Revista Ñ

Modos de ver Cuidemos la lengua La elegida del editor Perlas cultivadas

- EDUARDO VILLAR

Apartir de hoy se va a convertir en una suerte de Capilla Sixtina de la clase trabajador­a argentina”, dijo Juan Carlos Schmid, triunviro de la Confederac­ión General del Trabajo, en la presentaci­ón de los murales que Daniel Santoro pintó en el Salón Felipe Vallese del edificio de la central obrera de Azopardo 802. Fue el pasado 17 de Octubre, fecha fundaciona­l del peronismo. En acrílico neo temple sobre madera y dividida en cuatro secciones en las dos paredes laterales del salón, la pintura es enorme: son unos 17 metros lineales y cincuenta me- tros cuadrados de superficie: muchos metros de gloria, tragedia, miserias y heroísmo. Tal vez por eso, Santoro pone un toque de ironía en las imágenes que reflexiona­n sobre la historia del peronismo y su larga relación con la CGT. El Salón Felipe Vallese no es un espacio fácil para un artista contemporá­neo como Santoro: en lo alto de una de las paredes hay un retrato fotográfic­o del obrero metalúrgic­o y dirigente gremial secuestrad­o y desapareci­do en 1962; en la pared de enfrente, detrás del estrado donde tantas veces Perón les habló a los dirigentes cegetistas, hay otra pintura mural, que pintó en 1949 Miguel Petrone con una estética muy cercana a la del realismo socialista. Si se le pregunta a Santoro cómo cree que conviven sus murales con el de Petrone, responde: “Conviven malamente” y enseguida relativiza el juicio con una carcajada. “En general recurro a la ironía en mi pintura como una forma de distanciam­iento que me permite tratar los temas”, explica luego a Ñ. Con estos murales el artista va más allá de la imaginería que creó acerca del primer peronismo. Aparece, por ejemplo, la figura de José Ignacio Rucci en una escena que evoca aquella foto del dirigente sindical cubriendo con su paraguas a Perón cuando llegó al país en 1972 tras su largo exilio en Madrid, imagen emblemátic­a del triunfo de su sector sobre el de la izquierda peronista. Un poco más atrás, dos jóvenes pintan con aerosol el clásico PV (Perón Vuelve) flanqueado por las letras J y P. Pero el vértice de la V está tapado por uno de ellos, arrodillad­o. Imposible ver si ha pintado allí una S, con lo que las siglas JP de Juventud Peronista se convertirí­an en las de su acérrima enemiga de entonces, la JSP, Juventud Sindical Peronista. Hay que ir y ver. Vale la pena. La entrada es libre y gratuita, de lunes a viernes, de 10 a 18. Pero no espere un acceso fluido como el de un museo o una galería. Quizá encuentre algún obstáculo gasallesco, pero nada insalvable.

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El retorno. Perón en 1972, bajo el paraguas de José Rucci. En 1973 sería asesinado.

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