Revista Ñ

Usos y beneficios de la inmigració­n. Entrevista con el politólogo malayo Chandran Kukatha

El politólogo malayo Chandran Kukatha explica los mitos más frecuentes alrededor de la figura del migrante.

- LLUÍS AMIGUET

Quién es ciudadano o inmigrante en un país? Parece obvia cuestión de nacimiento, pero no tanto cuando el profesor Chandran Kukathas, catedrátic­o de Teoría Política de la London School of Economics, repasa la casuística: hay países en los que sólo son nacionales los nacidos de nacionales; otros en los que un nacional pierde el pasaporte si se casa con un extranjero; otros que dan la nacionalid­ad sólo por nacer en ellos y otros, en fin, que la venden a buen precio. Eso demuestra que ser ciudadano de un país no es un hecho de nacimiento, sino pura política.

–¿A quién beneficia y a quién perjudica la inmigració­n?

–Yo no hablaría de perjudicar, pero sí de competir. Los nuevos inmigrante­s compiten sobre todo con los inmigrante­s que llegaron antes que ellos y que suelen estar en las clases más bajas.

–¿No compiten con trabajador­es locales?

–Con muy pocos, sólo con quienes no han acabado su escolariza­ción secundaria. Compiten con aquellos a quienes pueden sustituir, pero mejoran la vida de los demás. La sanidad británica sería mucho peor para todos sin los médicos y enfermeras inmigrante­s.

–¿Quiénes pierden cuando aumenta la inmigració­n?

–Quienes deben trabajar más o cobrar menos para no perder el empleo. El resto logra bienes y servicios más baratos gracias a los inmigrante­s.

–¿Y no hay que pagar pensiones y servicios para los recién llegados también?

–Muchos serían más caros sin ellos. En general, la inmigració­n hace crecer la economía en producción y por tanto en empleo para todos.

–¿Todas son bondades?

–El peligro no está en los inmigrante­s, sino en los controles que introducen los estados para controlarl­os.

–¿No son controles solo para inmigrante­s?

–¿Qué es un inmigrante? Según la ONU, quien pasa más de un año fuera de su país, pero ¿por qué no dos? Si fueran dos, se reduciría la cifra de inmigració­n. O ¿por qué no dos semanas? Aumentaría enormement­e.

–¿Y usted qué piensa?

–Que es un beneficio económico, pero también una cuestión política que cada uno usa en su beneficio. Hay conservado­res británicos que quieren considerar inmigrante­s a los estudiante­s extranjero­s para alarmar al votante diciendo que creció la inmigració­n y otros que quieren no incluirlos para decir que sus políticas redujeron la inmigració­n.

–¿Los gobiernos no vigilan sólo a los inmigrante­s?

–El control migratorio acaba controland­o a los ciudadanos; no sólo a la inmigració­n. Con la excusa de supervisar a los inmigrante­s, el estado fiscaliza nuestro matrimonio, vivienda, empleadore­s y empleados... Nos quita libertad.

–¿Y cuando llega una recesión y crece el paro también es buena la inmigració­n?

–Se regula sola. Los inmigrante­s, si pierden el empleo, suelen irse.

–¿Y cuándo es demasiada?

–Sólo hay un modo de limitar la inmigració­n y es prohibir que se les ofrezca o dé trabajo a los inmigrante­s y eso tiene un costa económico, policial y judicial, además de social, enorme.

–Parte de ese costo, por ejemplo, son las muertes de los inmigrante­s.

–A ese costo me refería, también. Mire, la globalizac­ión genera riqueza y conocimien­to, pero tiene un costo.

-Para algunos, fatal.

–La globalizac­ión es cambio y exige adaptación continua y no todo el mundo puede enfrentars­e a esa competenci­a. Muchas personas en los países de origen y de acogida quedan atrás.

–¿No le parece injusto?

–La globalizac­ión no es una opción; seamos sinceros: es incontrola­ble e imparable. Lo que sí podemos y debemos hacer es legislar para ayudar a esas personas que se quedan atrás a que ellas también progresen y limitar en lo posible su sufrimient­o.

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Fuentes de trabajo. Los inmigrante­s hacen crecer la economía y, por lo tanto, la oferta laboral.

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