Los objetos en su dimensión afectiva
Lejos de su zona de confort como artista, Marcela Cabutti explora nuevos caminos en Del infnito.
La escultora Marcela Cabutti presenta en la galería Del Infinito un trabajo sintético y austero: sus performances registradas en videos, instalaciones compuestas por objetos heredados de una colección familiar y secuencias fotográficas desplegadas en las paredes como si se tratara de story boards, presentan una serie de interrogantes que terminan dando nombre a la muestra. Acerca de la distancia afectiva de los objetos pone en escena la relación entre las personas y los objetos, su dimensión afectiva, el valor emocional que se les asigna a partir del vínculo histórico y sensible que se establece con ellos.
Cabutti suspende los objetos frágiles en el espacio, libres de la protección y el cuidado que requieren los cristales. Las imágenes de sus videos muestran el choque entre los objetos, la presión que ciertas máquinas industriales ejercen sobre ellos hasta el límite de su resistencia, situaciones que amenazan su integridad material, los llevan al instante previo a su destrucción. El pasaje de la sutileza, refinamiento y elegancia que son habituales en las exhibiciones de Marcela Cabutti a este planteo radicalmente distinto y antagónico es, como mínimo, inquietante para el espectador.
Dice al respecto el director de la galería, Julián Mizrahi: “Decidimos mostrar algo que nadie espera ver. Cabutti se adentra en terrenos y soportes poco predecibles, explorando lejos de su zona de confort; creemos que la osadía es una cualidad necesaria en cualquier artista. Marcela demostró en muestras anteriores su calidad plástica pero en esta oportunidad, no dudó que su idea sería mejor resuelta en fotos, videos y objetos en tensión. Aunque requirió sacrificar su oficio, el resultado es una muestra donde se ve una Cabutti igual y diferente, evolucionada.”
La propia artista confirma las palabras de Mizrahi: “A esta altura, salir del espacio de confort se convierte en una necesidad para poder seguir trabajando con pasión. Me interesa seguir aprendiendo y quería regresar a un lugar de incertidumbre; necesitaba atravesar el despojo de las formas construidas, al menos desde un modo que ya conocía. Empecé a mirar de otra manera: jarrones y copas fueron colgados haciendo desaparecer su posición y función habitual; quedan flotando en el instante mismo de algo, en el suspenso propio de saber y escuchar o no el sonido del choque. Cuando se rompe la materia en el video, ¿qué sensación produce a quienes saben que mis obras son de cristal? La gente se exalta. El sonido ambiente de rupturas me da la certeza de que se puede sostener la incomodidad necesaria como para generar la atención.” La paradoja es interesante: es el sonido de aquello que se rompe el que finalmente edifica el vínculo entre la obra y el espectador, sosteniendo la atención y la tensión.
Nos apegamos a los objetos porque al construir memoria nos construyen a nosotros, nos hacen formar parte de una historia. Pero es interesante reflexionar sobre cuál es la relación que establecemos con ellos, repensar si el poder que les otorgamos es tal.
Escribe Lucía Savloff en su texto como curadora de la muestra: “Como un rito de pasaje, lanzadas al espacio, las cosas habitan el movimiento. ¿Puede verse en este gesto un tono opuesto al destructivo? Las cosas, transformadas por el encuentro, flotan, se rodean, se esquivan y finalmente reposan, una junto a otra, en una clara quietud. Quizás lo que resulta conmovedor en esta escena sea ver en esa acción un gesto doble, mezcla de despedida y celebración. O acaso sea el intento de tramitar la angustia que nos provoca el hecho rotundo que señala Borges en su poema “Las cosas”: la constatación de que las cosas serán más resistentes que nosotros y nos sobrevivirán”.