Revista Ñ

Una vida sencilla, de Hugo Gola

Traductor, divulgador y director de revistas señeras, Hugo Gola desarrolló en paralelo una obra rigurosa y sutilmente enigmática.

- OSVALDO AGUIRRE

Una experienci­a enterament­e entregada, de muy diversos modos, a la poesía. Así define Olvido García Valdés la trayectori­a de Hugo Gola, tan dedicada a la escritura como a la formación de lectores, a la difusión de textos fundamenta­les de otras lenguas en castellano y la apertura de espacios críticos. En el centro de esa intensa producción se encuentra su propia obra, que ahora llega a través de Una vida sencilla, antología preparada por el poeta y traductor mexicano Iván García.

Gola creció en un pequeño pueblo de provincia, donde no había biblioteca­s ni librerías. “La relación con el campo fue entonces, para mí, la única escuela”, dijo en una entrevista. Esa es la referencia básica que propone Iván García para comprender el recorrido de su obra y redescubri­r sus núcleos de sentido, “una luz mitificada de la infancia” que realimenta sin cesar el trabajo y sostiene la búsqueda de un tono sencillo y discreto, que resulta diáfano para la lectura y sutilmente misterioso en la articulaci­ón de sus motivos.

La antología comienza con una selección de los primeros textos de Gola, reunidos en un capítulo, y sigue los libros posteriore­s en secciones individual­es, desde Siete poemas (1987) –donde introduce su notable concepción de la visualidad y el ritmo, al cabo de una reflexión atravesada por la experienci­a del exilio– hasta el último, Resonancia­s renuentes (2011), donde se plantea un recomienzo y una nueva advertenci­a respecto de la misión del poeta, que más allá de lo visible debe “construir afinidades/ extraer la médula/ revelar los tonos/ secretos”.

En el epílogo, García Valdés reseña las caracterís­ticas de su poesía: “el peso de la palabra como unidad nuclear, la minúscula inicial des jerarquiza dora, la ausencia de puntuación, la seria lid ad y para taxis, el desinterés por la metáfora”, junto con el verso breve y una lengua rigurosame­nte elaborada que fluye con la naten turalidad de la conversaci­ón.

En la introducci­ón a El aura del sauce, de Juan L. Ortiz, “nuestro padre”, Gola señaló que la fidelidad a un ámbito, a un conjunto reducido de problemas, a riesgo de parecer monótona, y no el afán de ser novedoso, constituía­n el signo de autenticid­ad del escritor. Su propia poesía es ejemplar al respecto, con su exploració­n de “resonancia­s” y “retomas”, que dan cuenta de la insistenci­a de aquella luz original, y la decisión de seguir “el camino mil veces hecho”.

El campo de la infancia no retorna como un paisaje determinad­o en su poesía. La tierra, el río, “las ramas oscuras del jacarandá”, están abstraídas de cualquier referencia exterior: subsis- como un llamado, algo que toma por asalto al sujeto y lo aparta de la cotidianei­dad, que lo sorprende e interna en un estado de disponibil­idad indispensa­ble, decía Gola, para el advenimien­to de la poesía.

Ese espacio está más bien ausente, y tal vez por eso la mirada se vuelve una y otra vez hacia el cielo, en una elevación que constata el vacío, y en ese vacío encuentra un sentimient­o de plenitud. En correlació­n con ese movimiento, Gola formula una especie de renuncia (“no más acopios inútiles”), un empobrecim­iento deliberado, franciscan­o, como dice Iván García, que revierte en la intensidad de la expresión. “Vacilación”, uno de sus grandes poemas, se concentra así en la percepción del vuelo de un pájaro, desprendid­a de las circunstan­cias, y trama una serie de interrogan­tes, y una demostraci­ón de maestría formal.

Una antología de la obra de Hugo Gola parece en principio algo complicado de hacer, por el fuerte sentido de unidad que la distingue. Una vida sencilla resuelve la dificultad al señalar, precisamen­te, una pieza central en esa construcci­ón y seguir su desarrollo.

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UNA VIDA SENCILLA Hugo Gola Hilos Editora 200 págs. $ 380

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