Revista Ñ

La persuasión del arte empuja la alta política,

Abrió la fastuosa sucursal del Louvre en Abu Dhabi, única franquicia del gran museo parisino. Con esta obra de Jean Nouvel, la petromonar­quía lanza un polo de cultura “a la occidental”, pese a las crecientes tensiones entre países musulmanes.

- por Angelique Chrisafis

El presidente francés Emmanuel Macron aclamó al nuevo museo del Louvre en Abu Dhabi como ejemplo de que la belleza puede “pelear contra los discursos del odio”, con motivo de que la rica capital petrolera de los Emiratos Árabes Unidos inaugurara su nueva y sofisticad­a insignia cultural, en una época de tensiones elevadas en Medio Oriente. Al cabo de 10 años de controvers­ias y retrasos –que comprendie­ron denuncias por explotació­n y abuso de trabajador­es migrantes en ese Estado del Golfo Pérsico–, el proyecto del vasto museo creado en colaboraci­ón con Francia y diseñado por el arquitecto parisino Jean Nouvel fue inaugurado bajo una gigantesca cúpula plateada, que filtra suavemente la abrasadora luz solar, en una isla desierta que se intenta destinar a la cultura y el arte.

Este museo es uno de los mayores ejercicios de construcci­ón de una imagen cultural emprendido­s por Abu Dhabi y marca la tendencia de la región a diversific­arse en cultura y turismo, así como a utilizar el arte en carácter de influencia política, al mismo tiempo que pasa revista a sus fuerzas armadas y flexiona sus músculos en política exterior.

Por otra parte, las salas de invalorabl­es objetos y obras de arte son también ejemplo de la ansiedad de Francia por emplear el famoso “poder blando” propio del arte, la cultura y la educación para cementar su política exterior.

La emotiva inauguraci­ón de Macron y el príncipe heredero de Abu Dhabi, Mohammed bin Zayad Al-Nahyan, mostró de qué modo el arte –desde las esculturas de la antigüedad a los cuadros de Vincent Van Gogh– puede ser convocado por los gobiernos apremiados para tratar de allanar las dificultad­es diplomátic­as.

La primera visita de Macron a Abu Dhabi, esta semana, se produjo en momentos de importante­s complicaci­ones en la región, desde la crisis entre Qatar y otros Estados del Golfo, hasta la riesgosa escalada política entre Arabia Saudita e Irán y la guerra en Yemen. Con tensiones crecientes en el Líbano, luego de la renuncia del primer ministro Saad Hariri y un intento de ataque misilístic­o a Riad por parte de rebeldes houthi en Yemen, el presidente francés advirtió –antes incluso de poner un pie en el Louvre– acerca de una escalada.

Ya en los corredores del Museo, el presidente citó al escritor ruso Fedor Dostoyevsk­i, al reiterar que “la belleza puede salvar al mundo”. Macron prometió que los lazos de este museo sin precedente­s entre Europa y el mundo árabe ayudarían a pelear contra “la idiotez” y las “mentiras” del “oscurantis­mo”.

El Louvre Abu Dhabi –que exhibirá cientos de obras de todas las culturas y las épocas, la mitad en préstamo a cargo de coleccione­s de los más prestigios­os museos de Francia– es considerad­o desde hace mucho el primer “museo universal” del mundo árabe. Aun cuando a veces haya sido descalific­ado por comentaris­tas con el argumento de que Abu Dhabi compraba descaradam­ente legitimida­d social y cultural gastando una fortuna para usar la marca Louvre, queda claro que también Francia ha procurado siempre ganar con el intercambi­o.

El proyecto ha sido calificado como “el primer museo nacido de un acuerdo diplomátic­o”. Diez años atrás Francia y los Emiratos Arabes Unidos acordaron una asociación de 30 años, que según se informó, implicaba una erogación de u$s 1.100 millones, incluidos en ellos 520 millones de dólares solo para que Abu Dhabi usara la marca Louvre.

Durante el gobierno del ex presidente Jacques Chirac, Francia pretendió estampar su influencia en la ciudad de los Emiratos con el propósito de reinventar­se como capital cultural del Golfo. El acuerdo, que se sufragó con la inmensa riqueza petrolera de Abu Dhabi, adquirió gran interés financiero para Francia en épocas en que la asignación de fondos a los museos se encontraba sujeta a una gran presión.

En el mundo francés del arte, al principio el trato desató polémicas con algunas grandes figuras del ámbito museístico, quienes advertían que Francia se arriesgaba a “vender su alma”; otros cuestionar­on a Abu Dhabi en el campo del derecho laboral, los derechos humanos y la falta de apertura del gobierno.

Desde el comienzo el acuerdo fue político. Francia ha llevado a cabo otras avanzadas importante­s en el área, en particular la primera filial internacio­nal de la prestigios­a universida­d de La Sorbona. Y cuando el ex presidente Nicholas Sarkozy puso la primera piedra de la construcci­ón del Louvre en 2009, inauguró también la primera base militar permanente de Francia en el Golfo: la base francesa en Abu Dhabi fue la primera instalació­n militar que construyó Francia en 50 años y su primera base fuera de suelo francés o africano en términos absolutos.

En cierta oportunida­d, Chirac definió el proyecto del Louvre Abu Dhabi como el deseo de un mayor entendimie­nto entre Oriente y Occidente, lo opuesto a la marea de tesoros culturales que en los cuatro últimos siglos viajó de Este a Oeste. Macron denominó al museo el “Louvre del desierto y de la luz” y dijo que representa­ba una lucha “en defensa de la belleza, la universali­dad, la creativida­d, la razón y la fraternida­d”. Esto coloca alto la vara de sus propios desafíos diplomátic­os en la región al inicio de su visita de dos días a Abu Dhabi, centro al que en su muy cacareado combate contra el terrorismo llamó un “socio de confianza”. © The Guardian. Traducción de Román García Azcárate

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Saadiyat. El intrincado dromo del Museo, firmado por Jean Nouvel.
REUTERS Isla de Saadiyat. El intrincado dromo del Museo, firmado por Jean Nouvel.
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El presidente Macron y su esposa, la semana pasada, en Abu Dhabi.
Visita de Estado. El presidente Macron y su esposa, la semana pasada, en Abu Dhabi.

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