Pessoa en sintonía con el modernismo, por Mariano Mayer, desde Madrid
Organizada a partir de los heterónimos del escritor portugués, la muestra refleja la tendencia de poner en el centro a una gran figura literaria.
Una historia, la del arte, es un engarce de muchas de ellas y se construye con narraciones capaces de ser confrontadas. Fernando Pessoa, uno de los nombres centrales asociados al vanguardismo portugués, cuya poliédrica figura radicalizó la construcción de autor durante las primeras décadas del siglo XX, nunca se consideró un escritor de vanguardia. Una premisa que le permitió iniciar y alimentar su inagotable andadura de confrontaciones. La última se presenta estos días en Madrid y ha sido organizada por el Museo Reina Sofía. La exposición Pessoa. Todo arte es una forma de literatura ensambla algunas de estas narraciones y descubre otras para trazar una estructura que nos permite relacionarnos con un período de la modernidad portuguesa poco revisado.
Sin proponer un orden cronológico, la exposición permite descubrir cómo para la escena vanguardista portuguesa las idiosincráticas conceptualizaciones de Pessoa, organizadas alrededor del Paulismo, el Interseccionismo y el Sensacionismo, permitieron el desarrollo de estructuras estéticas propias. Todos estos ismos son diferentes modos de abordar la sensación, ya que “el arte es una tentativa de crear una realidad enteramente diferente de aquella que las sensaciones aparentemente de lo exterior y las sensaciones aparentemente de lo interior nos sugieren”. Un tríptico del pintor simbolista António Carneiro, expuesto ahora por primera vez fuera de Portugal, abre una línea de tiempo que se inicia en la última década del siglo XIX y alcanza las primeras décadas del siglo XX con obras de artistas como Santa Rita Pintor, Eduardo Viana, Amadeo de Souza-Cardoso y José de Almada Negreiros.
Retratos, paisajes y escenas de interiores calmos en los que es posible descubrir la confluencia exacta de sensaciones y percepciones fomentada por Pessoa a través del Interseccionismo, se presentan como intentos de alejarse de las superposiciones cubistas y la sinestesia futurista. En cada una de estas abstracciones coloristas, se practica la simultaneidad no tanto para dar cuenta de la impostura de la representación, sino para “sentir todo de todas las maneras” (como escribió Álvaro de Campos, uno de los heterónimos creados por el poeta).
Entre los distintos grupos de pinturas destacan el imponente retrato firmado por José de Almada Negreiros, que ilustró la portada de la primera edición en español del “Libro del desasosiego” (publicada en 1984) y una sección dedicada a los artistas Sonia y Robert Delaunay, la pareja con la que Eduardo Viana y Amadeo de Souza-Cardoso compartieron una larga amistad alimentada por el interés en la vida rural, la luz del norte portugués y las artes decorativas, entendidas como lenguajes integradores. Pinturas de diferentes formatos donde la emoción ante lo observado torna indiscernible el fondo de la figura y libera el trazo, y donde los cuerpos, siempre al aire libre, vibran.
En este marco cultural concentrado en Lisboa, alejado del foco de atención, la maquinaria intelectual de este poeta desplegó, a partir de 1915, una serie de pistas para subrayar el desarrollo nada homogéneo de una modernidad tanto estética como social. A la tensión entre lo local y lo internacional Pessoa respondió con el desarrollo de un inigualable ejercicio téc- nico de multiplicidad, caracterizado por la heteronimia. Este antagónico coro poético le permitió producir una infinidad de textos con los que intervenir en los debates producidos por los movimientos vanguardistas y su afán de transformación social. Son más de cien los nombres, desde Alberto Caeiro hasta sus sucedáneos Álvaro de Campos y Ricardo Reis, los inventados por su maquinaria de escritura intervencionista. Estos textos, en su mayoría inéditos hasta 1935, año de su fallecimiento, se comunican y se contradicen entre sí y estructuran cada una de las salas que el Museo Reina Sofía dedica al escritor.
Las reflexiones en torno a la vanguardia lusa no son únicamente pictóricas. El cine, lenguaje central de esta modernidad estética, aparece en la penúltima sala a través de la proyección de una de las primeras películas del director portugués
Manoel de Oliveira, “El Duero trabajo fluvial” (realiazada en 1934) de quien Pessoa conservaba una reseña en su colección de recortes. En relación a los materiales del poeta, como las cartas dirigidas a Unamuno o Marinetti, escritas con distintas caligrafías en función de sus firmas, se exponen también los dos únicos números publicados de Orpheu, eje difusor del Paulismo, la revista iniciada en 1915 por Fernando Pessoa y el escritor lisboeta Mário de Sa-Cárneiro, en la que también colaboraron los artistas presentes en la exposición.
Resulta imposible no reparar en los mapas zodiacales realizados a partir de 1910 por este astrólogo amateur, dedicados a él mismo pero también a invenciones como su heterónimo Bernardo Soares. Para Pessoa “todo arte es una forma de literatura, porque todo arte consiste en decir algo. Hay dos formas de expresar, hablar y callarse. Todas las artes salvo la literatura son proyecciones de un silencio expresivo. En todas las artes que no sean la literatura hay que buscar la frase silenciosa que contienen, o el poema, o la novela, o la obra teatral”.
En tiempos de baja preponderancia literaria como el actual, donde la atención recae sobre los entramados visuales y las experiencias que el arte propicia, leer en las paredes de un museo un Ars Poetica de estas características, anima la trinchera del pensamiento estético, y cautiva.