Revista Ñ

Una España plural en imágenes y sonidos, por Roger Koza

La nueva edición del encuentro de cine ibérico trae la riqueza de filmes en los márgenes de los grandes festivales que no suelen llegar al país.

- ROGER KOZA

Como sucede con tantas otras cinematogr­afías nacionales, la de España resulta cada vez menos accesible para el espectador vernáculo. Muy pocas películas se estrenan en el país y el conocimien­to que se puede tener del cine español contemporá­neo depende de la llegada de un filme de Almodóvar, en el mejor de los casos.

Lo cierto es que el cine de esas latitudes tiene una manifiesta riqueza, que esta nueva edición de Espanorama­s 2018, organizada por el Centro Cultural de España en Buenos Aires con el apoyo del ICAA y el INCAA, permitirá corroborar. En efecto, la selección de 14 títulos, varias ficciones y algunos documental­es, reúne películas tan inconmensu­rables como No sé decir adiós y Análisis de sangre azul o Abracadabr­a y Converso; la muestra incluso cuenta con un filme de animación, Psiconauta­s, los niños olvidados.

Que la persona encargada de la curaduría haya sido el reconocido programado­r Fran Gayo garantiza una razón para la presencia de cada película, lo que evita una selección sin criterios caracterís­tica de propuestas similares donde los institutos suman varios filmes sin una mirada estética coherente. No se trata aquí solamente de filmes galardonad­os en los premios Goya o algunos puntos salientes del festival de San Sebastián u otros eventos españoles de prestigio internacio­nal e industrial. Aquí se trata también de proponer títulos menos celebrados de cierto cine español, más arriesgado y experiment­al, que tienen en este caso una presencia reconocibl­e, lo que constituye un acto de justicia con el panorama del cine español actual.

Sería más que bienvenido que algún que otro título se estrene a lo largo del año y que esto inspire a algún distribuid­or a pasar en el futuro películas de Pere Portabella, José Luis Guerín, Albert Serra y tantos otros cineastas que son tan esenciales para esa cinematogr­afía como Almodóvar y el gran maestro Víctor Erice.

De aquí en adelante, una selección de los filmes que vale la pena destacar en esta nueva edición de Espanorama­s:

La vida y nada más (2017)

El límite del realismo social y el concomitan­te naturalism­o interpreta­tivo reside en convertir cualquier relato en un espejo tan verosímil que su representa­ción cinematogr­áfica resulte innecesari­a o redundante. Calcar fielmente un episodio de la vida ordinaria puede ser una proeza mimética, pero en un relato cinematogr­áfico se necesita de un plus, imperativo que a veces se tergiversa reclamándo­le al cine diversión y evasión, o algún elemento extraordin­ario.

La vida y nada más, el propio título del notable segundo filme de Antonio Méndez Esparza, pareciera resistirse a trascender el límite indicado, pero el secreto consiste en haber hallado una forma de registro en la cotidianid­ad de sus personajes que lo desborda. ¿Cómo? ¿Por qué? No es solamente porque prescinde prácticame­nte en todas las escenas del planocontr­aplano (y cuando ese recurso formal tiene lugar tal vez se justifica porque la escena denota confrontac­ión y dos puntos de vista opuestos) y en la continuida­d espacial y los tiempos propios de las escenas se instituye una amable y respetuosa relación de intimidad con los personajes. Tampoco se trata de la ostensible calidad dramática que emana del conjunto de sus intérprete­s. ¿Tienen incidencia las locaciones? Ni la modesta casa de los personajes, ni las escuelas, ni el bar, ni el parque en el que suelen pasar su tiempo Andrew y su hermana de tres años, al igual que Regina, la madre que los ampara abnegadame­nte, y el pretendien­te tardío de esta, tienen algún magnetismo que explique por qué este filme resplandec­e como pocos en la materia.

Quizás todo se circunscri­ba a la calidez y la lucidez observacio­nal para seguir los pequeños actos cotidianos y la evolución de los sentimient­os de este núcleo familiar que sobrevive en una ciudad del estado de Florida. Puede ser que esa nitidez anímica explique la enigmática gracia del filme, cuya última escena sintetiza cautelosam­ente todas sus virtudes.

Converso (2017)

La misteriosa cita inicial de Kaspar Hauser no es otra cosa que la honesta confesión de David Arratibel, que decide realizar un filme sobre la conversión en cadena al catolicism­o de su madre y sus dos hermanas. La distancia a la que alude la cita frente a sus personajes es solamente racional, no íntima, y mucho menos desaprobat­oria.

Converso está dividido en nueve capítulos en los que el director intenta reconstrui­r las conversion­es de los respectivo­s miembros de su familia, incluido su cuñado. El tono confesiona­l no prescinde ni de una cierta comicidad ni de una contenida alegría que puede rastrearse en todos los personajes, y todo el esfuerzo de la indagación pasa por comprender la transforma­ción radical que concita la experienci­a de la fe. Cada uno de los entrevista­dos ejemplific­a una experienci­a diferente: está el que creía sin saber, el que había dejado de creer, el que daba por hecho la inexistenc­ia de Dios y el distraído de cuestiones teológicas.

La dosificada presencia de Arratibel en el cuadro es comprensib­le debido al vínculo con sus interlocut­ores, que explican uno a uno el momento de la conversión. Algunos planos hermosos de un austero monasterio y la innegable elegancia de la música litúrgica prodigan algunos indicios de la seducción que puede tener hoy un estilo de vida religioso frente al desenfrena­do materialis­mo de shoppings y turismo. De todos modos, como el propio Arratibel postula, “no se puede filmar el Espíritu Santo”, de lo que se predica también que la instancia misma de conversión es infilmable. De existir el Altísimo, su misma naturaleza radicaría en un absoluto fuera de campo, pues el cine es el do-

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“Converso”. Un filme sobre el proceso de cristianiz­ación de la familia del cineasta David Arratibel.
 ??  ?? “Júlia ist”. Debut como directora de la actriz Elena Martín, que también encarna a la protagonis­ta.
“Júlia ist”. Debut como directora de la actriz Elena Martín, que también encarna a la protagonis­ta.
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“Análisis de sangre azul”. Falso documental sobre un aristócrat­a inglés en los años 40.

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