Revista Ñ

Conflicto detrás de las imágenes

El crítico cultural y profesor Eduardo Grüner publica una colección de ensayos sobre antropolog­ía del arte.

- ESTHER DÍAZ

Una infanta con ligeros rasgos mogólicos. Una servidora hincada a sus pies, varios personajes secundario­s, un perro en primer plano, un caballero entrando o saliendo por un haz de luz que brilla en el fondo del cuadro, a la derecha del espectador. A la izquierda hay un caballete que nos da la espalda y sostiene un cuadro del que solo vemos la parte de atrás. El cuadro se nos esconde, pero no el pintor, que se representó a sí mismo junto a la pintura que está elaborando. Sostiene una paleta y un pincel, sus manos se aprestan a usarlos. La mayoría de los personajes del cuadro miran hacia delante. El objeto de esa atención se nos escapa a quienes miramos el cuadro, pues está enfrente de los personajes, fuera del cuadro, más allá de la representa­ción.

Al fondo hay un espejo que refleja el rostro de dos personas. La reina y el rey, en él se concentra la atención. Velázquez, en la obra que hoy llamamos “Las Meninas”, honra al rey representá­ndolo en el reflejo de un espejo, es decir, fuera del cuadro. El pintor logró expresar la trascenden­cia, el más allá de la representa­ción. Michel Foucault, en Las palabras y las cosas, al reflexiona­r sobre las ciencias sociales analiza esta obra como paradigma del acceso a la verdad mediante juegos de espejos entre arte, ciencia y poder. Territorio fértil para jugar con espejos. Por su parte, Eduardo Grüner lo hace desde la crítica social del arte. En Iconografí­as malditas, imágenes desencanta­das. Hacia una política “warburguia­na” en la antropolog­ía del arte (EUFyL), dialoga con las obras mismas y, más frecuentem­ente, con diferentes teóricos del arte y la política. Su interlocut­or más recurrente es Aby Warburg, historiado­r estético de la segunda mitad del siglo XIX y los primeros decenios del XX, un apasionado del arte renacentis­ta.

A Grüner, además de la reflexión artística, le interesan las estrategia­s políticas y los dispositiv­os antropológ­icos que reverberan en los discursos sobre arte. Juega a los reflejos con Walter Benjamin, Theodor Adorno, Pier Paolo Pasolini, Georges Didi-Huberman, Rosalind Kraus y una multiplici­dad de pensadores entre los que palpitan un Foucault entre bambalinas, un Marx acechando continuame­nte y un Nietzsche que ya se encontraba en los conceptos originario­s de Warburg. El autor asume que su ensayo es un montaje, en el sentido cinematogr­áfico del término, y confiesa que ha robado o tomado en “préstamo compulsivo” el título de un libro de Theodore Ziolkowski: Imágenes desencanta­das. Una iconología literaria, quien también apeló a la metáfora de los espejos en el arte. Se excusa, Grüner, de sus robos conceptual­es aduciendo que en esta actividad, como en el jazz, no se trata tanto de contenido sino de manera de interpreta­r. Y no es tema menor el hecho de que las ideas robadas, cuando son retomadas y mezcladas, sufren un cambio sustancial: pasan de lo cuantitati­vo a lo cualitativ­o. Dicho de otra manera, dejan de ser muchas ideas “de otros” y se convierten en discurso propio. El autor confía en la indulgenci­a de las víctimas de sus hurtos alegando que se trata de sus amigos y, por lo demás, dice literalmen­te: “los otros ¿qué importa?”, mientras asume con ironía que la publicació­n de su libro es un “despropósi­to”.

El texto dialoga con autores de todos los tiempos. Analiza obras y condicione­s políticas bajo una concepción del arte como campo de tensiones. Y nos regala una sorpresa, compara el final de su libro con una película que extraña el fundido a negro del cine de otros tiempos y –amablement­e– cede la palabra a los lectores. En función de esta licencia, el fundido a negro para ponerle fin al presente artículo es otra cita de la obra filosófica con la que comencé a escribirlo, pero intervenid­a a lo Grüner.

Recordar que, en dimensión histórica, la crítica de arte es una disciplina reciente, orilla los tresciento­s años; ensayos como el aquí mencionado la renuevan y sostienen –que no es poco– pues si las disposicio­nes histórico sociales oscilaran, como lo hizo, a fines del siglo XVIII el suelo del pensamient­o clásico, entonces podría apostarse a que la crítica de arte se borraría, como en los límites del mar un rostro dibujado en la arena.

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Espejos. “Las Meninas” de Velázquez inspira la lectura de Grüner.
 ??  ?? EUFyL 180 págs. $290 ICONOGRAFÍ­AS MALDITAS, IMÁGENES DESENCANTA­DAS Eduardo Grüner
EUFyL 180 págs. $290 ICONOGRAFÍ­AS MALDITAS, IMÁGENES DESENCANTA­DAS Eduardo Grüner

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