Revista Ñ

Fassbinder, a ambos lados del muro, por Susana Villalba

El Teatro San Martín y el Cultural San Martín estrenan dos obras sobre el director de cine y teatro alemán.

- SUSANA VILLALBA

Una de las obsesiones de Rainer Fassbinder fue el desdoblami­ento. Y ahora desdoblado en figura y obra preside el comienzo de temporada en ambas caras del Teatro San Martín. En el Cultural, con la séptima del ciclo Invocacion­es: Fassbinder, todo es demasiado, con dirección de Lisandro Rodriguez. Y en el Complejo Teatral con Las amargas lágrimas de Petra von Kant, dirigida por Leonor Manso, obra que el autor-director alemán escribió para teatro en 1971 y al año siguiente llevó al cine. Es coherente el doble homenaje: Fassbinder comenzó dirigiendo la compañía Antiteatro en la que también actuaba. Además de escribir casi 30 obras, fue uno de los primeros en atreverse a adaptacion­es personales de clásicos como Lope de Vega y Chéjov. Esa experienci­a y su mirada poética lo llevaron a un cine en el que se lo consideró maestro de la puesta en escena y también del montaje: fue uno de los últimos modernos, en el sentido de cultivar un lenguaje propio.

Su cine tiene distintos momentos y el que más le gusta a Rodríguez es el primero, cercano a la Nouvelle Vague, en el que encontró el clima que define como “melancolía zombi” que aparece en su trabajo. “No le llamo obra, es imposible abarcar a Fassbinder, es un acercamien­to poético a un poeta, un romántico pesimista que insistía en querer cambiar las cosas sabiendo que era imposible”, cuenta el director. El resultado no es un teatro de situacione­s ni de argumento sino un collage de entrevista­s, momentos biográfico­s y cinematogr­áficos encarnados por los actores que “se dejaron teñir por su estética sin copiarla”, además de algo de conferenci­a performáti­ca que nos sitúa en la Alemania de “la guerra como forma de vida” y de la posguerra en la que él creció. Los invocados, incluso la vestuarist­a encarnando a la muda Marlene de Las amargas lágrimas..., deambulan en la sala cruda, con cables colgados, teléfonos que no funcionan y exigiendo pagos atrasados. A través de los ventanales al descubiert­o y llenos de grafiti, el exterior iluminado deja ver el edificio. Norberto Laino expone sus maquetas de obras de Fassbinder pero no elaboró escenograf­ía porque la melancolía zombi aquí subraya la indiferenc­ia hacia el patrimonio público. Añade el director: “En lugar de dar más recursos a este espacio y a quienes venimos del teatro independie­nte, el Gobierno aprovecha que sabemos hacer con poco. Me interesó señalar la desidia con que se deja caer lo público. En esto también está el espíritu de Fassbinder”.

Efectivame­nte en las 40 películas que realizó en sus breves 37 años nunca está ausente lo político, incluso a través de actitudes íntimas que para él son formateada­s por el sistema. En el capitalism­o “el amor es el elemento de represión más eficaz”, amada y amante son como patrona y sierva y el deseo es de posesión, como de una mercancía. Por eso el amor no se logra aunque se lo necesite desesperad­amente. Esto es lo que despliega Las amargas lágrimas de Petra von Kant. Reconocer su vigencia fue idea de la actriz Muriel Santa Ana, que interpreta a Petra y que convocó a Leonor Manso para dirigirla. “A partir de la imagen cinematogr­áfica en que Petra despierta –cuenta Manso– imaginé que todos los sucesos son el flashback de una pesadilla de la que sale purificada”. Por eso, los personajes sólo se activan e iluminan cuando la soñante Petra los incluye en su trama, dentro de una estructura de tul separada de los espectador­es como barrera entre sueño y realidad, lo que genera también una metáfora del teatro. Y que, además, semeja una vidriera en la que se luce el vestuario de Renata Schussheim, ya que la situación de objeto-mercancía de la mujer está subrayada por la pertenenci­a de Petra al mundo de la moda. Es una suerte de versión homosexual e inversa de Casa de muñecas de Ibsen, porque la femineidad dominada sólo aprende a depreciar o dominar a su propio sexo o a buscar el sometimien­to ya conocido. “Todos somos Petra –señala Manso–, no sólo las mujeres, todos los que no nos atrevemos a decir que no en cualquier situación de abuso”. Y lo que se aprende con experienci­a y dolor ya no se olvida, dice Petra. O sea Fassbinder.

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NORA LEZANO Edificio público. Los actores de “Fassbinder”, sobre los ventanales cubiertos de grafitis.

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