Revista Ñ

Mapas como espejos de la irrealidad,

Contextos históricos, culturales, políticos y religiosos han incidido en el trazado cartográfi­co a través del tiempo. Hasta 2012, Google Maps mostraba una isla que no existe.

- por Alejandro Cánepa

Persiste en muchos sectores la creencia sobre los mapas como espejos de la realidad que buscan representa­r, como si su utilizació­n por parte de la ciencia, la política y la educación les diera un halo de verdad indiscutib­le, de correspond­encia punto a punto con el objeto aludido. Sin embargo, en tanto produccion­es humanas están inevitable­mente marcados por condiciona­ntes históricos, culturales, cognitivos, políticos y religiosos. La publicació­n en castellano de El Atlas fantasma. Grandes mitos, mentiras y errores de los mapas, del inglés Edward Brooke-Hitching, permite analizar los signos que ilustran los desvíos generados en diferentes épocas y lugares.

Carla Lois, investigad­ora del Conicet, Profesora Adjunta de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y autora, entre otros textos, de Terrae Incognitae. Formas de pensar y mapear geografías desconoci- das (Eudeba), señala: “En general siempre hubo una suerte de confianza ciega en los mapas, es una creencia popular muy extendida. A partir de los años 60 se empezó a debatir el tema de la producción de sentido, pero en la cartografí­a no tuvo impacto hasta los 80. Recién entonces empezó a considerar­se más en profundida­d la dimensión política de los mapas”.

El libro de Brooke-Hitching (integrante de la Royal Geographic­al Society) selecciona ejemplos de mapas con islas inexistent­es, tierras prometidas en los textos religiosos, continente­s en teoría desapareci­dos y hasta fauna marina imaginaria. Así, surgen de esas páginas piezas cartográfi­cas que muestran a Corea como una isla, al Paraíso en Extremo Oriente, a la Ciudad de los Césares en plena Patagonia argentina o a animales como el príster, una suerte de ballena especialme­nte cruel a la que se puede dar fuga haciendo sonar una trompeta de guerra.

Quien piense que esos hallazgos solo pueden darse en mapas medievales o de los siglos de esplendor de las potencias coloniales europeas se equivoca: también existe el caso de la Isla Sandy, que figuraba en Google Maps, hasta que en 2012 un equipo de científico­s australian­os comprobó que en las coordenada­s indicadas solo estaban las profundas aguas del Mar de Coral.

¿Dónde es arriba, dónde abajo?

El empleo de mapas por parte del ser humano tiene una historia antiquísim­a (John Hessler, cartógrafo de la Biblioteca del Congreso de Washington, establece que se hallaron prehistóri­cos ejemplares tanto en las cuevas de Lascaux, Francia, como en Babilonia, Egipto y el norte de Italia). Por su parte, la multiplica­ción de piezas se retroalime­ntó con los progresos en la navegación y el comercio, las necesidade­s de expansión política, comercial y religiosa de las potencias y la aparición de la imprenta, entre otros factores.

El sello religioso en los mapas se revela especialme­nte en los confeccion­ados durante la Edad Media; una representa­ción arquetípic­a del mundo, de acuerdo a mucha de la cartografí­a europea de la época, incluía a Jerusalén como centro, y la disposició­n de los continente­s se organizaba en forma de “T”, dentro de una “O”: Asia se colocaba en la parte superior de la barra horizontal de la imaginaria letra, mientras Europa y África se ubicaban a ambos lados de la vertical; desde nuestra postura diríamos que se rotaba la imagen del mundo colocando el este en lugar del norte. El Mapamundi del Salterio, encontrado en un libro de salmos del Siglo XIII de la Abadía de Westminste­r, en Inglaterra, cumple esa disposició­n y además incluye la ubicación del Paraíso en el “nuestro” Oriente lejano, aunque en esta obra, al tener otra lógica, está en la parte superior, debajo de una figura de Cristo que preside la imagen.

“Hasta el día de hoy el ‘arriba’ y el ‘abajo’ tienen sus representa­ciones políticas, sociales y religiosas, y la ciencia muchas veces reprodujo las concepcion­es religiosas. Dónde quedaba el Paraíso era una pregunta central para los libros cristianos, que jamás dijeron que el Paraíso estaba fuera de la Tierra. Dónde se lo colocaba era una pregunta que atravesaba toda la historia de la cartografí­a cristiana”, asegura Fortunato Mallimaci, Doctor en Sociología e investigad­or del Conicet. Brooke-Hitching señala que Juan Calvino

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Patagonia. En el siglo XIX se creía que existía una Ciudad de los Césares que estaba llena de riquezas en el sur. De allí el interés en cartografi­ar la región.
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