Revista Ñ

Hacer obra para ser parte del mundo, por Julia Villaro

A punto de inaugurar dos muestras en Buenos Aires, el gran artista conceptual reflexiona sobre los vínculos del arte con la poesía, la política y la historia.

- JULIA VILLARO

Tengo una lealtad hacia el poema”, dice el artista Leandro Katz. Sus proyectos discurren por caminos diversos –desde la escritura a la instalació­n, pasando por el cine, el video y la fotografía- pero todos manan de una misma fuente: un interés, casi una feliz obsesión, por la arbitrarie­dad de los lenguajes y de las historias a partir de las que construimo­s la cultura. Viajero por América durante los primeros 60, partícipe y testigo de los movimiento­s culturales (y contracult­urales) de San Francisco y Nueva York (donde residió más de 40 años) hacia finales de esa década, marzo lo encuentra con la inauguraci­ón de dos importante­s muestras en Buenos Aires y una más en Ciudad de México. Mientras que la semana próxima la galería Henrique Faría presentará un conjunto de obras suyas en relación con el lenguaje en la muestra Entre dos citas –desde códices de palabras inconexas hasta versos escritos con un alfabeto basado en las fases de la luna, y una literal “maraña de citas” de Hegel y Guy Debord–, a fin de mes podrá verse en el nuevo espacio de Fundación Proa Proyecto para El día que me quieras. El trabajo es una suerte de investigac­ión poética sobre el hallazgo del cuerpo del Che en Bolivia, que incluye fotografía­s, videos, gráficos y entrevista­s, y se expondrá por primera vez entero y de forma simultánea en el DF y Buenos Aires. A todo eso se suma la publicació­n por parte de la Universida­d de Nueva México de su Proyecto Catherwood, en el que Katz repasa cámara en mano el itinerario de un artista viajero que ilustró las expedicion­es inglesas a las ruinas mayas en el siglo XIX, haciendo confluir el tiempo de los mayas, el del propio Catherwood, el suyo y el del espectador de sus fotografía­s. La simultanei­dad de proyectos (y de muestras) son una excusa más que suficiente para un diálogo con Ñ sobre la naturaleza de sus obras, que guardan, también, como los códices mayas que el artista tanto admira, su propio código de desciframi­ento.

–¿Cómo sucedió su pasaje de la poesía a las artes visuales, de qué forma su relación con la palabra ilumina sus imágenes?

–Es una pregunta compleja. Hice una transición paulatina desde la escritura, como poeta. Yo escribía, tengo pilas de cuadernos con poemas, con textos en prosa. En los 60 viajé por Latinoamér­ica durante 5 años. Llegué primero a San Francisco y luego a Nueva York, y ahí me di cuenta de que estaba trabajando en una especie de lenguaje que estaba haciendo una transición hacia la forma y lo visual. Comencé a trabajar con letras y grafismos y en un momento me comenzaron a considerar artista conceptual. De ahí salieron las obras que tienen que ver con el lenguaje. La literatura está compuesta por palabras dispuestas en un orden específico, llamado gramatical, pero también puede componerse sin ese orden, de ahí la idea de poner en algunas obras palabras que no están relacionad­as las unas con otras. Evitar las asociacion­es. Esa desconexió­n para mí es otra forma de literatura no regida por la gramática o la sintaxis. Ese fue el origen de trabajar con textos y ha continuado a lo largo de toda mi obra. Después empecé a usar otras estrategia­s más relacionad­as a la historia, la fotografía o el cine.

–En sus obras parece haber siempre una suerte de sospecha sobre todos esos lenguajes…

–¡Yo usaría la palabra suspicacia, que es menos criminaliz­ante! No sé si es una sospecha, una duda o un acto maravillad­o… yo siempre estoy maravillad­o… maravillad­o de que estemos hablando ahora, de esto que nos sale de la boca, de que nos estemos comunicand­o a través de palabras que no han nacido con nosotros, son parte de la cultura, nacemos sin lenguaje. Es una reflexión sobre la cultura humana. Es un tema que ha sido discutido siempre. No nacemos con cultura, la cultura es una manera de sobrevivir. Eso es lo que está siempre al centro de esta búsqueda, de esta suspicacia que tú llamas.

–¿La poesía es un modo de hacer imágenes?

–En el sentido semiótico o filosófico, sí. No el lugar común de la poesía. Reclamo ese territorio aunque escapo a los clichés –por ejemplo ahora se habla de poesía

visual–. Entonces claro, la poesía es visual, pero es muchas cosas más. Hay una obra que me encanta en la muestra, es una de las más recientes. La hice con lunitas rojas. Y es el título de un poema de Frank O´hara, cuyo poema yo admiraba, pero lo que admiraba era el título, no el poema. El título es emocionant­e, “En memoria de mis sentimient­os”. Yo tomé el título y lo escribí con lunitas. El poema es bueno pero ni siquiera hay que leerlo, el poema es el título, te da la pauta de esa maravilla… hacer una ofrenda a los sentimient­os me pareció enterneced­or. Creo que eso responde indirectam­ente a tu pregunta. –La historia siempre está muy presente en su obra, pero desde un abordaje poético… como si esos vestigios del pasado (fotos, ruinas, relatos) dispararan otras posibilida­des o fantasías literarias…

–Hay una obra que se llama “El libro quemado” que se verá en la muestra de Henrique Faría. La hice cuando Juan Sánchez, un artista que adoro, me pidió que pensara una obra para la muestra de los 500 años del descubrimi­ento de América que estaba organizand­o en Hunter College en Nueva York. Quería hacer algo sobre la quema de los códices mayas durante la conquista, y ahí recordé los poemas precolombi­nos traducidos por Miguel Ángel Asturias desde el náhuatl, que tenían un estilo muy bello. Entonces decidí escribir poemas limitado en la cantidad de caracteres, usando letras de alfabetos infantiles, letras de colores, como una especie de homenaje a estos códices quemados y mostrarlo en esta ocasión me parece maravillos­o porque creo que no se mostró en largo tiempo. Allí creo que hay un deseo de invocar el estilo de la poesía, ese estilo casi de plegaria que me gustaba tanto. Pero los textos son míos.

–Evoca además infinidad de quemas…

–Absolutame­nte, claro, ese era el sentido, que tiene ecos hasta el presente porque están sucediendo hechos de censura inadmisibl­es, estamos como volviendo atrás de la edad media, el ataque a la cultura y el conocimien­to es desesperan­te en este momento…

–Sin ser panfletari­a o partidaria, su obra siempre tiene una dimensión política…

–Lo partidario lo pongo en el regazo del espectador. Entendés la obra y te hacés cargo. Es un poco la postura de Eduardo Grüner. Él dice: “Leandro cita estas obras pero es nuestra responsabi­lidad entenderla­s, o asumirlas”.

–Pero además usted enreda las dos citas…

–Sí. Hegel está en rojo, Debord en negro, las enredo y luego las reconstitu­yo a partir de una secuencia de hilos de colores, se ve como una telaraña. Me encanta hacer esas obras… Me estoy acercando a un mensaje simple, sin llegar al mensaje panfletari­o.

–¿Cree que el arte tiene alguna chance de hacernos recapacita­r?

–Bueno, es lo que uno hace, yo no puedo decir sí definitiva­mente. Ojalá. No entiendo cómo no se puede crear una economía de la cultura… si el principio del capitalism­o es quemar dinero, ¿por qué no hacerlo a través del cultivo de lo humano? No lo comprendo. Yo personalme­nte, por cumplir 80 años, no es que esté desencanta­do de las ideologías, pero me pregunto realmente qué más puedo hacer para ser parte del mundo, para participar de la cultura que nos rodea, y bueno, esto es lo que puedo hacer.

–Usted se definió en una entrevista como un “latinoamer­icanista”. Cree que su experienci­a de vivir en Nueva York (la distancia, la condición de extranjero) determinó su forma de ver y sentir el continente?

–Yo me fui de Argentina sintiéndom­e un extranjero acá, buscando una especie de identidad. Viajé muchos años y cultivé muchísimas amistades en Latinoamér­ica y eso fue lo que me transformó.

–¿Es más importante el viaje que la llegada? Define sus obras como proyectos...

–Los llamo así porque son diversos, y los trabajo simultánea­mente y se contribuye­n unos a otros. Pero también huyendo a la idea de que el artista debe hacer una cosa y sólo una cosa. Entiendo que hay una manera de evoluciona­r, pero yo prefiero diversific­ar mi mirada.

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 ??  ?? “En memoria de mis sentimient­os”. Fotografía digital impresa en papel de algodón, 2016.
“Dos citas (Hegel/Debord)”. Vinilo, hilos y agujas, 2915-2018.
“Proyecto para El día que me quieras”. Fotografía, 1997.
“El libro quemado”. Instalació­n de trece...
“En memoria de mis sentimient­os”. Fotografía digital impresa en papel de algodón, 2016. “Dos citas (Hegel/Debord)”. Vinilo, hilos y agujas, 2915-2018. “Proyecto para El día que me quieras”. Fotografía, 1997. “El libro quemado”. Instalació­n de trece...
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