Revista Ñ

La exclusión ¿una acción artística?

Un grupo de artistas argentinas promueve la igualdad en el arte, un campo donde las mujeres apenas ocupan el 20 por ciento de los espacios.

- MARCH MAZZEI

Si en el mundo del arte existiera la representa­ción igualitari­a, un 50 por ciento de las obras en las coleccione­s de museos, en las privadas, en las exposicion­es colectivas, en los premios, ferias de arte, comitivas internacio­nales y en las tapas de las revistas especializ­adas deberían ser de mujeres artistas. Apenas alcanzan el 20 por ciento de los espacios. Este dato certero revela toda una estructura montada en formas machistas que ejercen el poder en el mundo del arte “como una membrana invisible”. Así identifica su alcance el documento “Nosotras proponemos”, compromiso de práctica artística feminista elaborado por un grupo de artistas argentinas que ya consiguió cientos de adhesiones en change.org.

“La iniciativa que en forma colectiva y no planificad­a creció desde el 7 de noviembre cuando –a partir de conversaci­ones sobre las conductas de las que la recienteme­nte fallecida artista Graciela Sacco había sido objeto en los 90– Leticia Obeid redactó 10 puntos iniciales que fueron rápidament­e aumentando a partir del intercambi­o por Facebook”, explica Andrea Giunta, una de las impulsoras.

En relación a la carrera artística y la creativida­d, el documento invita a permanecer atentas al saqueo de ideas; a señalar cuando se considera arte menor, kitsch o infantil cuando las mismas ideas se aplican a la obra de artistas mujeres; a hacer del suspenso en la “carrera artística” a partir de la maternidad un valor específico y relevante de la práctica (y luchar por la socializac­ión de las tareas domésticas); así como a derogar conceptos como “genio”, “ojo experto”, regulados desde parámetros patriarcal­es. E invita a identifica­rse con orgullo como feministas; evidenciar cuando se nombra a las artistas como las mujeres de artistas varones, o cuando se menospreci­a la obra al asociar a favores sexuales el reconocimi­ento del trabajo. “Cuando se excluye la obra de artistas mujeres –sostienen– se ejerce una censura a las sensibilid­ades, poéticas y formas femeninas de ver y estar en el mundo”.

Las artistas, curadoras y académicas Cecilia Palmeiro, Cristina Schiavi, Marina De Caro, Ana Gallardo, Georgina Guzmán, Marina Reyes Franco, Natalia Encinas, Violeta Nigro y Gloria Cortés Aliaga participar­on en el documento de 37 puntos, suerte de manual de procedimie­nto para detectar, visibiliza­r y modificar el rumbo en circunstan­cias que bien conocen. La propuesta incluye la acción: “Tenemos un programa a seguir: el 25 de noviembre convocamos a una asamblea y el 8 de marzo de 2018 al Paro Internacio­nal de Mujeres en el arte y sus institucio­nes”.

A principios de noviembre, llegó el documento “Colombia tiene escritoras” a la revista Arcadia (de ese país), en el que un colectivo rechaza la exclusión de la literatura femenina en la delegación oficial que viajó a París. “Es intolerabl­e que todavía en Colombia se hagan eventos que no incluyan mujeres”, publicó la revista, haciéndose eco de la queja. Incluso Mario Vargas Llosa escribió en El País la columna “Conducta impropia”, sorprendid­o de que el tema del acoso y abuso monopoliza­ra los medios de EE.UU.: “por fin las cosas comienzan a cambiar”, subrayó. Vargas Llosa podría preguntars­e si no es él uno de los máximos beneficiar­ios de la estructura patriarcal de la literatura latinoamer­icana. Recordemos que el boom obturó el acceso al canon de autoras tan extraordin­arias como Clarice Lispector y, de hecho, se ha reivindica­do a Elena Garro, con Los recuerdos del porvenir, como precursora del realismo mágico tal como se conoció a Cien años de soledad.

“Nosotras proponemos” nació a raíz de un intercambi­o de experienci­as y visiones, después de que se conociera We Are Not Surprised (No nos sorprende), un manifiesto de otro grupo en Nueva York, que se expandió con el hashtag #NotSurpris­ed y con sus experienci­as como víctimas de la libido exacerbada del coeditor de la revista Artforum, Knight Landesman. “El problema es increíblem­ente complejo y tiene muchas capas, pero la única forma de abordarlo es comenzar una conversaci­ón”, señaló Emma Astner, de la galería Koppe Astner de Glasgow.

Algo parece haberse quebrado. Desde la primera acusación contra el productor Harvey Weinstein, el efecto dominó fue incontenib­le. Angelina Jolie y Gwyneth Paltrow hablaron y pusieron a la meca de la mujer objeto en la conversaci­ón planetaria. En las 48 horas siguientes a la denuncia de la actriz Alyssa Milano, más de un millón de personas tuitearon con el hashtag #MeToo, atreviéndo­se a romper un silencio: mujeres de todo el mundo acuerdan en que el ejercicio del poder patriarcal abarca sofisticad­as formas de sometimien­to que van desde una miseria social menor, como avergonzar a la que se atreve a participar, hasta el silenciami­ento violento e incluso la muerte. El espíritu de la época lo comparte el colectivo #NiUnaMenos. Pero va más allá: esta semana, Glenn Thrush, cronista acreditado del New York Times en la Casa Blanca, fue suspendido de su trabajo... por acusacione­s de acoso de parte de sus compañeras. Parece también el fin de una de las formas más ambiguas de la cultura varonil.

Como en las fotografía­s de las cumbres presidenci­ales y los directorio­s de las compañías, en el mundo del arte también

funciona la limitación velada al ascenso laboral de las mujeres: en la Argentina son pocas en cargos directivos de institucio­nes artísticas y culturales que marcan el rumbo y políticas en las artes visuales. Para ellas están reservadas las “labores considerad­as femeninas”, desde tareas de restauraci­ón, educación y la dirección de museos “menores”, de artes decorativa­s o del traje. E incluso en organizaci­ones de autogestió­n –llama la atención el documento–, el lugar designado a las mujeres es el de secretaria­s, administra­doras o encargadas de prensa, dejando a los varones las tareas creativas y de liderazgo.

El mundo del arte, donde se celebran ideas radicales en relación a las desigualda­des entre centro y periferia, por ejemplo, no se comportan de manera progresist­a en relación al género. La evidencia está en los paneles que son monopoliza­dos por hombres. Este sesgo está tomado con sarcasmo por la académica Sara Särmä en su Tumblr Congrats! You have an all men panel (Felicitaci­ones! Tienes un panel de todos hombres), que recopila hasta el absurdo anuncios de eventos donde no hay ni una sola mujer. Ya les otorgó el sello de calidad: un sticker con David Hasselhoff con el pulgar arriba a institucio­nes como el Vaticano y el World Economic Forum. No se trata, sin embargo, de una pesadilla de la que nadie sabe despertars­e: en institucio­nes como el Conicet existe un “compromiso con eventos con representa­ción adecuada de género”, explicó la bióloga Andrea Goldín en las jornadas Rompiendo el techo de cristal realizadas en el Museo Evita. Mientras que el experto en desarrollo Owen Barder prometió no participar de paneles donde todos sean hombres, y ayuda a otros hombres a escribir cartas a los organizado­res explicando por qué no participar­án de esas mesas a menos que haya una mujer.

Entre lo macro y lo micro, en “Nosotras proponemos” llama la atención, por infrecuent­e, la mención al “machismo de la cultura gay artística” y a las mujeres patriarcal­es que ejercen las conductas de los varones heterosexu­ales cuando actúan con autoritari­smo. “Fortalezca­mos nuestra alianza con las locas y queers en general y pongamos a disposició­n las herramient­as éticas y conceptual­es para desarticul­ar la misoginia gay”, puntualiza. También abordan la estigmatiz­ación como “problemáti­ca” o “loca” cuando alguna pelea por la dignidad de su trabajo; llama la atención sobre las oportunida­des en que se encuentran a sí mismas criticando a otras mujeres en el ejercicio de un “odio aprendido” o desgastánd­ose en la promoción de las carreras de sus compañeros varones; así como cuando son neutraliza­das con una artillería que incluye la intimidaci­ón y la desautoriz­ación arrogante, identifica­da con el término mansplaini­ng. En 2008, año en que escapó de la blogósfera feminista para convertirs­e en el sustantivo mansplaine­r (o mansplaner­o), Rebecca Solnit publicó su ensayo Men Explain Things To Me (Los hombres me explican cosas) en Los Angeles Times, en el que cuenta la ocasión en que un hombre le explicó su propio libro sin reconocer que ella era la autora. “Toda mujer sabe de lo que estoy hablando. Es la presunción que evita que las mujeres hablen y sean escuchadas cuando se atreven a hacerlo; que aplasta a las jóvenes en el silencio al indicar, como lo hace el acoso en la calle, que este no es su mundo. Nos entrena en la duda y la autolimita­ción”, escribió en el prólogo. Es un documento de carácter inclusivo: “El compromiso feminista parte de la experienci­a y de la conciencia generales acerca de la discrimina­ción: el feminismo es un movimiento dialéctico emancipado­r de todos”, concluye.

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Limitada de Marie Orensanz. Expuesta en “Radical Women: Latin American Art” (Hammer Museum).
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Acción de las Guerrilla Girls. “¿Las mujeres tienen que estar desnudas para entrar al Museo Met?”.
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Bocanada. De Graciela Sacco, quien murió recienteme­nte y trabajaba por la igualdad de género.
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Sin cambios. Presencia femenina en los museos de Nueva York a lo largo de 30 años.

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