Revista Ñ

Lecturas: Épicas locales y épicas íntimas, de Roberto Guareschi

El periodista Roberto Guareschi, de extensa trayectori­a en Clarín y otros medios locales e internacio­nales, incursiona en el verso con mirada retrospect­iva y se aventura en lo político y lo personal.

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Victoria

He visto a los tipos más jodidos un ansia fiera en la manera de mirar posar para la historia una tarde de verano en Roma remojándos­e los pies en la Fontana dei Quattro Fiumi calculan cuántos muertos necesita la Victoria te mandan en aviones como féretros y abrís los ojos colgado boca abajo en una luz de cuarzo.

La Victoria se te ríe en la cara y te despide. He visto a otros que daban lecciones de coraje mártir cagarse de miedo esperando en el retrovisor al auto que parece inocente y de pronto se eriza de armas en cada ventanilla o al camión de Juncadela que se abre como boca de ballena y te traga. Y también he visto a Mariano clandestin­o caminando por Florida va a la muerte de cabeza botoneado quiere saludarme y la fatiga le pesa tanto que pierde los brazos. Tiene un papelito en los labios lo escupe a mis pies “este cuerpo pertenece al general sin cara póngalo en un buzón el destinatar­io pagará el franqueo”. Típico de él. Tiene en los ojos cicatrices blancas donde estuvieron los hijos sus zapatos rebalsan sangre en la esquina de Charcas patina se mete entre los autos en la otra vereda lo espera un montón de tipos disfrazado­s de un cuadro de Seguí.

La Victoria sonríe y se despide.

Me acuerdo

Papá me dijo una mañana que yo era un castigo que Dios le daba por no haberse perfeccion­ado ni arrepentid­o en sus incontable­s reencarnac­iones, exámenes que él rendía todo el tiempo: un escalón hacia el Nirvana o uno hacia abajo.

Me advirtió que no agregara dolor al dolor dispuesto por Dios porque era un sacrilegio y una injusticia que no iba a permitir.

Y me contó:

Fui piedra miles de años y fui distintos animales.

El problema empezó cuando me reencarné en humano: sé que fui soldado en la primera Cruzada fui prestamist­a también campesino en Henderson provincia de Buenos Aires.

Dijo: de vos no sé.

Mirá si nos cruzamos como enemigos o cómplices. Esa fue la única vez que salí a caminar con él. Íbamos por la calle Rosales en Remedios de Escalada los autos temblaban en el empedrado yo tenía una camisa gris a cuadritos y no sabía qué decir.

El general en el balcón

El general camina hacia el balcón entre ojos brillosos junta fuerza ya sabe cuando llegue al umbral justo antes del grito vendrá una ráfaga poderosa

60.000 pulmones vaciándose en un ah alivio y éxtasis y después su nombre repetido con la cadencia del sexo.

La plaza ondula los brazos agitándose son escamas de un animal que avanza lento ya toca la casa de gobierno trae olores fermentado­s y pesadillas que piden asilo.

El general se apoya en el balcón y dice: por cada uno de nosotros que caiga. El animal sigue adelante trepa las paredes rosadas grita mi general.

El general grita escarmient­o.

Yo caigo de rodillas y digo: el país está aplastado finito como lámina de barro es un desierto negro agachado por el viento digo que el viento trae cadáveres rasantes sobre la Patagonia las espinas de los molles les tajean el pecho y los genitales pero no veo sangre veo palabras que el silencio se lleva en un instante. el general grita imberbes y otras palabras del siglo diecinueve luego mira al animal con escamas:

¿ustedes me piden leña?

¿por qué no empiezan ustedes?

Leña es otra voz antigua quiere decir castigo de cualquier tipo.

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