras humanas delineadas pero leves, es obvia la influencia de Fra Angélico y del quattrocen­to florentino. Sin embargo, los ejes de la obra de Butler son esa creación de atmósferas tan especiales, a través de paisajes cordobeses o de vistas interiores de claustros: eran excusas para meditar pintando, rezar con la pintura, o jugar medidament­e, con permiso.

Milagros modestos, inesperado­s, aparecidos como ideas claras, afanosas pero imprevista­s, los trabajos del dominico argentino necesitan de una segunda lectura, ir más allá de los temas que presentan: las claves están en el color y en los climas. Como lo mencionaba Delfina Bunge de Gálvez en Ensayos y rumbos, en 1924: “La obra de Butler es, no un paisaje o un jardín determinad­os, sino un ambiente. Es como si dijéramos un estado del mundo, un estado de ánimo; del ánimo del cielo y de la tierra”.

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 ??  ?? Paisaje de las Sierras
de Córdoba, 1935. Oleo sobre tela, 35 x 50 cm. Museo Municipal de Bellas Artes Tandil (en la otra página).
Nápoles Octubre 24
de 1955. Tinta, lápiz y lápiz color sobre papel, 8,5 x 13 cm. Colección particular (izquierda).
Sin...
Paisaje de las Sierras de Córdoba, 1935. Oleo sobre tela, 35 x 50 cm. Museo Municipal de Bellas Artes Tandil (en la otra página). Nápoles Octubre 24 de 1955. Tinta, lápiz y lápiz color sobre papel, 8,5 x 13 cm. Colección particular (izquierda). Sin...
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Lugar: Espacio de Arte de la Fundación OSDE, Suipacha 658 Fecha: hasta el 13 de enero de 2018 Horario: lunes a sábados, 12 a 20 Entrada: gratis
Ficha Fray Guillermo Butler. La imagen sin tiempo Lugar: Espacio de Arte de la Fundación OSDE, Suipacha 658 Fecha: hasta el 13 de enero de 2018 Horario: lunes a sábados, 12 a 20 Entrada: gratis

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