Islamofobia y antisemitismo. Sobre el racismo en Europa
Aumentaron en Francia los actos de violencia reportados en contra de judíos y musulmanes.
Los solemnes bulevares y silenciosas calles del XVII Distrito de París sugieren que la vida de los judíos en Francia es vibrante: hay una nueva profusión de abarrotes y restaurantes kosher, y cerca de quince sinagogas, muchas más que el pequeño puñado de hace unas décadas.
Sin embargo, para residentes como Joanna Galilli, esta zona del noroeste de París representa un retiro táctico. Se ha convertido en un refugio para muchos judíos que dicen haber enfrentado acoso en áreas donde la población musulmana está en crecimiento. Galilli, de 28 años, se mudó al vecindario este año: “el antisemitismo es bastante alto”, dijo. En el otro barrio, comentó, “escupían cuando caminaba por la calle”.
En los últimos meses, surgió un debate sobre cómo abordar lo que los comentaristas llaman el “nuevo antisemitismo”. Casi el 40 por ciento de los actos violentos clasificados como motivados por cuestiones religiosas o raciales se cometieron en contra de judíos en 2017, a pesar de que la población judía constituye menos del 1% de la población total de Francia. Los actos antisemitas aumentaron un 20 por ciento desde 2016, un incremento que el Ministerio del Interior llamó “preocupante”.
En 2011, el gobierno francés dejó de categorizar a los considerados responsables de actos antisemitas, dificultando el rastreo de sus orígenes. A menudo los picos de violencia coincidían con brotes del conflicto entre Palestina e Israel.
Francia tiene la población más grande en Europa tanto de judíos como de musulmanes, y estos últimos enfrentan discriminación en cuanto a empleos y el trato que reciben por parte de la policía. Los dirigentes políticos temen enfrentar a un bando contra el otro, o incluso reconocer que existe una dinámica de musulmanes versus judíos. Hacerlo violaría un dogma central de Francia: que no se categoriza a las personas por su raza o religión, sino solo como conciudadanos franceses, iguales ante la ley.
“Todos somos ciudadanos de la república, en unidad e indivisibles. Pero esto no corresponde con la realidad”, dijo el encuestador Jérôme Fourquet, quien junto con un colega, Sylvain Manternach, escribió hace poco un libro, Next Year in Jerusalem, French Jews and antiSemitism, publicado por la Fundación Jean-Jaurès, un grupo de expertos asociado con el Partido Socialista.
“Todos los políticos hablan de vivir juntos”, dice Fourquet. “Y, en cambio, lo que de facto hay son grupos basados en la cultura y la comunidad. Sin embargo, reconocer esto implica reconocer el fracaso o la ruptura del modelo francés”.
Günther Jikeli, historiador alemán de la Universidad de Indiana, llevó a cabo un estudio sobre el antisemitismo musulmán en Europa calificó al fenómeno de “sumamente obvio” en un reciente artículo de opinión del periódico Le Monde. En dieciséis entrevistas realizadas durante los últimos doce años en Europa, “el antisemitismo es significativamente más alto entre los musulmanes que en los no musulmanes”, escribió Jikeli.
Los líderes musulmanes en Francia argumentan que la frase “nuevo antisemitismo” coloca incorrectamente una culpa generalizada en los musulmanes del país, en un momento en que la intolerancia hacia los musulmanes crece en Francia y el resto de Europa.
Al igual que los actos de violencia reportados en contra de los 500.000 judíos en Francia, los actos de odio en contra de la población estimada de entre seis y diez millones de musulmanes en ese país también aumentaron entre 2016 y 2017. En junio, cuatro musulmanes franceses de ascendencia africana fueron a juicio por el ataque y robo perpetrado en 2014 en contra de un judío y su novia.
Los dirigentes franceses se han mostrado renuentes a pronunciar el término “nuevo antisemitismo” o a condenarlo, por la precaución de que los críticos y especialistas la consideren dañina.