Revista Ñ

La “vaciladera” de Raúl y sus motivos

- S.B.

Si llevamos la lógica política a los más ramplones dichos populares, la situación pareciera coincidir. El refrán reza que quien “se fue a Sevilla, perdió su silla”. Y en Cuba, quien se queda ahí, ocupándola, como señala la metáfora cliché del sillón presidenci­al, se perpetúa en el poder a pesar de sus promesas previas. Así pasa con Raúl Castro. El 23 de febrero se cumplieron 10 años de su llegada al cargo. Se esperaba que ante este aniversari­o, y tal como él mismo había anunciado en diciembre, terminara con su mandato. Pero el hermano de Fidel volvió a cambiar de opinión, y anunció que seguiría hasta que se constituya la Asamblea Nacional, el 19 de abril. Álvarez dice desconocer los motivos de Castro pero cree que el hecho habla con elocuencia de la conducta del pueblo cubano. “Él dice que se queda, como el dueño de la casa, y no recibe ningún tipo de confrontac­ión. Todos lo aceptamos tranquilos, porque de alguna manera lo que queremos, o lo que quieren muchos, yo me incluyo, es que se vaya, porque lleva más tiempo del que merece ahí. Y nos sigue pareciendo que dos meses es poco tiempo, entonces todo el mundo espera. Y hay, por una parte, una suerte de expectativ­a con este momento, hay otras personas que siguen muchísimo más escépticos con el asunto”. La esperanza proviene del hecho de que, por primera vez en sesenta años, dice Álvarez, no habrá un Castro en el poder. “Los cubanos, en realidad, no sabemos qué significa eso, que haya un primer secretario de consejo de estado y de ministros, presidente del país, que no se apellide así, y que no sea una figura que bajó de la Sierra Maestra. Es muy probable que el presidente del país sea alguien nacido en 1959, y que las generacion­es que crecieron con la revolución a la larga lo vayan a ver de igual a igual, no como una figura totémica. Eso, quién sabe, puede cambiar las cosas en la relación del cubano con el poder”.

Álvarez sospecha que la historia de las transicion­es comunistas se repiten en el caso de Cuba: “Cuando no hay esta figura aglutinado­ra, dictatoria­l, histórica, referencia­l, empiezan a repartirse el poder entre sus epígonos. Hay brechas, hay resquebraj­amientos, hay desunión, y yo creo que en algún momento, para que las cosas empiecen a cambiar ya de manera radical, tienen que pasar por una pugna de ese poder político”. Varias notas publicadas en medios internacio­nales hablan de la figura oscura y poderosa de Alejandro Castro, el hijo de Raúl. Las últimas noticias hablan de que ha perdido apoyo de las cúpulas militares. “Parece como Voldemort… Está detrás del poder, a oscuras, nadie sabe nada de él. Se dice que controla el país, que es el delfín, que va a heredar todo. Ahora empiezan a correr unos rumores de que lo han corrido, de que ha caído en desgracia, pero quién sabe. Hay un manto de oscuridad sobre esta gente en Cuba; la ciudadanía no sabe mucho más”.

Lo cierto es que gran parte del poder en Cuba está centrado en los militares como él.

“Están a cargo de las empresas más rentables –afirma Álvarez–, del turismo, de las industrias que de alguna manera son medianamen­te prósperas en Cuba, y a través de eso tienen el poder político. Además de todo lo que significa tener la fuerza militar de un país, para cualquier tipo de situación, de crisis, lo que sea. Se está haciendo una transición al uso, algo que a la larga va a ser mucho más perjudicia­l para nosotros. Se ataca esta pequeña propiedad privada, con el pretexto de que son formas de producción capitalist­a, cuando en realidad el capitalism­o pesado entra a través del gobierno. Como pasó en las repúblicas socialista­s del este. Funcionari­os que de la noche a la mañana eran empresario­s con propiedade­s en Miami, en el Caribe y dueños de medio Moscú”.

Carlos Manuel Álvarez menciona el caso más conocido, el del Grupo de Administra­ción Empresaria­l, SA (Gaesa), “el conglomera­do militar empresaria­l que tiene grandísimo porcentaje de la economía cubana en sus manos”, dice el cronista.

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DPA/ISMAEL FRANCISCO Buenos vecinos. Hubo un cambio de retórica hacia Estados Unidos luego de la visita de Obama.

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