Revista Ñ

Las evolucione­s del yihadismo.

Entrevista con Gilles Kepel,

- por Andrés Criscaut

En el silencio de la biblioteca municipal suena insolentem­ente un celular. El adolescent­e se quita los auriculare­s y atiende: “Sí hermano, acá estoy, escuchando el Corán... sí, ya bajo...”. A veinte metros lo espera un amigo, también con gorrita de béisbol de los Yankees, pantalones raperos y calzoncill­os que asoman por la cintura. Golpe de palma, contrapalm­a y puño como ritual de saludo acompañan el obligado salam aleykoum.

Ambos se dirigen a McOmar y piden un shawarma con fritas y kétchup. Al lado del cajero, un cartel certifica que ahí la carne es halal, saludable, tratada como Dios manda. No estamos ni en Beirut ni en Bagdad ni en El Cairo, sino en el barrio parisino de Barbès, a cinco cuadras de la basílica del Sagrado Corazón, uno de los lugares turísticos más visitados de París y del mundo.

Gilles Kepel (París, 1955) no almuerza en McOmar; no es musulmán pero tampoco es un francés “de pura cepa” (padre inmigrante checo y comunista); sin embargo, es actualment­e uno de los intelectua­les que mejor conoce esa Francia que hoy se ubica incómodame­nte en “los suburbios del islam”, como tituló su impresiona­nte estudio realizado en 1987 sobre la influencia del islam en Francia y sobre la realidad de los musulmanes allí; en síntesis, sobre el nacimiento de ese islam francés, que hoy representa la segunda religión del país.

Anduvo por escuelas, cárceles, ministerio­s, sindicatos y mezquitas: Kepel supo traspasar las fronteras del escritorio académico para ir al encuentro in situ de sus pasiones (Pasión árabe y Pasión francesa, otras dos de sus publicacio­nes de 2013 y 2014) y comprender esa religión que atrae a casi un 20 % del planeta y a un 7,5 % de franceses (5 millones), y que hacen del país de Voltaire el más importante de Europa en población musulmana. Pero si la carrera de Kepel es el producto de más de 40 años de haber recorrido y vivido a fondo la gran mayoría de los países musulmanes, su manejo perfecto del árabe le ha permitido ser uno de los pocos explorador­es del nuevo mundo paralelo de la blogosfera yihadista, que tanto encandila a las nuevas generacion­es. Un camino que le ha costado la amenaza de muerte de más de un joven radical.

Algunos, desde ya, lo señalan como el “experto islamista” del establishm­ent, el asesor más importante y próximo al pre- sidente Emmanuel Macron. De hecho, antes de recibirnos para este diálogo, hace una semana, integró la comitiva que, en viaje relámpago, acompañó al presidente francés a Riad, para saludar al heredero saudita, el príncipe Mohammed ben Salmane. En el último piso de la Escuela Nacional Superior de París no hay ningún cartel que indique su oficina. Cuando la puerta anónimamen­te blanca y cerrada con llave se abre, Kepel hablará junto a sus valijas, pocas horas antes de viajar a Argentina.

–El 13 de noviembre se cumplieron dos años de los atentados de París y Saint Denis, hechos que han marcado profundame­nte a la sociedad francesa.

–Los 130 muertos han sido la mayor masacre ocurrida en suelo francés desde la ocupación nazi. Pero ese ataque combinado del 2015, así como el perpetrado antes contra el semanario satírico Charlie

Hebdo y un supermerca­do judío en enero del mismo año, o la serie de asesinatos del 2012 cometidos por Mohamed Merah contra tres militares y un profesor y tres niños de una escuela judía, no deben ser vistos como hechos aislados. Son el resultado de un realidad mucho más compleja que las simplifica­ciones de una islamofobi­a de la sociedad francesa o de las consecuenc­ias aun vigentes de un pasado colonial. Son la conjunción tanto de un particular contexto internacio­nal de mutación, especialme­nte ligada a Oriente Medio y el norte de Africa, así como a la realidad actual francesa. Lo paradójico es que estos ataques indiscrimi­nados yihadistas de tercera generación, que buscaban galvanizar y sublevar a los musulmanes de los barrios desfavorec­idos de Francia, han producido un efecto muy distinto del calculado. Las repercusio­nes de las redes yihadistas han sido bastante críticas ya que muchas de las víctimas fueron musulmanes. En el primer ataque en Niza, un tercio de los que murieron atropellad­os por el camión fueron musulmanes; y en el ataque al Estadio de Francia de Saint Denis, en uno de los distritos con mayor población musulmana, si el cinturón con explosivos de uno de los atacantes hubiera estallado, los muertos de esta religión habrían sido mucho más. No obstante, el modelo de yihadistas 3G está declinando. Si entre Charlie Hebdo y el verano de 2016 murieron 239 personas en suelo francés

en múltiples atentados, el acorralami­ento y caída del Estado Islámico y la desarticul­ación de varias redes por parte de los servicios franceses han hecho que este año no haya habido muertos en nuestro país, y que los ataques sean cada vez menos organizado­s y que empleen métodos cada vez más rudimentar­ios (como embestir con autos, el uso de armas blancas o garrafas explosivas, etc.).

–Usted habla de yihadistas 3G, de tercera generación; ¿cuáles son las dos anteriores y cuál es el componente particular­mente francés de esta tercera?

–La primera generación se consolidó con la invasión de Afganistán por parte de los soviéticos, en 1979, con permanenci­a hasta 1989, cuando tuvieron que abandonar el país derrotados. Eran los tiempos de los famosos Freedom fighters de Reagan. El yihadismo pasó a ser nuevamente un tema internacio­nal cuando los estadounid­enses lo utilizaron contra los soviéticos. Pero Washington hizo pagar esa intervenci­on encubierta a los sauditas, y por eso hoy el príncipe Salmane dice que desde esa época estamos presos de un espiral que no podemos controlar. Luego hubo un intento de reproducir el mismo sistema en Argelia, Egipto y Bosnia, en ese caso el enemigo era cercano, o sea los gobiernos árabes apóstatas o infieles de esos países. Los tres casos fallaron. Estas derrotas hicieron pensar a personas como Bin Laden y Ayman al-Zawahiri, quienes conceptual­izaron una segunda fase atacando a un enemigo distante, Estados Unidos, el Reino Unido, etc., y creando así un yihadismo internacio­nal.

–¿En cuál atentado lo fecharía usted? –Comenzó con los ataques a las embajadas estadounid­enses en Tanzania y Kenia en 1998, y su punto cúlmine fue el ataque del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas en suelo estadounid­ense. Ese evento digamos que fue una respuesta a la caída del muro de Berlín y el comienzo del siglo XXI, el fin de un mundo y el comienzo de otro. Un evento adaptado a las técnicas masivas del momento, a la televisión satelital; ellos fueron así capaces de captar el centro del mundo mediático de aquel entonces. En ese aspecto podríamos decir que no hay Al Qaeda sin Al Jazeera. Su objetivo era atraer a los ejércitos de Occidente a territorio musulmán y derrotarlo­s haciendo una suerte de nuevo “Vietnam musulmán”, como ya lo habían hecho con los soviéticos en Afganistán. Esto no funcionó ni para los yihadistas ni para los estadounid­enses: Washington se centró en la ocupación de Irak, reemplazan­do a Sadam Hussein, un dictador originario de la minoría sunita iraquí, por un gobierno que representa a la mayoría chiita. Resultado: Irak hoy se ha volcado hacia la orbita iraní y chiita. Esta derrota de la segunda fase hizo pensar al técnico sirio Abu Musab al-Suri, que estudió en Francia e Inglaterra y se casó con una española, y se formó en Afganistán. Él supo adaptar el yihadismo a la globalizac­ión y a la influencia directa de las nuevas redes sociales, Facebook, Twitter, etc. Esta tercera fase hay que entenderla no tanto como una organizaci­ón sino como un sistema que se apoya en conexiones en redes y que apunta a las juventudes europeas y occidental­es, de orígenes musulmanes o convertida­s recienteme­nte al islam, que están dispuestas a actuar a nivel local, de manera independie­nte o coordinada­s con lo que ocurre en Oriente Medio. Su punto culminante será la creación del Estado Islámico y los ataques en Francia, realizado por comandos franco-belgas, de origen musulmán o convertido­s, formados en Oriente Medio y que volvieron para actuar en suelo europeo. Pero esta tercera generación está también ahora declinando porque no son gente muy bien formada y porque los servicios de inteligenc­ia, especialme­nte los franceses, los están desmantela­ndo. En países con servicios de inteligenc­ia menos centraliza­dos, como Alemania, España, Inglaterra o incluso Estados Unidos, están recurriend­o a elementos más rudimentar­ios como lanzar autos contra la gente, como el último ataque en Nueva York donde murieron cinco argentinos, víctimas de este combate que está muy alejado de la realidad de la Argentina pero que desgraciad­amente muestran que es un fenómeno mundial.

–¿Es correcta la idea de que en este tipo de terrorismo se involucran personas desclasada­s o frustradas, “loosers” que se radicaliza­n en solitario frente a sus computador­as, sin una ideología fuerte de fondo?

–No, hay una base ideológica muy fuerte que se viene estructura­ndo en los últimos 30 o 40 años, que pasa por la ideología del salafismo. Esta corriente, ligada a las petromonar­quías del golfo arabo-pérsico, plantea una ruptura cultural profunda con los valores occidental­es, al mismo tiempo que marca una diferencia tajante con los que ellos consideras como “falsos” o “malos” musulmanes. Precisamen­te ahora estamos presenciad­o los límites de ese modelo y donde las petromonar­quias están buscando alternativ­as y planteando cambios. Pero esos cambios también están derivando en un confesiona­lismo del conflicto intramusul­mán: para Al Qaeda la confrontac­ión contra las minorías chiitas no era uno de sus objetivos principale­s, para el Estado Islámico sí.

–Pero también hay un componente local, franco-francés, digamos. Se calcula que un tercio de los supuestos 800 franceses que fueron a luchar con el Estado Islámico (el mayor contribuye­nte de la Unión Europea) ni siquiera eran de origen musulmán ni estaban ligados al pasado colonial francés, muchos eran convertido­s. Sorprenden­temente, muchas eran mujeres.

–Es que este salafismo-yihadismo de tercera generación va a darles un sentimient­o de pertenenci­a e identidad a personas que no están satisfecha­s con sus vidas, a gente de origen argelino o marroquí con un pasado de delincuenc­ia (una población francament­e sobrerrepr­esentada en la prisión). Como reclusos, encontraro­n a predicador­es en las celdas que los captan diciéndole­s que es la sociedad la que los puso ahí, no sus crímenes, y que la forma de salir y redimirse es a través de la guerra santa y la violencia. Es un problema im-

portante esta articulaci­ón entre la problemáti­ca social y política de marginaliz­ación y la falta de acceso al trabajo, y esa ideología que fabrica héroes negativos. Por eso hay que tratar el síntoma del problema con políticas antiterror­istas, pero al mismo tiempo hay que atacar las causas sociales. También está presente en este fenómeno un componente de revanchism­o de la historia colonial, que yo prefiero llamar retrocolon­ial y no post colonial, ya que es una reinterpre­tación de lo ocurrido desde un punto de vista reivindica­tivo. –¿ Y la psicología cómo juega en todo esto?

–Es muy interesant­e cómo se articula aquí hasta el mundo fantástico y fantasmagó­rico de los juegos de video... Hay una semejanza sorprenden­te en los videos de extrema derecha y aquellos que apelan a la yihad. En ambos encontramo­s una mezcla y confusión entre el mundo real y el virtual. La decapitaci­ón es para algunos una especie de juego de video. El vocabulari­o que utilizan organiza el mundo en categorías que eliminan toda distinción moral, y donde matar en la vida real es semejante a eliminar un avatar en un juego de guerra.

–En sus estudios sobre la blogosfera yihadista, en Internet, usted mostró que para el imaginario de muchos de los jóvenes que siguen al Estado Islámico, Israel es la prueba de que se puede crear un Estado religioso. Por primera vez el conflicto palestino israelí pasó a un segundo plano.

–Hoy Israel se encuentra en una posición completame­nte nueva. Hasta ahora el conflicto árabe israelí era el punto más irritante de la región, pero ahora se encuentra ante sus fronteras con elementos radicales sunitas y chiitas que combaten entre sí, desviando la atención del otro conflicto tradiciona­l. Por el momento, Israel está discretame­nte del lado sunita contra Irán, pero es una alianza que también puede cambiar porque por ahora el gobierno iraní tiene un discurso antiisrael­í, pero sus intereses estratégic­os a largo término no son particular­mente antiisrael­íes.

–A nivel geopolític­o, ¿cómo se ve el tema de Oriente Medio?

–Estamos ante un gran período de recomposic­ión, donde los estados de la región están midiendo sus fuerzas y debilidade­s. Un claro ejemplo es este flamante despertar de Arabia Saudita, cuyo príncipe ha decidido comenzar a actuar para intentar hacer un Estado mucho más centraliza­do y eficaz. Estamos realmente ante una Guerra Fría intermusul­mana que está reestructu­rando la región de Oriente Medio. Justamente lo que va a intentar hacer Francia es funcionar como mediadora y recrear un diálogo en la región porque para París, la violencia en Oriente Medio es tema de política exterior, pero también un cuestión de política interna.

–Si hay un lugar donde un gobierno puede decir “acá no pasó nada, no hubo primavera árabe alguna” es el régimen sirio. El dictador Basher al-Assad sigue ahí.

–Sí, pero los que ganaron en Siria son los rusos, no hay ninguna duda de eso. El tema es que para la reconstruc­ción será indispensa­ble el capital exterior, y políticame­nte ninguno de los actores actuales tiene el poder de actuar solo ni de imponerse a los demás. Los recientes movimiento­s democrátic­os en África del Norte y Oriente Medio han fallado quizás porque las clases medias que los generaron no fueron capaces de movilizar y captar a las juventudes pobres de la región.

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AFP Sostiene Kepel: “Estamos ante la tercera generación de terrorista­s islamistas”.
 ?? REUTERS ?? Rezo por vos. Plegaria de musulmanes en las calles de París en enero de 2015 por el ataque a la revista satírica “Charlie Hebdo”.
REUTERS Rezo por vos. Plegaria de musulmanes en las calles de París en enero de 2015 por el ataque a la revista satírica “Charlie Hebdo”.
 ??  ?? Marcha. Una multitud contra la violencia policial en febrero de 2017 / AFP.
Marcha. Una multitud contra la violencia policial en febrero de 2017 / AFP.
 ??  ?? Aniversari­o. El Bataclán a dos años del ataque terrorista / AFP.
Aniversari­o. El Bataclán a dos años del ataque terrorista / AFP.
 ??  ?? Confluenci­a. Un Burger King en la capital francesa/ AP.
Confluenci­a. Un Burger King en la capital francesa/ AP.
 ??  ?? McOmar. Shawarma y Cheese Burgers / AFP.
McOmar. Shawarma y Cheese Burgers / AFP.

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