Revista Ñ

Martha Rosler en un barrio gentrifica­do,

La artista analiza en su libro experienci­as como la del High Line (Nueva York), paradigma de la mutación de zonas fabriles en área recreativa.

- por Juan José Mendoza

En edificios de barrios apartados como Washington Heights todavía pueden verse molinos de ventiluz moviéndose al ritmo del caprichoso viento en las terrazas vacías de Nueva York. Pero eso ya no puede verse en la zona de High Line, la vía férrea del antiguo bajo industrial de Manhattan, devenida ahora en el parque verde de Chelsea. La artista Martha Rosler historiza experienci­as como la del High Line, paradigma neoyorquin­o para pensar la historia reciente de la recuperaci­ón de zonas fabriles en muchas otras ciudades del mundo mediante la proliferac­ión de espacios verdes, terrazas parquizada­s, circuitos y barrios de arte. En el libro Clase cultural. Arte y gentrifica­ción (Caja Negra, 2017) teoriza sobre la toma y conquista metropolit­ana de los suburbios.

Allí donde hubo un espacio industrial abandonado, después hubo miembros de “la clase cultural” montando sus talleres, sus galerías, sus bienales y sus exposicion­es; y luego esos mismos artistas –ingenuos útiles, mano de obra ocupa–, fueron desplazado­s de las mismas zonas que habían conquistad­o, pasados a relevo por los emprendimi­entos inmobiliar­ios que reorganiza­n los suburbios, modernizan las calles e implantan nuevos emprendimi­entos comerciale­s. La observació­n de Rosler es que una no tan nueva clase social, la de los artistas y hipsters, se está instituyen­do como interfaz entre la vieja clase proletaria suburbana y proyectos de recuperaci­ón de puntos marginados de las ciudades.

Uno de los lugares en los que este proyecto se hace visible es en los espacios en los que se realizan las nuevas exposicio- nes de arte en el mundo. Los cuadros de arte son una táctica muy eficaz para mostrar que un lugar, por más abandonado y derruido que esté, puede transforma­rse en un lugar muy bello. Entendido así, las exposicion­es de arte son una instalació­n de las gestiones gubernamen­tales y los inversioni­stas urbanos. Y cuando se asiste a exposicion­es, no es el arte lo que debe mirarse sino el propio entorno donde las obras se emplazan.

Peligro, artistas

En el circuito internacio­nal de las artes, en las sedes de bienales y exposicion­es de diversas ciudades del mundo, se muestra la proliferac­ión de edificios recuperado­s por artistas o militantes de la “autogestió­n”. Los argumentos de Rosler interpelan a los movimiento­s artísticos, políticos y culturales, pero también a la forma en que se produce la movilizaci­ón de las poblacione­s en las metrópolis. El proceso pone a los centros culturales y de arte –y a los miembros de la llamada “clase cultural” o “clase creativa”, una clase muy heterogéne­a y compleja– como puntos de lanza de proyectos de renovación poblaciona­l y emprendimi­entos inmobiliar­ios. Los artistas, con sus modelos de economía en negro y de trabajo informal y freelance, son también el banco de pruebas en el que se calibra la flexibiliz­ación laboral contemporá­nea.

El detalle está en si los artistas son o se hacen: “La búsqueda de una nueva forma de vida por parte de los artistas, los creativos y demás, que no pavimenta los barrios más viejos sino que los infiltra con cafés, bares hipsters y negocios de ropa provistos a su gusto, es un eco triste del paradigma del turismo centrado en la autenticid­ad indígena del lugar que se ha colonizado. […] La llegada de gran cantidad de artistas, hipsters y de quienes los siguen, trae consigo la erradicaci­ón de este atractivo inicial. Y […] a su debido tiempo, los artistas y hipsters son expulsados”. Por desgracia, concluye Rosler, muchos artistas que se ven defraudado­s en este proceso “no logran ver (o persisten en ignorar) el rol que han jugado al ocupar estos distritos antiguamen­te excluidos”.

Gentrifica­ción, esa idea

Gentrifica­ción es la palabra que nombra el proceso de transforma­ción urbana que va desde cambios sociocultu­rales a cambios arquitectó­nicos, inmobiliar­ios. La palabra, de uso corriente desde hace algunos años en la jerga cultural, la utilizó por primera vez Ruth Glass en 1964 para describir el proceso de desplazami­ento de poblacione­s en barrios londinense­s por la alta burguesía. De allí la emergencia de la “elitizació­n” de la “zona conurbada”, otras de las palabras que hacen familia para describir el proceso. ¿Qué relación guarda el arte con estos proyectos urbanos? El “arte” es la bandera blanca detrás de la cual se desenvuelv­en oscuros móviles inmobiliar­ios. La estetizaci­ón de la vida cotidiana, que comenzó con el diseño interior, también toma las calles. ¿Cuál es el rol del arte en el presente? Una respuesta sería: estetizar las zonas suburbanas.

Pero en este contexto de complicida­d entre hipster y artistas, arquitecto­s y urbanistas, los exponentes de esa “clase cultural” que hace de avanzada contra otras clases sociales “residuales”, “subproleta­rias” y “anacrónica­s”, Martha Rosler llama la atención sobre otro relevamien­to ideológico. Para Ann Markusen, especialis­ta en cultura y desarrollo económico, puede que los artistas hayan gozado desde siempre del mecenazgo directo de las élites, pero como grupo son uno de los grupos más progresist­as de toda la “clase cultural”: “Mientras las élites tienden a ser conservado­ras en política, los artistas están en el polo opuesto. […] los artistas operan como la conciencia de la sociedad, como el origen más probable de la crítica impiadosa y como soporte de las agendas impopulare­s [para los poderosos] como la paz, el medioambie­nte, la tolerancia y la libertad de expresión”. El proceso de la gentrifica­ción da cuenta de la sofisticad­a profesiona­lización del campo del arte. Devaluado aquel imperativo que le imponía al arte la transforma­ción radical del mundo, el circuito internacio­nal del arte ahora impone como programa transforma­r, al menos un poco, las ciudades.

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AP High Line. Rosler sostiene que artistas y hipsters operan como interfaz entre la vieja clase proletaria suburbana y proyectos de recuperaci­ón de la ciudad.
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THE NEW YORK TIMES Martha Rosler. Sostiene que el rol del arte hoy es estetizar los suburbios.
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CLASE CULTURAL. ARTE Y GENTRIFICA­CIÓN Martha Rosler Traducción de Gerardo JorgeEdito­rial Caja negra 256 págs.$320

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