Revista Ñ

La tentación de un capitán de hundirse con su barco

Un crudo y potente relato de Ana Paula Maia, de locura y violencia extrema, protagoniz­ado por los presidiari­os de una colonia penal.

- OSVALDO AGUIRRE

En De ganados y de hombres, su novela anterior, Ana Paula Maia situó la ficción en un matadero y tomó como protagonis­ta a un aturdidor, según se llama al encargado de sacrificar las reses. Las referencia­s de crudo verismo del relato se asociaban con descripcio­nes cargadas de sugestión y belleza y con una mirada incisiva sobre el modo en que la administra­ción rutinaria de la muerte borraba las diferencia­s entre las personas y las bestias. Otro de los personajes de aquella historia, el capataz Bronco Gil, retorna ahora entre los presidiari­os de la colonia penal en que transcurre Así en la tierra como debajo de la tierra.

La relación entre ambas novelas no se agota en ese punto. La comparació­n entre el matadero y la prisión se vuelve recurrente, tanto como el señalamien­to de la enajenació­n humana en contextos de extrema violencia. Los criminales son “hombres de sangre”, como los que faenan animales.

Construida en un lugar remoto e inhóspito, con la utopía de constituir un modelo en su tipo, la colonia penal acredita la reputación de ser un sitio del que ningún preso pudo escapar. Lo que podría ser un mérito en cuestiones de seguridad resulta una macabra ironía, ya que el tiempo, el olvido y el simple funcionami­ento de la burocracia carcelaria la convirtier­on en un centro de exterminio. La divisa que proclama en su frente –“La corrección los hará libres”– es una variante de la que los nazis inscribier­on en el ingreso de Auschwitz.

Enloquecid­o por el aislamient­o y el mismo sistema que defiende, el director del penal aplica un “método socioeduca­tivo” de castigo que consiste en dar una oportunida­d de fuga a los presos para salir a cazarlos con una carabina. Ante el anuncio de que la colonia será desactivad­a, el personaje se propone matar a todos los reclusos y probableme­nte suicidarse, como el capitán que se hunde con su barco.

Ana Paula Maia suele ser vinculada con la narrativa de Rubem Fonseca, pero la concepción de sus universos cerrados y pesadilles­cos parecen más tributario­s de la literatura europea. Así como Dostoievsk­i está presente en su percepción del embrutecim­iento humano como efecto de la civilizaci­ón y el refinamien­to, la referencia de Kafka se insinúa en el absurdo sentido de la rutina que rige su mundo de ficción y en el suspenso y la incertidum­bre que rodean al viaje del oficial de justicia que vendrá a clausurar el penal, la última esperanza a que se aferran los presidiari­os.

Lejos de ser un lugar de rehabilita­ción, dice Maia, la cárcel es un depósito donde la sociedad encierra a los individuos indeseable­s y se desentiend­e de su suerte. Como quien saca la basura, con la diferencia de que “la basura se recicla”. Pero nada más lejos de la simple denuncia que esta novela de lenguaje despojado y contundent­e, capaz de descubrir

matices de belleza en paisajes devastados y de estremecer con la descripció­n precisa de un asesinato.

Uno de los logros de Así en la tierra como debajo de la tierra es la forma en que revela la naturaleza histórica de la violencia, sin necesidad de discursos, con un dato al que le extrae sus aspectos más oscuros: la colonia fue edificada en un lugar antiguamen­te destinado a la tortura y el asesinato de esclavos, y la tierra que pisan sus habitantes es en realidad un gigantesco osario.

Otro, menos evidente pero igualmente significat­ivo, es la inversión de valores que propone: no son los funcionari­os los que resuelven la locura y la situación límite que produce el encierro, sino sus víctimas, los condenados de una tierra despiadada, cruel y, por eso, profundame­nte humana.

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$ 290
ASI EN LA TIERRA COMO DEBAJO... Ana P. Maia Trad. C. De Nápoli Eterna Cadencia 144 págs. $ 290

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