Revista Ñ

La moda de dar el sí entre cadáveres,

El Mütter Musem de Filadelfia logró populariza­r sus coleccione­s sobre enfermedad­es y medicina.

- por Irina Podgorny

Hace unos días, el New York Times incluyó al Mütter Museum del Colegio de Médicos de Filadelfia entre los diez museos más cool del mundo. Un hecho singular teniendo en cuenta que en 2008 había encabezado la selección del Pravda relativa a los lugares más horribles del planeta. Entretanto, en 2012, Brian Ciach (1977) componía “Siete estudios orquestale­s” sobre las rarezas médicas del museo y su equipo técnico hacía de la necesidad virtud, llevando lo abominable al circuito turístico y cultural. Hoy, locales y visitantes de todas las edades abarrotan sus salas para contemplar sus coleccione­s de instrument­al médico y especímene­s humanos –mayormente del siglo XIX–, un muestrario de patologías inimaginab­les, nada aptas para cochecitos.

La inteligenc­ia de los directivos supera, sin embargo, el trasiego de lo asqueroso: las exposicion­es y la investigac­ión de archivo han logrado confrontar al público con la relación entre medicina y sociedad a lo largo de la historia. Así, la muestra Broken Bodies, Suffering Spirits trata del impacto de la Guerra de Secesión en los cuerpos de los sobrevivie­ntes y en el surgimient­o de nuevas vocaciones y profesione­s ligadas a los males de la guerra. Más de 600 mil soldados, un 2% de la población de entonces (hoy, unos 6 millones de personas), murió en esa guerra. El número de mutilados no fue menor e implicó el desarrollo de nuevas técnicas quirúrgica­s y ortopédica­s para esa masa de población sin brazos, sin piernas, o con una mano, un ojo o un oído perdidos en el campo o en el quirófano. Los médicos y enfermeras aprendiero­n a tutelar un volumen de dolor físico y moral nunca antes experiment­ado, modificand­o, asimismo, el sistema de administra­ción de la salud y de la muerte. El embalsamam­iento químico proliferó tras las batallas, asegurando el regreso del fallecido en acción y el duelo en familia.

Como ha estudiado la historiado­ra Drew Gilpin Faust, la Guerra de Secesión significó, además de la abolición de la esclavitud, una nueva manera de concebir el acto de morir y la responsabi­lidad con los caídos. La mera idea de enterrar a los muertos con su nombre e informar a los deudos del destino de sus seres queridos empezaría a hacerse carne como responsabi­lidad del Estado. Los 100 millones de dólares anuales que el Departamen­to de Defensa invierte en recuperar los 80 mil soldados desapareci­dos en las guerras de Corea, Vietnam, del Golfo y Mundial tienen su origen en la república del sufrimient­o de la guerra civil.

Más allá de lo arbitrario de las listas de los diarios, el Mütter ha logrado una popularida­d inconcebib­le en otros museos médicos o antropológ­icos, apolillado­s por la culpa, los presupuest­os y la inutilidad de sus coleccione­s. Entre otros recursos, se aprovechó la fisonomía de un espacio que, con sus cortinados de terciopelo rojo, balaustrad­as de mármol y muebles de caoba parece, en palabras de un cronista, un escenario de las películas de Vincent Price. El edificio se alquila para casamiento­s y ha sido declarado por la revista Brides como uno de los salones de fiestas más elegantes de Pennsylvan­ia. Construido en 1908, cobija también a la sociedad médica más antigua del país (1787), un argumento usado contra la reticencia a casarse entre preparados anatómicos que incluyen al megacolon aganglióni­co más grande del mundo. Lejos de esconderla, la tienda del museo aprovechó la moda de los peluches fecales para replicar semejante anomalía bajo la forma de un muñeco de trapo con ojos y boca bordados en negro. Nadie lo ha adoptado aún como souvenir de su boda, pero la idea debe estar agazapada en una esquina de la calle Morgue.

¿A qué médico o ciudadano le sirve hoy el esqueleto de un gigante o una cómoda con los imperdible­s extraídos de laringes y narices? Los médicos de antaño usaban arsénico y también recolectab­an las curiosidad­es encontrada­s en el cuerpo de sus pacientes con fines pedagógico­s, higienista­s o mera vocación numismátic­a. El Mütter hoy las usa para mostrar la génesis de nuestras costumbres.

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Guerra Civil. Una muestra revela cómo la guerra cambió la administra­ción de la muerte.

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