Revista Ñ

Todos tenemos nuestro Marx.

Sobre un libro de Howard Zinn

- LEONARDO SABBATELLA

Ha sido Jacques Derrida quien devolvió al marxismo su condición fantasmal. En 1993, cuando los discursos de época proclamaba­n la muerte del comunismo, el filósofo francés publica Espectros de Marx y anticipa que el marxismo volverá antes de lo esperado. Pero el regreso será como fantasma (condición que al mismo tiempo restaura la apertura del Manifiesto comunista: “Un fantasma asedia Europa”). Apenas seis años después, en 1999, el historiado­r Howard Zinn redacta una obra de teatro en la que Karl Marx regresa de la muerte como fantasma en el Soho de New York.

¿Acaso podría regresar en otra forma? ¿La figura del fantasma no ha sido el avatar predilecto, el prodigio teórico, la forma cáustica que ha adoptado Marx en la historia del pensamient­o? La obra de Zinn especula qué diría Marx si le tocara vivir hoy (un hoy que es el de hace casi veinte años pero que aún así conserva cierta vigencia). Analiza la economía estadounid­ense, la caída de la Unión Soviética y denuncia que todo se ha convertido en mercancía. La dramaturgi­a en Zinn parece ser una estrategia del pensamient­o teórico.

Como buen fantasma, Marx es anacrónico. En el libro de Zinn se encuentran tiempos superpuest­os, reúne épocas y escenas en un mismo movimiento. Si la mera figura de Marx es ya un campo de disputa (“el Marx joven”, “el Marx voluntaris­ta”, “el Marx científico” son apenas algunas de las caracteriz­aciones que ha podido escuchar cualquiera que frecuente clases, seminarios y congresos que vampirizan al autor prusiano), el libro de Zinn agrega otra capa: Marx personaje teatral. Es que para la cultura occidental Marx ha sido (y sigue siendo) un instrument­o clave para las misiones intelectua­les más arriesgada­s (desde Gramsci y Althusser hasta Kluge y Godard todos han tenido su propio Marx). Y ahí está también Zinn con su monólogo que intenta tanto iluminar el pasado como “nuestra época y nuestro lugar en ella”. Podría entenderse la historia del pensamient­o moderno según las lecturas que se hicieron de él. Con cada versión pareciera que se le puede hacer decir algo nuevo, algo que ya existía como potencia en su obra hace más de cien años. Marx se ha transforma­do en un fetiche del pensamient­o.

La relación de Howard Zinn con el marxismo se inicia a los 17 años cuando lee el Manifiesto y es retomada después de su participac­ión en la fuerza aérea durante la Segunda Guerra Mundial cuando ingresa a la universida­d. Zinn redescubre a Marx ahora como académico, ya no es quien se fascina por las revelacion­es teóricas sino quien las produce.

Marx en el Soho trabaja en la triple frontera entre ficción, biografía y teoría. Intercala referencia­s a la vida privada de Marx (la relación con la mujer y la hija parece ser una clave de su trabajo), vuelve sobre la Comuna de París, hace que Marx comente noticias que lee en el diario y hasta polemiza con viejos rivales de su época (la obra trae escondido un segundo fantasma, el fantasma de Bakunin, por quien Zinn tiene debilidad, según deja entrever en el prólogo).

El Marx de Zinn está armado en base a una rigurosa serie de lecturas en las que no solo consulta textos teóricos sino biografías tanto del autor de El Capital como de su familia. Por momentos, somete a Marx a hacer pequeños gags (“¡Marx está muerto! Bueno, estoy… y no estoy. Ahí tienen dialéctica”) y lo muestra terco, inflexible, bravucón. Casi una caricatura. Es que hacer hablar a Marx implica un riesgo inevitable y del que quizás no sea posible salir ileso. Al fin de cuentas, sería más justo decir que Zinn se está haciendo pasar por Marx.

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$ 250
MARX EN EL SOHO Howard Zinn Trad. Pablo Ingberg El Cuenco de Plata 93 págs. $ 250
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Marx y sus mil caras. Reinterpre­tado al infinito, ahora regresa en una pieza teatral.

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